Posicionamiento para la Sesión de Instalación de la LXVI Legislatura del Congreso de la Unión del senador Clemente Castañeda Hoeflich, coordinador parlamentario de Movimiento Ciudadano el pasado 1 de septiembre de 2024.

 

El Congreso de la Unión es la expresión de la pluralidad política de la nación. Es la expresión del pueblo, y el pueblo se escribe en plural. Movimiento Ciudadano hoy acude a esta tribuna en representación de una parte del pueblo, de los más de 6 millones y medio de mexicanas y mexicanos que nos dieron su confianza.

Y aunque la composición de esta Cámara de Diputados y del Senado de la República no refleja de manera fiel, democrática y constitucional la voluntad popular, todas mis compañeras y compañeros legisladores no nos vamos a permitir fallarle a quienes, al igual que nosotros, pensamos que sí es posible construir un México justo, próspero e igualitario para las actuales y, sobre todo, para las futuras generaciones.

El espíritu de la representación democrática es traducir de manera fiel votos en curules y escaños, y en esta sesión de instalación no puedo dejar de denunciar la distorsión que se ha consumado y que significa un gravísimo precedente para nuestra democracia.

Me explico: iniciamos esta Legislatura con una mayoría efectivamente ganada en las urnas, producto de una contienda electoral profundamente inequitativa, y que ahora ha sido inflada artificial y anticonstitucionalmente gracias a un modelo que permite que el arreglo de las cúpulas partidistas esté por encima de la voluntad popular.

En pocas palabras, el principio democrático de que todos los votos cuentan igual, en un hecho inédito, ha sido vulnerado por la autoridad electoral.

La distorsión de las reglas electorales otorgó una mayoría calificada artificial a quien no lo merecía. Y esto es ilegítimo, es un fraude a la democracia.

Por eso, en las últimas semanas no hemos hecho otra cosa que exigir que a las personas que votaron por Movimiento Ciudadano se les reconozca su valor y justa representación parlamentaria.

Lo decimos con convicción democrática porque con ese mismo espíritu no le hemos ni le vamos a regatear sus triunfos a la hoy mayoría legislativa ni mucho menos dejaremos de dimensionar lo que significa que a partir del día primero de octubre, tengamos por primera vez en la historia de México Presidenta de la República.

Hace seis años, en el 2018, con toda legitimidad y razón, la gente votó por un cambio. De eso se trató aquella contienda electoral y las mexicanas y los mexicanos mayoritariamente respaldaron un proyecto de gobierno que prometió transformar la historia de México. Pacificar y reconciliar al país. Restituir a las víctimas. Desterrar la corrupción. Propiciar justicia para los más pobres.

El diagnóstico era impecable y los puntos de llegada promisorios y deseables para millones de personas. Por ello, hoy que recibimos el último informe del Titular Ejecutivo es indispensable hacer un balance de esta gestión que está por concluir. Ya habrá oportunidad de profundizar en la glosa correspondiente.

En Movimiento Ciudadano siempre hemos pensado que cualquier oposición responsable debe reconocer con objetividad los aciertos del gobierno. Por ello, no minimizamos lo que se hizo bien. Por citar los ejemplos más notables: los avances en la política laboral y de incremento al salario mínimo, la legislación de avanzada en materia de igualdad de género, la ampliación y constitucionalización de los programas sociales que, por cierto, Movimiento Ciudadano no solo respaldó sino que acompañó en la acción de sus gobiernos.

Sin embargo, la pregunta es si estos avances y algunos otros son realmente suficientes para hablar de una verdadera transformación de la vida pública.

La fallida estrategia de seguridad de los últimos dos sexenios no solo continuó sino que se profundizó la militarización del país y no se alcanzó la paz.

La corrupción no terminó, sino que se ampliaron los márgenes de opacidad y discrecionalidad.

Se destruyó el sistema de salud pública con consecuencias trágicas, sumando a más de 30 millones de personas a la población sin acceso a este derecho.

Se obstaculizó la agenda de justicia transicional y se dio la espalda a cientos de miles de víctimas, olvidando por completo que sin verdad no hay justicia ni reconciliación.

Se lucró con la pobreza sin garantizar el ejercicio y tutela de los derechos de lo mas desprotegidos.

Y terminó de socavarse la capacidad institucional del Estado mexicano para hacerle frente a los retos del futuro.

En términos de resultados no está muy lejos el modelo neoliberal: más desigualdad, más militarización, más violencia, más polarización, más devastación ambiental, menos ejercicio de derechos, e incluso estigmatización de la protesta, la crítica y la disidencia, como la de los miles de jóvenes que, por cierto, hoy marcharon contra la mal llamada reforma judicial.

Por todo ello, hay que recordar que a lo largo de estos seis años la soberbia de ostentar la mayoría menospreció los votos de Movimiento Ciudadano para construir un sistema de cuidados, para regular la cannabis y avanzar en un plan de construcción de paz, para modificar la estrategia fallida de seguridad y fortalecer a las policías locales, para diseñar una reforma fiscal progresiva que distribuyera mejor la riqueza, para cuidar el medio ambiente y tener energías limpias, para tener más transparencia, menos corrupción y más rendición de cuentas.

Todos lo escuchamos en este mismo recinto legislativo hace 6 años: “no tengo derecho a fallar”… y fallaron porque cuando los problemas no se resuelven oportunamente se perfeccionan. Y aunque siempre dicen que hay otros datos, lo cierto es que hoy la realidad es mucho más compleja y apremiante.

Por todo esto decimos que no hay nada más peligroso que malinterpretar el mandato de las urnas. Y aunque toda elección tiene por naturaleza un carácter plebiscitario, no se puede equiparar con un cheque en blanco.

Todo lo contrario, estamos obligados a reconocer que las y los mexicanos eligieron una Presidenta que representa la continuidad del gobierno actual, pero México también eligió un Congreso plural y diverso. Más del 42 por ciento de los votos fueron por fuerzas políticas distintas a las del régimen.

La voluntad popular que se expresó el 2 de junio no fue invisibilizar, mucho menos eliminar la pluralidad política para transitar a una visión única y monocolor del país.

En una democracia, el poder mayoritario no significa poder sin límites y su ejercicio debe ser mediante el diálogo en la diferencia.

Como ya se ha anunciado, esta Legislatura iniciará con la agenda de cambio constitucional más ambiciosa y peligrosa de la que se tenga memoria en el México contemporáneo. Para decirlo con Bruce Ackerman, no hay cambio constitucional que no deba considerarse un momento de “Política Extraordinaria”. A diferencia de la política ordinaria se requiere en este caso una gran reflexión colectiva que debe ir más allá del Constituyente Permanente.

Una reflexión real, no simulada; republicana, no subordinada a otro poder; basada en argumentos y evidencias, no en entelequias mayoritarias y supuestas supremacías morales; una reflexión plural, no de trámite y consigna.

Porque un cambio de régimen, como el que se propone, no puede tratarse de repetir el pasado y de generar una regresión autoritaria donde se cancela el debate y la deliberación democrática.

Un cambio de régimen no debe partir de la premisa de la exclusión, sino todo lo contrario, de la inclusión y el reconocimiento de la pluralidad.

No debe surgir de la venganza o el revanchismo político, sino de un ánimo de construcción y de diálogo colectivo.

Se debe hacer pensando en el futuro de México, no en quitar a unos para que lleguen otros a repetir los mismos vicios del pasado.

Como lo dijo el hoy Presidente de la República en este mismo recinto hace seis años, un cambio de régimen debe hacerse con reconciliación y concordia.

Por ello, preocupan sobremanera planteamientos como el de la mal llamada reforma judicial que socava su independencia y no sirve para mejorar el acceso a la justicia para las personas de carne y hueso. Porque en el fondo y en la forma se trata de capturar a toda costa al Poder Judicial.

Preocupa la insistencia de terminar de militarizar la seguridad pública sin una visión de Estado que piense en las instituciones civiles seguridad, empeñando el futuro de comunidades enteras que están bajo asedio del crimen organizado.

Preocupa la adicción que se tiene a la prisión preventiva oficiosa, a la prisión sin juicio, como una solución mágica para todos los problemas de la criminalidad, cuando no se ha hecho un solo esfuerzo para mejorar nuestro sistema de investigación, inteligencia y procuración de justicia.

Preocupa que desde una visión primaria se pretendan destruir organismos autónomos, sin pensar en las consecuencias que tiene en el ejercicio de los derechos humanos y la cancelación de conquistas históricas de la ciudadanía en las que, por cierto, muchos de quienes hoy militan en la mayoría ayudaron a edificar.

Preocupa que todo este manojo de dislates ya está condicionando el futuro de la próxima Presidencia, que tiene todo el derecho y legitimidad para construir su propio destino.

Porque sí, sí preocupa que quieran a hacer al próximo gobierno el responsable de los fracasos del actual.

Me hago cargo de mis palabras, pero si prosperan estas reformas estaríamos a punto de presenciar la destrucción de la democracia desde el interior de la democracia misma, la inauguración de una autocracia constitucional.

Me dirijo con respeto a las y los legisladores de la mayoría. No vamos a dejar de hacerles un llamado a la conciencia. A la no complacencia con la destrucción de la República democrática, a no aceptar lo que antes rechazaban y denunciaban, a no traicionarse a ustedes mismos.

Desde Movimiento Ciudadano no vamos a permitir que una tramposa interpretación de la voluntad popular colapse al país.

No vamos a parar hasta tener una democracia representativa y plural en donde cada voto cuente. Hasta tener justicia social en un país que antes y también ahora cultiva la desigualdad.

No vamos a parar hasta tener un sistema de cuidados que valore y retribuya a las mujeres. Hasta tener un Estado de Bienestar que sepa y pueda administrar los bienes públicos en beneficio de todas y de todos, de las comunidades indígenas y de las personas con discapacidad.

No vamos a parar hasta tener instituciones de educación, salud y seguridad social universales que le garanticen a las y los jóvenes un futuro promisorio. Hasta que se conquisten todos los derechos para todas las personas en la diversidad.

No vamos a parar hasta cambiar la estrategia de seguridad y construir paz en un país lleno de víctimas que el poder político ha olvidado ayer y hoy. Hasta que haya justicia transicional y el derecho a la verdad sea una realidad.

No vamos a parar hasta ampliar los derechos de las y los trabajadores, como la reducción de la jornada laboral con trabajo digno y salario decente. Hasta que el campo sea próspero y con justicia social.

Hasta que la agenda verde sea la agenda de desarrollo de México, con energías limpias, derecho al agua y la naturaleza al centro. Hasta que lo público se imagine desde el piso de la justicia intergeneracional. Hasta que pongamos en primer lugar a los niñas y niños de este país.

Concluyo. Compañeras y compañeros, en Movimiento Ciudadano no tenemos miedo a defender lo que creemos, ni a confrontar ni a desmentir al poder.

Se los demostramos en este proceso electoral, ofreciendo una visión de futuro para México, sin caer en la trampa de la polarización.

Lo que sí tenemos son ideas, convicciones, imaginación y un profundo amor a México.

Por eso vamos a defender aquí y afuera, junto a millones de mexicanas y mexicanos, a nuestra República.

Que viva la democracia. Y que viva México.