La oposición política en México enfrenta un panorama desolador y lleno de desafíos tras los resultados de las elecciones de 2024. La derrota estrepitosa de la alianza entre PRI, PAN y PRD no solo reafirma la hegemonía de Morena y sus aliados, sino que también desnuda la fragilidad de los partidos opositores, incapaces de articular liderazgos sólidos, propuestas innovadoras y una narrativa convincente para el electorado.
El Partido Acción Nacional, fundado en 1939 como una oposición al régimen posrevolucionario del PRI, es un ejemplo paradigmático de cómo la derecha optó por el camino electoral para manifestar su descontento. Sin embargo, desde su concepción como “los místicos del voto” hasta su consolidación como una fuerza política significativa en la transición democrática, el PAN ha perdido su brújula ideológica y, con ello, su capacidad para ofrecer una verdadera alternativa de gobierno. Mientras tanto, el PRI, que alguna vez encarnó “la dictadura perfecta” descrita por Mario Vargas Llosa, se encuentra atrapado en una decadencia que parece irreversible, afectado por la pérdida de identidad, la corrupción histórica y la incapacidad de conectar con nuevas generaciones.
La transición democrática que comenzó en 1988 y culminó en 2018 fue posible gracias a un acuerdo implícito entre PRI, PAN y PRD, que permitió la alternancia política en un marco de estabilidad. Sin embargo, la llegada de Morena al poder en 2018 rompió este esquema, marcando una nueva etapa en la vida política del país, en la que los partidos tradicionales no han sabido adaptarse ni responder a los cambios sociales y políticos que trajo consigo el proyecto de la Cuarta Transformación.
El fracaso de la alianza opositora en 2024 dejó al PRD fuera del registro como partido político nacional, mientras el PAN y el PRI enfrentan un futuro incierto. ¿Seguirán unidos en una estrategia común rumbo a 2027 o buscarán caminos separados? Más allá de estas decisiones tácticas, el verdadero problema radica en la falta de liderazgos frescos y la ausencia de propuestas que puedan competir con la narrativa y el aparato político de Morena.
México necesita una oposición que trascienda los modelos agotados del siglo XX. Una oposición que no sea solo un “refrito” de los mismos actores y discursos, sino que se erija como un contrapeso real, con una visión de futuro que incluya la justicia social, la sostenibilidad y la modernización económica. Es imperativo que surjan nuevas fuerzas políticas capaces de articular un proyecto alternativo que no solo critique, sino que construya.
El surgimiento de movimientos de centroizquierda o derecha renovada podría ser una oportunidad para replantear el debate político. Sin embargo, para lograrlo, será necesario un proceso profundo de autocrítica en los partidos existentes, acompañado de la apertura a nuevas generaciones y la construcción de plataformas inclusivas. Solo así la oposición podría recuperar su relevancia y desempeñar el papel que la democracia mexicana exige en este siglo XXI. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.
@onelortiz