Tras hacer efectiva su decisión unilateral de imponer arbitrarios aranceles a sus socios comerciales, el temor de ejecutivos de empresas como Ford, en el sentido de que imponer una cuota arancelaria del 25 por ciento a México y Canadá “abriría un agujero” no solo a la industria automotriz sino a otras ramas económicas, impactando de manera negativa y con efectos inflacionarios a millones de consumidores en la Unión Americana, comenzó a cumplirse.

En solo unas horas, millones de consumidores de regiones del noreste de los Estados Unidos, comenzaron a enterarse que uno de los primeros impactos a sus bolsillos sería un incremento a los precios de las gasolinas de hasta 40 centavos de dólar por galón, pero también en sus recibos de luz.

¿La razón? Que para su abasto, esa vasta región norteamericana depende de los 4 millones de barriles de petróleo que Estados Unidos importa al día de Canadá, lo mismo que para su abasto eléctrico; el país de la hoja de maple respondió con un arancel extra del diez por ciento a los requerimientos energéticos de su pérfido socio comercial, necesidades energéticas a las que México contribuye con 450 mil barriles de petróleo diarios para atender estados de la costa americana ubicados en el Golfo de México.

En fecha reciente y ante las amenazas arancelarias de Trump, la Presidenta Claudia Sheinbaum, ya había señalado que en caso de concretarse las amenazas, se replantearía un redireccionamiento de nuestras exportaciones a otros mercados.

Pero apenas tenía unas horas de entrar en vigor el cobro del 25 por ciento de los aranceles, el Secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, declaró la intención de su gobierno de que los aranceles se ubiquen en un punto intermedio como un compromiso, más que una pausa, con México y Canadá.

El tema es que más allá de cualquier rectificación o no, el gobierno de Trump ha dejado de ser confiable no solo para sus socios comerciales del T-MEC –cuyas reglas no ha respetado—sino para el resto del mundo, al violar los preceptos establecidos por la propia Organización Mundial de Comercio (OMC), a la cual Canadá a planteado acudir para que el mandatario norteamericano respete los acuerdos globales que su propio país impulsó por décadas.

Nuestro país y su desarrollo económico, no pueden depender de los caprichos de un gobernante de corte francamente fascista al que no le importa romper con el orden mundial; y si bien Estados Unidos es el principal socio comercial de México, es hora de que por el bien de nuestra estabilidad laboral y económica, se vuelvan los ojos a otros mercados como Asia, donde China cuenta con un mercado de por lo menos 500 millones de habitantes de clase media, y cuyo poder adquisitivo nada tiene que envidiar al de los norteamericanos.

México cuenta con la capacidad necesaria para buscar acuerdos comerciales con otros países y en tal sentido, los trabajadores y sindicatos independientes como el SME, estamos obligados a cerrar filas con la Presidenta Sheinbaum Pardo y acudir al llamado a la unidad y a la defensa de la soberanía nacional.