Cuentan los supervivientes y los cronistas que el sábado 27 de  enero de1945 fue especialmente frío; Europa sufrió hace ochenta años uno de los inviernos más gélidos de la historia, como a propósito, acorde a lo que vivieron muchos millones de víctimas solamente por estar inscritas en una minoría o en un grupo social que el nefando régimen nazi perseguía por no contar con su supuesta “pureza racial”, maldito racismo que originó tanto odio y tanto rencor, que hasta la fecha sigue envenenando la esencia divina del ser humano en muchas partes del mundo.

Aquel día, aproximadamente a las tres de la tarde, el sol en declive, una avanzada de la 332° división de infantería del Ejército Rojo se topaba con una enorme verja en cuya parte superior, con la más insultante de las ofensas, sostenía tres palabras mayúsculas reproducidas en hierro: ARBEIT MACHT FREI (El trabajo libera), frase que se utilizó en otros campos de la muerte nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El portal era la entrada para el mayor campo de exterminio construido por los nazis en Polonia. La fecha quedaría inmortalizada a nivel mundial como el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

El día que llegaron los soldados rusos a Auschwitz solo permanecían 2,819 reos en el horrendo sitio. El legado de inhumanidad que dejó Adolf Hitler para vergüenza eterna de la sociedad que lo cobijó en su país de origen lo pergeñó en su libro Mein Kampf (Mi lucha), en la página 640: “Y por esta razón comenzará la lucha contra la amenaza mundial judía.// y una vez más el movimiento nacional-socialista tiene que realizar la tarea más importante.// Tiene que abrir los ojos de la gente ante la cuestión de las naciones extranjeras y debe recordarles, una y otra vez cual es el enemigo verdadero del mundo actual…debe proclamar la ira eterna sobe la cabeza del enemigo de la Humanidad como el originador verdadero de nuestros sufrimientos”.

Con estas viperinas palabras el Führer convenció a millones de personas que los judíos eran el “verdadero enemigo de la humanidad”; lo peor del caso es muchos otros millones lo siguen creyendo. Por lo mismo, nunca debe pasar inadvertido el día del Holocausto. Nunca más debe ser el lema a seguir. Que no se repita nunca, en ninguna parte del mundo.

Se ha discutido mucho sobre el número total de personas que sufrieron la muerte en Auschwitz. Uno de sus comandantes, en un gesto de soberbia criminal, afirmó a sus jefes alemanes que en el campo se habían ejecutado a dos y medio millones de personas, lo que hasta para el más nazi de los nazis eso supone una estúpida exageración. En un libro soviético de la época stalinista se inflaron las cifras y se omitió la referencia a los judíos. Actualmente, en las primeras décadas del siglo XXI se tiende a situar el número de víctimas entre un mínimo de 800,000 y 1,500,000. Desde nuestro punto de vista, después de comparar muchas obras inglesas, francesas, alemanas y españolas, lo más cercano a la verdad es que la cifra de muertos en el campo de exterminio se encuentra por encima del millón, o sea un millón y medio. En más de un 90 por ciento, las víctimas fueron judíos.

La verdad absoluta, nunca lo podremos saber. Lo que sí se sabe que entre los aliados hubo varias discusiones sobre la conveniencia de bombardear o no Auschwitz, con el propósito de terminar con el centro de la sevicia nazi, pero al final cuentas no se tomó una decisión definitiva al respecto aunque por ejemplo Winston Churchill sí estaba convencido de hacerlo aunque como en otros asuntos de guerra su voz no se impuso ante los estadounidenses y los franceses, pese a que el legendario primer ministro británico denominó como “el mayor y más horrible crimen jamás cometido en toda la historia de la Humanidad”. Así como Primo Levi, el famoso escritor italiano de origen judío sefardí, que fue superviviente de Auschwitz III-Monowitz, escribió que “Auschwitz representó la industrialización de la muerte a escala inimaginable”. La vida humana no significaba nada más que un número tatuado sobre el brazo de una persona indefensa que solo estaba a la espera de ser enviada a la “ducha” donde las víctimas eran rociadas con gas tóxico para, a continuación, ser llevada a los hornos crematorios y desde allí, a las fosas comunes. El infierno.

Para recordar el lunes 27 de enero pasado el octogésimo aniversario de la liberación de Auschwitz, aproximadamente 50 supervivientes de la infamia nazi, regresaron al sitio donde se montó el campamento de exterminio, acompañados de 60 representantes de otros tantos países: entre jefes de Estado, de gobierno, reyes europeos, ministros y diplomáticos, como Carlos III de Inglaterra, Felipe VI de España y sus respectivas consortes, el presidente francés Emmanuel Macron, el canciller alemán, el presidente de Polonia y decenas más. Aunque pudiera parecer que eran bastantes, a cada aniversario son menos los supervivientes, por razones de edad y de salud, y los propios enviados oficiales. La memoria humana es flaca, parece que el Holocausto no es un asunto que le plazca recordar a los hombres. Parece mentira, pero así sucede. Fue notoria, por ejemplo, la ausencia de representantes de Rusia y de ¡Israel! Resulta que tanto Vladimir Putin como, como Benjamín Netanyahu tienen órdenes de aprehensión dictadas por la Corte Internacional de Justicia acusados por crímenes de lesa humanidad en Ucrania y en Gaza.

En México, muchos periódicos y medios de comunicación impresos y electrónicos no le dieron a menor importancia. Aunque parezca increíble. En nuestro país, infortunadamente suceden este tipo de cuestiones y otras peores, que avergüenzan. Pero ese es el que tenemos.

Por su parte, Marian Turski, Tova Friedman, Leon Weintraub y Janina Iwanska fueron los supervivientes elegidos para hablar a nombre propio y de la comunidad judía. Turski, a punto de cumplir su centenario de vida, tiene 98 años, frente a uno de los vagones de ganado utilizados para transportar a las víctimas de Auschwitz, hizo hincapié en un fenómeno que muchos tratan de ignorar: “Hoy estamos observando un fuerte crecimiento del antisemitismo, el mismo que condujo al hombre a cometer el Holocausto”.

Tova, con apenas cinco años y medio cuando fue deportada al campo, pero que mantiene vivo en la memoria imágenes y pensamientos de aquellos tiempos se preguntaba: “¿Soy la única niña judía que queda en el mundo?” Al ver desde su escondite en el campo de trabajo de Starachowice que se llevaban a todos los niños “entre gritos desgarradores de sus padres”. O la primera vez que vio llorar a su padre cuando los separaron, para mandar a su madre y a ella a Auschwitz, y a él, a Dachau. Tova, actualmente de 86 años, denunció una realidad innegable: “Donde nuestros valores judío-cristianos se han visto eclipsados en todo el mundo, por los prejuicios, el miedo, la sospecha y el extremismo, y el antisemitismo galopante que se extiende entre las naciones”. “Ochenta años después de la liberación del campo el mundo está de nuevo en crisis”, por lo que urge a “transformar la violencia, la ira, el odio y la maldad para construir un mundo más humano y justo antes de que estas fuerzas negativas nos destruyan”.

Escritora y terapeuta, aquella niña judía no olvida el humo negro y el olor agridulce que salía de las chimeneas del campo; en sus palabras recuerda: “todos sabíamos de lo que se trataba, qué era lo que se estaba quemando”; tampoco pierde en su memoria los dientes de los pastores alemanes, la paliza que un día le dieron los nazis, y lo que pensaba: “Nunca dejaré que sepan cuánto daño me están haciendo”. Ni el miedo al ver otras niñas de un barracón cercano cuando eran conducidas, escuálidas, muchas sin zapatos en un suelo helado, a la cámara de gas. “¿Seremos las próximas?, se preguntaba.

El más anciano de los supervivientes presentes, Leon Weintraub, de 99 años, declaró que la “conmemoración de la liberación del campo sirva como advertencia contra los movimientos cada vez más ruidosos de la derecha radical y antidemocrática”. Y expresó el dolor que le produce ver desfilar ahora en Suecia —donde vive actualmente-, “con uniformes y esloganes de estilo nazi en marchas por todo Europa”. Ginecólogo de profesión, el superviviente nonagenario denuncia que los “autoproclamados nacionalistas defienden la misma ideología de odio que los nazis alemanes, que ensalzan el racismo, el antisemitismo y la homofobia como virtudes”. “¡Estén atentos y vigilantes! Nosotros los supervivientes comprendemos que la consecuencia de ser considerados diferentes es la persecución activa, cuyos efectos hemos experimentado personalmente”.

Y, como un acto de contrición, que a muy pocos convenció, desde la lejanía, oculto en su residencia invernal moscovita, Vladimir Putin envió un mensaje por la red en el que afirmó que la liberación por el Ejército Rojo del campo de exterminio nazi desveló ante la humanidad la verdad de los crímenes del III Reich. Putin, como muchos otros, son lobos disfrazados con piel de cordero.

Ficha histórica.-  Auschwitz (Oswiecim: ciudad de Polonia situada al sureste de Katowice. Creado en 1940, el campo de Auschwitz se convirtió en el centro de exterminio del sistema hitleriano y agrupó, bajo la dirección de Rudolph Hoess, cuatro campos, ente otros Auschwitz II Birkenau), destinado al exterminio, y Auschwitz III (Buna-Monowitz), donde los deportados seleccionados trabajaban para la fábrica IG Farben. Los primeros internos de Auschwitz fueron polacos considerado peligrosos para la seguridad del Reich (1940); los siguieron prisioneros de guerra soviéticos (1941), entre los cuales se escogieron las primeras víctimas de las cámaras de gas (septiembre de 1941), por judíos de Silesia y de Eslovaquia  (invierno de 1941/42), de Francia, de Bélgica y de los Países Bajos (a partir del verano de 1942), por gitanos (principios de 1943), judíos de Grecia y de los Balcanes (primavera de 1943), de los supervivientes del ghetto de Varsovia, y por los judíos de Hungría (primavera de 1944). Las exterminaciones se suspendieron en noviembre de 1944, pero el campo de Auschwitz contaba aun con más de 60,000 detenidos cuando su evacuación fue decidida, en enero de 1945, ante la aproximación del ejército soviético. Experimentos médicos —qué eran verdaderas carnicerías—, se practicaron en Auschwitz por los galenos que pertenecían a las SS dirigidos por Joseph Mengele.

La bibliografía y filmografía sobre Auschwitz es abundante, se convirtió en un punto de referencia de la literatura, el cine, la televisión y la música del Mundo. No todo es de calidad con bases históricas verdaderas y comprobables, desde antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Son centenares los libros escritos sobre el tema. ¡Ojalá no fueran tantos! Lo mejor sería que este episodio no fuera la vergüenza de la Humanidad. Nunca más. VALE.