La presidenta de la República, la señora Sheinbaum, al parecer, quedó anonadada al ser informada de la recepción que tuvieron los secretarios y demás funcionarios que envió a Washington a recibir instrucciones. Al enterarse de la fría recepción y de las órdenes que ahí le dieron y mandaron por ese amable conducto, se apanicó, para decir lo menos. No supo que hacer y eso que los gritos y las órdenes no vinieron directamente de Donald Trump, sino de sus secretarios y demás funcionarios.
Me imagino qué hubiera pasado si el mismo presidente de los Estados Unidos de América le hubiera dado las órdenes directamente a ella; nuestra pobre presidenta de la República, tan endeble y de débil carácter, al oírlo, si acaso sobreviviera al susto, todavía estaría internada en la sala de terapia intensiva del Hospital Central Militar.
Ella, que no estuvo en la reunión con los norteamericanos, dada la posible crisis de nervios que sufrió, en lugar de asumir la responsabilidad que por mandamiento constitucional le corresponde por el cargo que ostenta, se escondió detrás del secretario de Seguridad Pública Omar García Harfuch y del Fiscal General de la República Alejandro Gertz Manero; dejó que ellos, que son hombres, hicieran frente a la situación.
Al saber de los gritos de los empleados del presidente Trump nuestra presidenta se espantó, se olvidó de la cabeza fría, del Himno Nacional, de los mexicanos nadie se burla y se escondió. Alguien dirá: con esos gritos cualquiera se espanta y, con mayor razón, una mujer. Les doy la razón.
La presidenta de la República, mal asesorada o por ser esa su naturaleza, se hizo a un lado y dejó que sus subordinados arreglaran el entuerto; no se quedó callada: pronunció un juicio general: en el traslado de los reos, no extradición, se actuó de esa manera en razón a la corrupción generalizada que se observa entre los jueces. Eso mismo lo ratificaron García Harfuch y Gertz Manero.
Eso, aparte de ser un juicio general inaceptable, no es propio de alguien que se entiende que está para hacer cumplir las leyes y auxiliar a los jueces en el cumplimiento de sus determinaciones. Si sabe de actos concretos de corrupción entre los jueces, debió y debe hacerlos del conocimiento del Fiscal General para que procediera como en derecho corresponde. Eso sería actuar de manera institucional.
El proceder de ella y de sus subordinados en lo relativo a los jueces sienta un mal precedente: Bajo el mismo supuesto: corrupción, los jueces, por su parte, podrían verse tentados a no cumplir las órdenes y los decretos que emita la presidenta de la República, alegando que en su administración prevalece una corrupción generalizada, lo que pudiera ser cierto. Los particulares, por nuestro lado, pudiéramos negarnos a pagar impuestos, invocando una razón: que en la Administración Pública Federal existe una corrupción generalizada y un manejo irresponsable de los impuestos que pagamos, lo que evidentemente es cierto, Segalmex y Pemex son dos botones que lo demuestran.
Juzgar, a priori, sin pruebas y sin seguir un proceso para cada caso, sería el caos y la destrucción del principio de autoridad y de seguridad jurídica. A la presidenta Sheinbaum no le es dado juzgar de la conducta de los jueces y, con base en un juicio ilegal, negarse a cumplir sus determinaciones.
A los particulares, dado el estado de indefensión en que nos encontramos debido a la falta de un Estado de Derecho, únicamente nos es dado hacer lo que disponía Carlos Francisco de Croix, conocido como el marqués Lacroix: Sabed que habéis nacido para callar y obedecer, …”
Según declaración expresa de Omar García Harfuch el traslado y la entrega de los reos se hizo sin intervención de la presidenta de la República. Si ello es cierto, es algo grave. En una de esas, ese mismo secretario, como se manda solo, por sí y sin la anuencia del Congreso de la Unión, también pudiera suspender los derechos humanos y otorgarse facultades extraordinarias para legislar.
También es posible otro escenario: en una de esas y el secretario de Seguridad le dijo: si a ti te da miedo dar la cara ante los gritos de los funcionarios de Trump y el cumplimiento de la orden que recibimos, yo la doy y tú escóndete; y ella, a pesar de aconsejar tener la cabeza fría, aceptó el consejo.
Como lo vimos recientemente alguien no se espantó por los gritos que directamente y en su cara le lanzaron Donald Trump y el vicepresidente James D. Vance: se llama Volodimir Zelenski y es el presidente de Ucrania, un país invadido y en guerra; se enfrenta dignamente a una superpotencia. Mucho por él. México necesita alguien que esté hecho de esa madera.
A estas alturas, después de ver lo que sucedió, algunos con espíritu machistas se estarán diciendo: cómo se me fue a ocurrir votar por alguien que, además de ser mujer, es timorata, que a los primeros gritos se espantó y escondió, sin saber que hacer. Esa es la triste realidad.
Algo bueno pudiera resultar del traslado de los veintinueve reos: en una de esas a alguno de ellos se le ocurre decir, por ser verdad o sólo por fastidiar, que AMLO es el capo dei capi. Eso, aparte de producir un escándalo mayúsculo, sería el fin de Morena, de AMLITO y de toda esa banda de vividores con cargo al presupuesto público. La señora Sheinbaum sería la primera en decir que mi administración no tiene nada con él, que la Justicia llegue hasta donde debe llegar y yo ni lo conozco.
Morena, partido de un sólo hombre, moriría para el caso de que, como se afirma, AMLO fue subvencionado por el crimen organizado en sus campañas para llegar a la presidencia de la República. Si ese fuera el caso, muchos estarían de acuerdo en que sea trasladado, sin mediar autorización judicial, a alguna de las cortes judiciales de los Estados Unidos de América y, de resultar culpable, que pase el resto de su vida aprendiendo inglés en un centro penitenciario norteamericano. No es mucho pedir; debemos recordar que AMLO, infructuosamente, movió mar y tierra para que Genaro García Luna, secretario de seguridad del presidente Felipe Calderón Hinojosa, incriminara a éste con el crimen organizado.

