Los restantes poderes y autoridades locales, sean de Morena o no, están bajo el control del nuevo partido oficial; a él deben fidelidad; es a sus dirigentes ante quienes intentan quedar bien. Todos, de una u otra forma, están sometidos a la voluntad de la presidente de la república. Cuando ésta visita los territorios de los estados, sus gobernadores, en forma espontánea o deliberada, son abucheados. En público ésta los defiende y alaba su desempeño; en privado, de una u otra forma, sean morenistas o no, le dice: me la debes; estás en el cargo por mí; ya sabes a quien besarle la mano.
La disciplina es férrea. La reelección, en los cargos en que ella está permitida, es un aliciente que termina por convencer a los remisos o rebeldes. Todos se someten bien o mal. Los diputados o senadores compiten entre sí en abyección, desvergüenza y sometimiento; lo hacen con vista a alcanzar una gubernatura o una posición superior.
En el nivel local, en el ámbito de los titulares de los poderes o funciones, se presenta un tipo similar de relaciones de poder a las que se observan en el centro. Se trata de una manifestación provinciana del grupo gobernante que, periódicamente, cada seis años y en ocasiones en plazos más cortos, rota su cabeza visible y se sustituye por otra que extrae de los integrantes que más se han distinguido por su abyección, sometimiento o desvergüenza.
Una vez que llegan, se les sacraliza temporalmente y se les pone al margen de los sistemas de responsabilidad penal y administrativa que existen; se prescinde de ellos cuando concluye el periodo ordinario para el que fueron electos, o antes, si incurren en errores graves o existe algún dudas respecto de su fidelidad o se considera como un riesgo grave su permanencia en el poder. Que alguien se retire con honra dependerá no tanto de su actuación, sino más bien de los intereses en juego del grupo gobernante en determinado momento.
A los exgobernadores priistas o panistas más representativos, cuando abandonan sus cargos, por ser parte del grupo gobernante, les son asignadas nuevas funciones dentro del nuevo grupo en el poder. También se les protege de las acciones penales que surgen en su contra. Al hacerlo se debilita al PRI y al PAN. Ellos, con su experiencia y ascendiente, fortalecen el grupo gobernante, el de siempre, en su nueva presentación: Morena.
Durante el largo periodo priista, en el nivel local, al igual que en el centro, los cambios de hombres, sólo suponía eso; no implicaba un cambio en las relaciones reales de poder. Se prescindía de los elementos visibles que, de alguna forma, pudieran haber estado identificados con las administraciones saliente, cuando no tienen nada que aportar. Se establecen en la superficie nuevos lemas, se trazaban nuevas metas y se fijan nuevos objetivos. Esta acción satisface a la opinión pública, en la que, a base de insistir, se hace anidar nuevas esperanzas en la cosa pública.
Cuando en el nivel local se consideraba que la cabeza visible no respondía a los intereses del grupo gobernante, se prescindía de ella y se sustituía por otra; se tomaba tal determinación con la seguridad de que los problemas inherentes a cualquier cambio se circunscribirán a los límites de la entidad, sin que sus efectos trascendieran a todo el país y partiendo del supuesto de que existe continuidad y unidad en el nivel central.
Cuando menos durante los últimos setenta y cinco años de los gobiernos priistas, a falta de una persona física, de un caudillo que garantizara la subsistencia del sistema, el experimento no se realizó en el nivel de presidentes de la república; éstos, por más graves problemas que existieran durante su periodo, como la demencia manifiesta de Fox, los despilfarros y excesos de López Portillo y la incompetencia de Peña Nieto; ellos, a pesar de los cuestionamientos, fundados o infundados que se les hicieron, concluyeron normalmente su mandato.
Esa circunstancia pudiera llevar a sostener que, efectivamente, existió un sistema presidencialista; pero observadas con detenimiento las circunstancias, más bien pudiera apuntar a que existió ese grupo gobernante que, con prudencia y sabiduría política dentro del PRI, el PAN y ahora Morena, más prefirieron tolerar, en la confianza de que no existe plazo que no se cumpla, que experimentar un cambio brusco, con posible perjuicio para el sistema.
Durante los gobiernos de la mal llamada cuarta transformación, es decir durante los gobiernos morenistas, se volvió al viejo sistema presidencialistas, con la agravante de que se eliminaron los principios que garantizaban la división de poderes y la ficción de que existía una vía e instancias competentes que revisaban sus actos: el poder judicial.
En cuestiones de poder, muy pocos se conforman con la cuota que tienen o que legalmente les corresponde. En países en tránsito a establecer una democracia, al igual que en los estados totalitarios, la ambición de poder no tiene ni reconoce límites.
Morena y sus líderes, fanáticos y radicales, por no tener idea de la naturaleza de los negocios públicos y dentro de ellos no existe alguien que los haga entrar en cordura, están en la etapa de hacer y deshacer a su antojo; no han tomado conciencia de que los recursos públicos son limitados; que México es parte de una comunidad internacional y que no pueden seguir improvisando de manera irresponsable y hacerlo de manera permanente; que nuestro país está entre las primeras doce economías más importantes del mundo y, por ello, no puede estar experimentando y a ver qué pasa; que gobiernan un país que tiene una población que excede los ciento treinta millones, que exigen alimentos, servicios y seguridad; y que el país es parte de una comunidad internacional.
Los actuales titulares formales del poder, no la clase gobernante de la que he venido hablando, no ha tomado conciencia de lo que es la realidad; de que va a haber un momento en que truene la economía y que ello propiciará emigraciones masivas a los Estados Unidos de América, Canadá o a países europeos y éstos, con toda razón, se negarán a recibirlos.
AMLO y morena no tomaron conciencia de que no puede estar experimentando; hacerlo que lo dejen a países como Cuba, Nicaragua, Venezuela, Corea del Norte o Bolivia, en los que la población y el producto interno bruto, juntos o separados, no cuentan para la economía mundial y que su territorio no está unido al de la potencia mundial más grande.
Los morenistas, no su mesías ni los viejos priistas y panistas incrustados en morena, como políticos de nuevo cuño, no ha tomado conciencia de que, en algún momento, su movimiento será alcanzado por la realidad; entonces verán que fue una mala decisión despilfarrar la riqueza pública, destruir las instituciones democráticas e intentar introducir un modelo que no va con la economía globalizada y con el ejercicio del poder como se da en Occidente. La falta de oficio de esos políticos novatos, por ser errores públicos, más a la corta que a la larga, incidirán para mal sobre todos los mexicanos.
En todo lo anterior, la auténtica clase gobernante, observa y deja hacer. Lo permitirá hasta el grado en que corran peligro sus intereses.