Hace pocos días un reconocido historiador mexicano publicó en su leída columna Día con Día un interesante análisis sobre las andanzas y desmanes del presidente estadounidense en turno; tituló su colaboración periodística Trump y la diplomacia de callejón. Acertada analogía entre lo que escribe el autor y los sucesos sobre los que diserta, pero creo que “la diplomacia de callejón no existe”.

Entiendo la idea de Héctor Aguilar Camín pero afortunadamente todavía creo que la DIPLOMACIA es una profesión —o una actividad que incluye los intereses de todo mundo, no solo de los interesados—, a la que en la que en infinidad de ocasiones no se le ha reconocido todo lo que vale para la mejor marcha de las relaciones internacionales. Pese a los cambios, de todo tipo, que ha conocido la humanidad desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918), de la Segunda (1939-1945), y otros enfrentamientos armados en varias partes del globo, hasta el actual conflicto bélico originado por la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, la diplomacia es el camino más efectivo para que este conflicto llegue a su fin sin que la nación abusada pague —más de lo que ya lo ha hecho—, injustamente, las consecuencias del caso.

La diplomacia tal como la definió el erudito y diplomático inglés Sir Ernest Mason Satow, Marqués de Salisbury, en su A Guide to Diplomatic Pratice, cuya primera edición data de 1917, hace 108 años: “Diplomacy is the Application of International Law by Peaceful Means”. Tan claro que es innecesaria la traducción. El libro pontifica que la diplomacia no es una pelea callejera. De ahí mi aserto. Sin embargo, debo reconocer que la era de la “gran diplomacia” no en encuentra en el cénit de su gloria. Desgraciadamente. Los golpeadores llevan la delantera. Y Trump presume de ser el “gran golpeador”.

En las últimas semanas el poderoso presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, en su regreso a la Casa Blanca pretende erigir a Rusia —entiéndase Vladimir Putin—, como vencedor de la contienda, responsable de esta desigual guerra. El magnate intenta imponer sus “deseos” para que el ofensor resulte “inocente” de la invasión que ordenó y que creyó sería como una marcha triunfal. Increíble, pero cierto, EUA aparece ahora del brazo de su vieja enemiga de la Guerra Fría entre 1947 y 1991, cuando el mundo se polarizó en dos grandes bloques, uno alineado con el capitalismo y el otro con el comunismo. Ahora, parece que EUA hace a un lado sus tradicionales aliados, en el Nuevo Continente y en la Unión Europa, a la que califica como un “fastidio”. La Unión Americana frente a Occidente, incluyendo a sus vecinos geográficos: Canadá y México, lo que hace añicos, en los hechos, el tripartita Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), reeditado como Tratado México- Estados Unidos y Canadá (TMEC). Hay optimistas que aseguran que el problema es pasajero. Los hechos demuestran lo contrario.

El caso es que la diplomacia, como muchas otras cosas, no son asuntos que comprenda Donald Trump, su estilo es de “enfrentamiento de callejón, donde gana quien tiene poder”. Mi amigo historiador termina su interesante artículo con estas palabras: “Pocos países tienen cartas para jugar a esta diplomacia de rompe y rasga. Entre las prisas que las tienen se juega en estos días el destino del mundo”.

Esta rápida introducción obedece al bochornoso episodio que tuvo lugar el último viernes 28 de febrero en la histórica Oficina Oval de la Casa Blanca, la residencia oficial del presidente de EUA, el país más poderoso de la Tierra. Los protagonistas, los rudos:  el mandatario magnate Donald Trump y su vicepresidente James David Vance, llamado J. D., contra el “técnico” mal vestido, presidente de Ucrania, pero orgulloso Volodimir Zelenski, antiguo actor profesional. Infortunadamente, con toda su bizarría y el apoyo de bloques geográficos como el de la Unión Europea y de otras naciones que hasta ocho se llamaban del “tercer mundo”, Zelensky no pudo resistir el embate del belicoso magnate y en poco tiempo tuvo que doblarse ante Trump.

Aunque la historia del prepotente país vecino del norte está tachonada con innumerables abusos criminales en contra de los pueblos originarios de la Unión Americana, nadie había visto nada semejante en el despacho presidencial estadounidense. El comportamiento del gobernante —primer expresidente acusado y sentenciado en varias causas judiciales (hasta de abuso sexual que todavía no cumple con lo dispuesto por el juez correspondiente)—, en su calidad de anfitrión, y peor aún el  del impresentable J.D. Vance, no corresponden a funcionarios de la categoría que ostentan, en contra del presidente de un país invadido, al que premeditadamente querían humillar frente a todo el mundo por medio de la transmisión directa que la televisión oficial hacía de la reunión.

El acorralado David frente a los dos feroces Goliat estaba en total desventaja, los poderosos querían arrancarle la firma para poder apoderarse de los recursos minerales que pagarían la “ayuda militar” dada por Washington a Kiev para defenderse de la ilegal invasión rusa. El encuentro parecía un combate de lucha libre patrocinado por la WWE (World Wrestling Entertainment). Las emociones, el espectáculo, la calidad exagerada de cada momento fue justo lo que aportó el sensacionalismo de lo que el propio Trump calificó como “un gran espectáculo de televisión”, materia que presume si sabe conducir. El episodio se había preparado de antemano, como lo refirió el senador republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham, “este es Donald Trump, negociador y pacificador a la vista”, pues el mandatario había presumido de un acuerdo previo con Zelensky para crear un “fondo de inversión conjunto” al que Ucrania aportaría 50 por ciento de todos los ingresos obtenidos de sus recursos naturales”. En otras circunstancias el acuerdo quizás debía celebrarse y anunciarse, pero no en esa reunión a la que el ucraniano asistía prácticamente atado de las manos.

En suma, lo sucedido el viernes en la oficina de Donald Trump fue la revelación clara del fin de una era. La del Derecho Internacional, la de los acuerdos de hombres de Estado, la del uso de un idioma político de altura, la de los dirigentes que sabían cuál era su función y no procedían bajo rabietas infantiles.

Finalmente, el acuerdo no fue firmado porque el invitado fue “corrido” de la sede presidencial. Zelensky, fue el personaje humillado, exhibido por dos matones profesionales” y casi todo mundo calló. Para reconocimiento de varios políticos europeos un buen número de ellos reaccionaron inmediatamente para expresar su apoyo a Ucrania a y a su presidente Zelensky. Convocaron a una reunión en la cumbre para solidarizarse con el país invadido y el mandatario defensor. A dicho encuentro asistió el canadiense Justin Trudeau, otro de los blancos elegidos por Trump y, obviamente no hubo representante de la Casa Blanca. Europa marcó sus límites. El Viejo Continente, como el resto del mundo han sido testigos de que en el corto tiempo que lleva el magnate de regreso a la Casa Blanca —no llega a 50 días—, se ha dado uno de los reacomodos geopolíticos más significativos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Y, aunque muchos no lo advierten, la Tierra vive momentos de gran efervescencia bélica. El número de conflictos activos en el planeta es alarmante. Informes de última hora dan a conocer que hay en curso 56 guerras que involucran a 92 países y el arribo de Trump le agrega gasolina al fuego. El mandatario republicano ha definido —en cuestión de días los polos de influencia que su administración proyecta como el nuevo orden mundial: EUA y Rusia como rectores, y se enfrenta a China, cuya prudencia puede no durar mucho tiempo.

Hay quien piensa diferente, pero, las declaraciones del vocero de la cancillería de la República China, Lin Jian, en Beijing, apenas el martes 4 del presente, presentan un panorama nada halagüeño: “La República de China está lista para una guerra de cualquier tipo con Estados Unidos de América luego del aumento de los aranceles por parte del presidente Donald Trump”. En un mensaje por X, Jian afirmó: “Si lo que EUA quiere es una guerra, ya sea arancelaria, comercial o de cualquier otro tipo, estamos dispuestos a luchar hasta el final…Esto no va a resolver el problema de EUA (el fentanilo) y socavará nuestro diálogo y cooperación antinarcóticos…La intimidación no nos asusta. El acoso no funciona con nosotros, la presión, la coerción o las amenazas no son la forma correcta de tratar con China”.

“En lugar de reconocer nuestros esfuerzos, Washington ha tratado de difamar y echarle la culpa a China —en la crisis del letal fentanilo—, y está tratando de presionar y chantajear al país con aumentos de aranceles. Nos han estado castigando por ayudarlos”, concluyó el vocero.

Por el camino que ha elegido Trump de enfrentar a medio mundo acusando a viejos aliados de “aprovecharse de la bonhomía del pueblo estadounidense” en contra de los propios intereses del Tío Sam, nadie sabe hasta dónde podría llegar en su propósito de mantener la hegemonía internacional de la que ha disfrutado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Guerra Mundial. Ahora EUA parecer variar su rumbo, pero la realidad se impone y en cuestiones internacionales nada dura para siempre. En los dichos y en los hechos. Por lo mismo, con sentido pragmático y haciendo a un lado el orgullo herido el viernes 28 de febrero en la Oficina Oval, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky publicó en redes sociales la propuesta de una tregua con Rusia para suspender los ataques aéreos y marítimos e iniciar pláticas sobre una “paz duradera” bajo el “liderazgo” del presidente Donald Trump. Indica en su mensaje que está listo para trabajar rápido “con el fin de terminar la guerra”.

De hecho, no es ninguna casualidad que Zelensky apresure el paso un día después que el magnate anunciara una “pausa” en el envío de la ayuda militar a Ucrania. El actual presidente ucraniano antes fue actor, lo cual no quiere decir que no tome con la seriedad del caso la Continuación del enfrentamiento bélico si no cuenta con el Apoyo del mandatario de EUA. Hacerlo no sería temerario, sino una locura. Además, aunque todo mundo le reconoció su valentía al enfrentar al presidente y al vicepresidente estadunidense juntos en su principal bastión, Zelenski aseguró que quería “solucionar las cosas” con el republicano tras el acalorado match transmitido directamente por televisión a todos los puntos cardinales de la Tierra.

Para poner punto final al desencuentro, en su discurso ante el Congreso con motivo de su comparecencia anual, el martes 4, Trump citó una carta que le envió Zelensky en la que le dice que “Ucrania está preparada para sentarse a la mesa de negociaciones lo antes posible para alcanzar una paz duradera”. No cabe duda que no hay loco que coma lumbre. Ni el poderoso, ni el débil de esta historia quieren ser señalados como responsables de la chispa que pueda iniciar una Tercera Guerra Mundial. ¡Ojalá que el grave incidente de la Casa Blanca sirva para terminar con una guerra que nunca debió iniciarse! VALE.