AMLO, comparándose con los priistas y panistas, afirmaba, y no se cansaba de decirlo: no somos iguales. Se le llenaba la boca cuando lo decía y lo reiteraba. Tenía razón, él, su sucesora en el cargo y sus morenos no son iguales a sus predecesores, son peores. Son peores redondos, constantes y omnipresentes: desde cualquier lado por el que se los vea, a todas horas y en todos los lugares.

Morena y sus integrantes, con el poder que a la mala arrebataron, pero que no ganaron en las urnas, están haciendo y deshaciendo. Parece viuda joven: van de pendejada en pendejada. Sus miembros, comenzando por la presidenta Claudia Sheinbaum y AMLO, su mentor, en menos de un mes, ya destruyeron las instituciones democráticas, el estado civilista, la división de poderes, el sistema federal, las instituciones que limitaban y vigilaban al poder público, los derechos civiles y los de los ciudadanos.

Desde que asumió la presidencia de la república la señora Sheinbaum, junto con sus cómplices, no han dejado de atentar contra las instituciones democráticas y las que dan seguridad jurídica.

El Judicial de la Federación, que se negaba a rendirse, en la semana que pasó, dejó de ser un Poder; la reforma constitucional y los ataques de la presidenta, lo convirtieron en un poder, con minúscula, lo redujeron al papel de comparsa legitimadora del despotismo, la arbitrariedad y del mal gobierno. El experimento no será gratis. Se hará a un costo que nadie había imaginado: El INE, de inicio, ha pedido más 13 mil millones de pesos para organizar el proceso de elección de los ministros, magistrados y jueces federales.

Esperemos a ver en cuánto saldrá la elección de los jueces locales. Como están de por medio treinta y dos entidades y jueces de diferentes clases, aparte de los de los que integran los tribunales superiores, están los laborales, administrativos, menores, burocráticos, de usos y costumbres, de aguas, pedáneos, de paz y otros, en el nivel local es de esperarse que el costo supere al de la elección federal. Eso repercutirá en las haciendas públicas locales.

Por razón de que, todos los días del año habrá alguien que renuncie, muera, enferme, pida licencia, sea cesado u otras, habrá elecciones todo el tiempo. De no haber elecciones diarias, es de suponerse que las vacantes serán pan nuestro de cada día, en detrimento del servicio de justicia y, por qué no, de los habitantes. Hay que tirar dinero, al cabo nos sobra.

Lo anterior es un gasto que se limita a la organización y realización de la elección de los juzgadores. Esperemos saber en cuánto nos va a salir su instrucción y preparación. Los que ahora se van a la calle, profesionales preparados y conocedores, implicaron una gran inversión para el Estado mexicano. Muchos considerarán que prestarse a una farsa de elección sería en menoscabo de su dignidad y conocimientos. Otro dinero tirado a la basura.

Mientras los nuevos juzgadores: ministros, magistrados y jueces del pueblo no aprendan el oficio, nos tendremos que acostumbrar a vivir sin justicia. Los morenos no tienen conciencia de que todo dominio es aceptado por la ciudadanía que piensa y paga impuestos, por cuanto a que supone que a cambio recibirá buenos servicios, entre otros el de JUSTICIA. Cuando se dé cuenta de que no lo recibe, se hará la pregunta: ¿vale la pena pagar impuestos si no recibo servicios? Si puedo recurrir a un arbitraje privado, a una justicia alternativa ¿para qué quiero los jueces oficiales? Está prohibido a los particulares hacerse justicia por sí mismo y que, para hacerlo, en teoría están los tribunales; si esto no existen o los que hay no funcionan ¿no estoy autorizado, con las precauciones de Ley, hacerme justicia por mi propia mano?

Cuando los particulares tomen conciencia de que no necesitan al aparato gubernativo será el momento en que surja la crisis de autoridad. En un principio el Estado, echando mano del aparato represivo, pudiera hacer frente al descontento, pero llegará el momento en que resulte incapaz para hacerlo; es entonces cuando pudiera haber brotes de violencia.

Con los asuntos públicos se puede jugar de manera irresponsable, como lo está haciendo Morena, por un tiempo limitado. Pero no de manera permanente. Al principio, ante la falta de justicia, los particulares, sobre todo los pudientes y respecto de los asuntos de importancia, tanto nacionales como extranjeros, pudieran convenir en someterse a la jurisdicción de tribunales de otros países. Eso, de inicio, significará la pérdida de soberanía. Con el tiempo, respecto de otras materias, también esos mismos particulares y otros que se les sumen, pudieran recurrir ante instancias ultra nacionales respecto de todo tipo de materias.

De manera imperceptible, en lo interior, el Estado Mexicano dejará de ser instancia necesaria. Eso no lo saben los gobernantes morenistas.

En lo relativo a seguridad pública, desde hace años, con la instauración de la política de abrazos y no balazos, y la salud pública, con aquello de los amuletos y las limpias con gallina negra, la confianza en el Estado, ya estaban destruida desde el sexenio pasado.

El despilfarro, al parecer, seguirá igual; la verborrea matinal no tiene visos de aminorar. El aparentar sigue siendo una forma común de actuar; y la precipitación e irresponsabilidad, hay que reconocerlo, llegaron para quedarse. Nos esperan grandes obras de relumbrón y despilfarro a manos llenas.

Los legisladores morenistas, para no perder la costumbre, son simple levanta dedos y aprobadores. Han convertido su institución: el Congreso de la Unión, en una instancia de ratificación y confirmación. Ciertamente, son diferentes a los legisladores del PRI, ellos obedecen las órdenes rápido, de buen modo y sin chistar. Reclaman para sí tener la máxima calificación en obediencia.

Solo nos falta una expedición punitiva como la que se dio a fines de 1916 y principio se 1917. En esos años penetraron, impunemente, fuerzas armadas norteamericanas en persecución de quien ellos llamaban un bandolero: Pancho Villa. Ahora la acción pudiera enderezarse contra los productores de fentanilo. Desde luego nuestra presidenta dirá: “De los mexicanos nadie se burla; yo estoy para defender el honor nacional y la integridad del territorio nacional”. No hará nada. Nos quedaremos con el golpe. Donald Trump volverá a decir: la presidenta de México se agachó, como lo dijo de Marcelo Ebrard, por no querer mencionar a su amigo AMLO.

Volveremos a los tiempos de Victoriano Huerta: las fuerzas armadas serán mudo e inmóvil testigo de la ofensa que se haga a los mexicanos y de la violación del territorio nacional. El secuestro de narcotraficantes por agentes extranjeros se volverá práctica ordinaria. Nuestras fuerzas armadas, responsables de la seguridad nacional e internacional, no intervendrán, están muy ocupadas en construir carreteras y administrar obras.

A la señora Sheinbaum la veo insegura y de malas. La inseguridad es explicable: está aprendiendo el oficio. El mal humor no: es signo es debilidad.  Cuando se aparta de su discurso ordinario: el pueblo, los que más necesitan, el cambio esperado, y entra a materas que le son ajenas, exhibe su ignorancia, se presenta desconocedora y en no pocas ocasiones desorientada.

Si lo que AMLO, la señora Sheinbaum y Morena querían era pasar a la historia por haber destruido las instituciones democráticas, podemos decir que lo lograron y con creces. Se deben felicitar por haberlo hecho cabalmente, a conciencia y en un tiempo record. Lograron lo que los priistas no pudieron hacer en casi ochenta años de estar en el poder. Tenían razón: no son iguales. Superaron a sus maestros en mañas y desaseo. Siguen siendo priistas. Los que no lo eran, pronto aprendieron a serlo.