A partir de Trump

El triunfo apabullante de Donald Trump, acompañado de su verborrea, el nombramiento de posibles miembros de su gobierno -una suerte de Corte de los Milagros- y sus amenazas -por ejemplo, la imposición de aranceles a las exportaciones de China, Canadá y México a Estados Unidos, que, como se sabe, produjeron la inmediata reacción del primer ministro Justin Trudeau, quien tomó un avión y se plantó en Mar-a-Lago, la residencia en Florida del mandatario estadounidense, con el que cenó y, aparentemente, desactivó la amenaza. Respecto a la presidenta Claudia Sheinbaum, que había conversado con Trump felicitándolo por su triunfo en las elecciones, le envió una carta sobre el tema específico, la que ha sido objeto de innumerables comentarios en nuestro país, y de algunos en el extranjero.

Debo detenerme en el Trudeau “de última hora”, que ha subrayado que Canadá “no es igual a México”, en relación con la inmigración y las drogas y los capos que sufre nuestro país, y se desmarcó de una acción conjunta frente al amenazante estadounidense. Una declaración que, siendo impertinente respecto a México, resulta comprensible por su carácter electoralista, en el escenario político canadiense.

La reacción mexicana a esta y a declaraciones rijosas e ignorantes como la del primer ministro de Ontario Doug Ford, ofendido por medir a su país y al nuestro con el mismo rasero, ha sido, por fortuna, sensata e inteligente: El canciller Juan Ramón de la Fuente ha hecho notar que el binomio México-Canadá tiene frente a Estados Unidos mayor predicamento y fuerza que la relación de uno solo con Washington -lo que es muy de tomarse en cuenta para la revisión del T-Mec de los tres países en 2026.

Para concluir con estos temas y estas realidades tan complicadas para nosotros, recuerdo a los lectores que The New York Times publicó la noticia de que el Cártel de Sinaloa estaría contratando a estudiantes universitarios mexicanos ¡para producir fentanilo!

Entre otros temas que el neoyorkino está usando como propaganda de una presidencia que se anuncia de fuegos de artificio y de golpes brutales, se encuentra el de las dos guerras infames, más publicitadas -aunque haya muchas más sembrando muertes y destrucción: Sudán, Burkina Faso, Somalia, Yemen, Myanmar, que se ha cebado con la “Dama de Birmania”; y, ahora mismo, la contienda en la que milicias kurdo-árabes conquistan localidades en manos del régimen de El Asad en Siria.

Las que llamo guerras infames de Trump, que el personaje anuncia resolverá como por arte de magia, son las de Medio Oriente y la de Ucrania -esta, que el neoyorkino, dice, resolverá “en 24 horas” y Wolodimir Zelensi, el mandatario ucraniano, propone negociar con Vladimir Putin cediendo a Rusia las provincias del sureste y, de jure, Crimea, a cambio de que la OTAN resguarde las fronteras ucranianas del Este. Una propuesta ilusa, o Trump dirá.

Al margen de estos temas y un verdadero caudal que el próximo inquilino de la Casa Blanca trae en la buchaca, me concreto al central de mi artículo: las hegemonías, muy oportuno ante un Estados Unidos: el líder mundial incontestable a partir de la debacle de la Unión Soviética. Que hoy enfrentaría, según más de un experto, otros liderazgos y que la aparición de Trump mostraría -a Estados Unidos- con graves, peligrosas debilidades: la mitad del país entregada a un autócrata, al que todo se le acepta, y exhorta al pueblo a violar las leyes y el mismo Estado de Derecho y al que el pueblo sigue, entre manso y eufórico.

 

 

Hegemonías, liderazgos

La hegemonía, después de hacer notar que Antonio Gramsci fue el primero en estudiarla a principios del siglo XX, la analista española Ana Raya la define como “la capacidad de un Estado de controlar la política internacional a través de su poder económico, militar y normativo sin utilizar la fuerza”. Y -sigue diciendo la experta- “aunque hoy se cuestiona la hegemonía estadounidense y se habla incluso de un nuevo orden internacional chino y del siglo asiático, Estados Unidos sigue siendo el único país con la capacidad y voluntad de ser hegemón (líder).”

“Lo cierto, concluye, es que el orden global está cambiando y no será ya unipolar sino bipolar, con Washington y Pekín a la cabeza, o multipolar, con el ascenso de potencias como India o Rusia. O será un mundo de clubes globales, donde la hegemonía no la tiene un país, sino diferentes grupos de Estados que comparten unas reglas.”

 

El Sur Global: Latinoamérica

Inicio, al hablar de este Sur Global –“de mil cabezas”-, con América Latina y el Caribe, en donde, entre paréntesis, habría que celebrar la ejemplar madurez cívica de Uruguay escenario de un retorno, a través de elecciones, de la izquierda -el Frente Amplio- al gobierno. Con Yamandú Orsi, como presidente, que es, a diferencia de varios gobernantes latinoamericanos surgidos de la izquierda, un promotor -léase bien- de consensos y de acuerdos.

Celebro el triunfo de la izquierda, no necesariamente por su signo ideológico, sino porque tal ejemplo de madurez está siendo raro en nuestra región asolada por golpes de estado “cívicos”, como lo que está sucediendo en la izquierdista Venezuela y en la derecha de El Salvador en manos de un petimetre autócrata; y que es víctima también de dictaduras eternizadas -Cuba y Nicaragua, sin hablar de la mártir Haití.

Para Latinoamérica, “tan lejos de Dios y tan cerca de Occidente” -valga la paráfrasis- aunque en realidad sí somos Occidente, el “extremo Occidente”, como dice Alain Rouquier, resulta difícil ejercer liderazgos mundiales que hagan sombra a Washington o Pekín, por ejemplo. Aunque sí sus “potencias”, Brasil al sur y México al norte, podrían tener mayor predicamento si actuaran de consuno y sin pichicatería. Pero Brasil tiene mezquindades como la de querer arrogarse la representación permanente de América Latina en el Consejo de Seguridad de la ONU y México juega a la displicencia, más norteamericano que latinoamericano… antes del arribo de Trump 2.

Además, hoy la región cuenta con solo un líder de peso internacional: Lula, de casi 80 años. Sin una pieza de recambio, como creo dijo festivamente el expresidente uruguayo Pepe Mujica. Ni entre líderes de la izquierda o de la derecha latinoamericana, capaz de dar a la región peso significativo en el Sur Global. Como líder del Sur Global y/o a través del bloque de los BRICS, al que me referiré más adelante.

El Sur Global: China e India

China, que para la abrumadora mayoría de analistas internacionales es la potencia abocada a desplazar a Estados Unidos como el líder mundial, juega muy inteligentemente su papel, presentándose como parte del Sur Global y aspirando a representar al disímbolo grupo de países que lo integra. Además, para Pekín el Sur Global emerge como un sujeto clave en la competencia entre China misma y Estados Unidos y, en términos más amplios, con respecto a Occidente.

Y en un juego de astucias, la potencia asiática al presentarse como uno de los países del Sur Global, se beneficia de un estatus que concede tratos preferenciales a nivel internacional, como el requisito de acceso a los mercados de la Organización Mundial del Comercio o los préstamos de los bancos multilaterales de desarrollo. A pesar de ser un país de renta media, que clasifica muy lejos de los países “en desarrollo”, que pululan en el Sur Global.

En todo caso, para la destacada investigadora Un Sun, China sería parte del Este Global, concepto al que Pekín se opone. Desde la perspectiva china, tal término “pretende diferenciar a China, Rusia, Corea del Norte e Irán del resto del Sur Global, equiparándolos a una suerte de Eje del Mal”.

En síntesis, el gigante asiático está convencido de su legítimo liderazgo del Sur Global, pero evita mencionarlo y se presenta como un miembro más de la Gran Familia que lo integra. Se ve como proveedor clave de infraestructura y financiación para países en desarrollo del propio Sur Global. Y sabe, además, que su competidor en el pretendido liderazgo de los países en desarrollo es India.

India y China, pues, compiten por el liderazgo del Sur Global y, en esta competencia, ambos países pretenden usar la importante plataforma de los BRICS -que son ya motivo de los odios de Trump, quien amenazó a sus miembros, con aranceles brutales, por intentar sustituir al dólar como la divisa internacional por excelencia, por una moneda BRICS. Este bloque -recuerdo a los lectores- lo integran Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, más Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía.

 

El Sur Global: ¿Y la Unión Europea qué?

Tiempos difíciles son los actuales para la Unión Europea, sin estrategia política inteligente con el Sur Global, mal vista por Trump, sufriendo la infiltración de partidos de ultraderecha, que han sido vencedores de elecciones en sus países y con Caballos de Troya, como Viktor Orbán, el premier húngaro, actuando por su cuenta. Y hoy por hoy el Motor de Europa “desvielado”: Olaf Szoldz, canciller (primer ministro) alemán, debilitado políticamente y el gobierno de Francia a la deriva, con la caída del primer ministro y Macron casi in articulo mortis.