Mientras nos distraemos con dos guerras infames, en Ucrania y en Medio Oriente, y unas más, de menor impacto mediático, el mundo está siendo escenario de otras guerras, sin balas pero que pueden ser tan o más destructivas que las mencionadas.
Me refiero, en primer lugar, a las elecciones presidenciales en Estados Unidos, que entrañan la amenaza del triunfo de Donald Trump, un verdadero dinamitero político en un país que “va a la guerra civil”, según dice, entre otros, el prestigiado académico estadounidense Peter Turchin.
Me refiero, en segundo término, a las turbulencias políticas en la Unión Europea, escenario de controversia entre los dirigentes políticos eurófilos, que siguen esforzándose en fortalecer a esa organización supranacional y los líderes euroescépticos e incluso eurófobos. Ante la irrupción de la ultraderecha en gobiernos europeos y en el Europarlamento.
Concluyo comentando otra suerte de secesión -aunque quizá no sea el término apropiado- en América Latina, en su segunda Marea Rosa: los gobiernos de izquierda en México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Colombia, Bolivia, Brasil y Chile. Ninguneados por su incapacidad de coordinarse, la pérdida de credenciales democráticas -algunos nunca las tuvieron- y la ausencia de aportaciones importantes y/o de impacto para la región y globales.
Estados Unidos encara, pues, una elección peligrosa para el país, para México de manera especial por nuestra vecindad geográfica -vaya de nuevo lo de que “geografía es destino”, supuestamente dicho por Napoleón- y para el mundo. Habida cuenta de la alta probabilidad de que Trump sea reelecto, la situación es alarmante.
Para empezar, si hablamos de México, recordemos -tengamos presente- sus interminables insultos y calumnias a los inmigrantes, en muchos casos dirigidos a los mexicanos; y cómo ahora, el neoyorkino y su compañero de fórmula, el más retrogrado candidato a la vicepresidencia, J. D. Vance, insisten en que los inmigrantes -haitianos- residentes en Springfield, Ohio, roban perros, gatos y otras mascotas animales de sus vecinos, para comérselos. Recordemos, igualmente, que México se convirtió -y sigue siendo- en sala de espera de inmigrantes “del sur”: latinoamericanos, incluso haitianos, pero también algunos de África, India, etc.
La relación de Trump con Europa fue, igualmente ofensiva en la forma y extraordinariamente exigente de fondo: pasó a Europa una factura en defensa de 80.000 millones de dólares, exigiendo a los europeos “que asuman su parte del costo de la OTAN”.
En lo que hace a las formas, recuérdese por ejemplo el primer cara a cara, hacia marzo de 2017, del “hombre más poderoso del mundo con la mujer más influyente”, Ángela Merkel, la canciller -primera ministra- de Alemania. A la que no tendió la mano y casi no saludó en su primer encuentro, y cuyas agendas de trabajo a discutir -dice el reportero de la BBC- eran diferentes.
Considero asimismo importante recordar que fue Donald Trump quien desvinculó a Estados Unidos del pacto nuclear concertado por las cinco potencias miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania con Irán, lo que hoy, en guerra “disuasiva y limitada” con Israel, significa que los Ayatolás intenten la fabricación de la bomba. Situación gravísima.
Y, de lo mucho que podríamos seguir comentando del personaje, recuerdo sus relaciones, “casi carnales” con Putin, que, de lo que nos dice el respetado periodista Bob Woodward, premio Pulitzer, podemos suponer que el estadounidense ha compartido con su amigo eslavo información reservada y le habría ofrecido apoyo. El periódico francés Le Monde, dice, según Woodward, que Putin y Trump habían conversado por teléfono unas seis veces desde la salida de este de la Casa Blanca, “lo que incluye el período inmediato a la invasión rusa a Ucrania, en febrero de 2022”.
Mi artículo parecería carente de interés en Kamala Harris. No es así y, además mi deseo ferviente es que la candidata demócrata sea la próxima presidenta de Estados Unidos. Primero, para que no lo sea Trump, además porque infiero que abordará temas importantes con planteamientos que son los míos o se acercan a los míos: la migración con justicia, seguridad e inteligencia -sin excluir la solidaridad. El aborto, reconociendo que la mujer es la dueña de su cuerpo. Equilibrio, ¡ojalá!, entre el derecho de Israel a existir en paz y el derecho de los palestinos, igualmente a un territorio y a vivir en paz, ¡no Netanyahu y no Hamás! Ojalá, por supuesto, que las relaciones con México sean de excelencia. Y, the last but no the least: me gusta que Estados Unidos tenga una presidenta, mujer perteneciente a minorías étnicas.

Concluyo estos apresurados comentarios sobre Estados Unidos refiriéndome a la terrible realidad de un país escindido por mitades, de número similar de habitantes: los que siguen creyendo en “los Padres Fundadores”, democracia, justicia, derecho, convivencia civilizada, frente a los golpistas, racistas, supremacistas blancos, los que marcharon el 6 de ener de 2021, azuzados por Trump, al asalto del Capitolio en Washington.
Lo alarmante es que ya una parte de la población en Estados Unidos cree que el país está en riesgo de caer en una guerra civil. Según el académiico estadounidense, especializado en el análisis de procesos históricos, Peter Turchin, el 43% de sus compatriotas lo cree posible en los próximos 10 años. En su reciente libro, Final de Partida, Editorial Debate, Truchin desarrolla su análisis del “camino a la desintegración”. En reciente entrevista, además, nos habla de un partido republicano, “de un caudillo”, Trump y los populistas en el poder y de un partido demócrata fracturado, cuya ala izquierda se ha rebelado contra el establishment, sobre todo por la guerra de Gaza.
La Unión Europea, como dije, enfrenta la irrupción de la ultraderecha en el Europarlamento y en gobiernos: el de Austria, literalmente tomado por la ultraderecha, en Alemania aparece peligrosa en partes de la antigua Alemania del Este (perteneciente entonces a la órbita soviética). Adicionalmente a ello, la UE sufre del personalismo -veladamente pro Putin- de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, que se dedicó a gestionar, sin mandato, “la paz en Ucrania”, entrevistándose personalmente con Putin, Xi Jinping y ¡Trump! Lo que le criticó fuertemente Ursula Von der Meyer, presidenta de la Comisión Europea, diciéndole que “paz en Ucrania, en ninguno de los idiomas de Europa tiene que ser sinónimo de rendición”.
Termino: la Marea Rosa -la izquierda latinoamericana- hasta hoy vive sin pena ni gloria. ¿Podrá revivir algo? ¿Lula solo -los mandatarios que lo acompañaban se “ausentaron”- será capaz de presentar un plan “vendible” y capaz de presionar a Maduro para que lo acepte y abandone el poder?
No hay optimismo en ello. En cambio, reaparece otra de las izquierdas que, como la de Nicaragua, Venezuela y Cuba, es impresentable: la argentina Cristina Kirchner se postula para dirigir el peronismo. Con vistas a candidatearse en la próxima presidencial.


