Aunque muchos parecen no advertirlo, el mundo está en un tris de enfrascarse en gravísima conflagración de consecuencias impredecibles. Alguien, que todo mundo conoce, está jugando con fuego. Y, ya se sabe, él o los que con lumbre consumen sus energías, quemados terminan. Si estos tragafuegos fueran los únicos que resultaran quemados, el asunto no trascendería, pero se da el caso que en esta ocasión no habría amianto suficiente para controlar el incendio. No habría bomberos ni agua para apagar esta conflagración. Los tiempos que vive la humanidad son turbulentos, acordes con la contaminación ambiental: cada vez más, las catástrofes naturales no encuentran valladar que las detenga. Ni qué decir de las que provoca el ser humano. Parece que estos son los momentos idóneos para destruir lo que el propio hombre ha logrado.
Para el caso que nos ocupa, como dice la versión latina de la Biblia: “Deus creavIt caelum et terram intra sex diez (Dios creo el cielo y la tierra en seis días)”. Y al estrafalario magnate, actual presidente de Estados Unidos de América (EUA), Donald John Trump, le han bastado poco más de dos meses para destruir el orden internacional comercial (es decir las reglas que han mantenido aceptable convivencia pacífica, que no la paz, en la Tierra desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945), por medio de sus “órdenes ejecutivas” para implantar aranceles que le permitan restablecer lo dispuesto en su campaña electoral: “Make America Great Again” (MAGA: Hacer a EUA grande otra vez”). Grandeza que según Trump perdió la Unión Americana porque “muchos países del mundo han abusado de ella. Sólo el hombre naranja y sus obnubilados seguidores pueden creer esta absurda idea. Si todo quedara en proclama política, vale, pero resulta que Trump hace las cuentas del gran capitán y al ordenar esos aranceles inicia una “guerra comercial” que se podría convertir en otro tipo de enfrentamiento, más destructivo, y generalizado.
Primero fueron los aranceles; lo delicado del caso es lo que estos pueden originar. Nadie —ni Trump, ni ninguno de sus compañeros de oficio, llámense presidente, primeros ministros, cancilleres o como gusten—, pueden asegurar que de los aranceles no se pasen a las armas. El empresario neoyorquino en el fondo es una mala réplica de un pistolero del viejo oeste, que ni es buen tirador, pero si un abusivo que trae al cinto un revólver de mayor calibre. Es pocas palabras, es un gigantón prepotente que recula cuando el adversario es más hábil, más hablador o menos timorato.
Y ojalá todo se redujera a un duelo hollywoodense; lo trágico es que a nivel de naciones, muchos ejércitos cuentan con armamento sofisticado: bombas potentes, miles de veces más destructivas que las que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki, misiles, drones, e incluso armas bacteriológicas que el Tío Sam ha utilizado en guerras como Viet Nam (conflicto que por cierto perdió), y en otros lugares del planeta. El poderío marítimo estadounidense es poderoso, pero lo mismo se asegura de China, de Rusia, y de otras potencias del viejo continente. Lo escabroso de los conflictos bélicos es que se sabe cuando empiezan, pero no cuando pueden terminar. Lo que sucede ahora es un posible caso. En un descuido, no vaya a suceder que la “guerra comercial”, desatada por Trump se convierta en una guerra generalizada. That is the question…
Parafraseando humildemente, con perdón, la frase de la obra Julio César del bardo de Avon: “Cuidado con los idus de marzo”, ahora puede decirse: “¡Cuídate de los idus de abril!”, pues en plena racha de poder, eufórico, ensoberbecido, porque sabe que tiene al mundo de cabeza, Donald Trump presumió en la noche del martes 8 del mes en curso que dirigentes de muchos países lo habían buscado “de manera servil”, para besarme el trasero” con el propósito de negociar una baja en los aranceles, que entrarían en vigor en el primer minuto del miércoles. Incluso varios republicanos musitaron que el magnate ya había perdido la brújula.
De acuerdo a lo difundido por la cadena televisiva CNN, el presidente Trump afirmó, durante una cena con un grupo de sus leales republicanos: “Estos países nos están llamando. Me están besando el trasero. Se mueren por llegar a un acuerdo”. Aunque el jefe de la Casa Blanca no identificó a ninguno de los eventuales autores de esas llamadas, los describió como básicamente serviles para evitar los nuevos impuestos: “por favor, por favor señor, llegue a un acuerdo. Haré lo que sea, señor”, aseguró que le dijeron los dirigentes extranjeros. Los comensales, eran miembros del Comité Nacional Republicano del Congreso (NRC), legisladores de su partido.
Durante la misma cena, Trump no perdonó ni a sus propios legisladores e ironizó sobre los que tienen alguna duda sobre los aranceles de marras. “Ya veo a algún republicano rebelde, de esos que quieren pavonearse y que dicen que ‘el Congreso debería encargarse de las negociaciones con los extranjeros’. Les digo que ustedes no negocian como yo”.
De acuerdo a la website Daily Beast, Trump aludía a que las negociaciones de los aranceles continúan sobre la mesa a pesar de las versiones contradictorias de su administración durante los últimos días sobre la permanencia o no de los mismos.
Es evidente que el mandatario “naranja” actúa como si EUA fuera el eje del mundo —amén que muchos piensan lo mismo, a la fuerza o por simulación—, aunque otros como Luz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil, afirme que su país mantendrá “el equilibrio” frente a las decisiones del dirigente estadounidense a quien se refirió como “un ciudadano que se cree capaz de dictar reglas para todo lo que pasa en el planeta”.
El dirigente brasileño se dijo convencido, en una convención de la industria de la construcción celebrada en Brasilia, que la política arancelaria del jefe de la Casa Blanca que afecta a casi todo los países “no puede salir bien, pues nadie puede jugar a que el mundo no existe”.
Pero, el estadounidense sigue moviendo la ruleta de los aranceles y de acuerdo a sus amenazas anteriores, resolvió elevarlos a la República China hasta por 104 por ciento (¡!) a partir del primer minuto del miércoles 9 de abril, como respuesta a la contestación de Pekín contra sus incrementos previos. El anuncio de Washington fue hecho por la portavoz de la administración estadounidenses, la joven Karoline Claire Leavitt, de 27 años de edad, a la cadena Fox Business Network, el canal de noticias por cable preferido por Trump.
El magnate suele “cumplir” sus amenazas, como en este caso, pues la semana pasada advirtió qué si el gobierno chino no retiraba sus aranceles recíprocos de 34 por ciento para el mediodía del martes 8, implementaría a partir de la medianoche del siguiente día un incremento adicional de 50 por ciento, lo que aumentaría los aranceles sobre las importaciones chinas hasta104 por ciento.
En ese sentido, el empresario neoyorquino continúa con sus movimientos de ajedrez seguro de que China quiere un acuerdo “desesperadamente”, pero consideró que no sabe por dónde empezar a negociar, agregando que la Casa Blanca esperaba la llamada del presidente chino, Xi Jinping. En este sentido, el magnate no baja de su pedestal, y cree que todos los mandatarios deben doblar la rodilla o dar el primer paso cuando quieren dialogar con él.
Postura que replican sus subordinados en la administración. Así, la jovencita Karoline Leavit agregó en su declaración a la Fox Business: “Los países que, como China han elegido responde y redoblar su apuesta por el maltrato a los trabajadores estadounidenses (sic) están cometiendo un error…Trump tiene una resistencia de acero y no se va a quebrar. Los chinos quieren llegar a un acuerdo, sólo que no saben cómo”. Con esa falta de tacto, la vocera ignoró los mensajes de firmeza y de rechazo hacia la postura estadounidense que le han enviado al Tío Sam desde el país de la Gran Muralla.
Asimismo, Lin Jian, el portavoz del Ministerio de Exteriores de China aseguró en Pekín que las acciones de EUA “no reflejan una voluntad genuina de entablar un diálogo serio”, en medio de la escalada de amenazas y contramedidas arancelarias entre las dos mayores economías del globo.
El vocero pekinés enfatizó: “Si EUA realmente quiere dialogar, debería mostrar una actitud de igualdad, respeto y beneficio mutuo. Si Washington insiste en una guerra arancelaria o comercial sin tomar en cuenta los intereses de ambos países y de la comunidad internacional China estará preparada para llegar hasta el final”. Agregó Lin Jian que “la soberanía, seguridad e intereses de China no son negociables”, tal y como lo han hecho la gran mayoría de los países afectados por la subida de aranceles estadunidenses. Aseguró que su país “continuará tomando medidas firmes y contundentes para proteger sus derechos”.
El ministerio de Comercio de la República China aclaró en un comunicado que la imposición de los “llamados aranceles recíprocos” por parte de Washington a su país es “Completamente infundada y es una práctica típica de intimidación unilateral. La amenaza de Trump de aumentar los aranceles en nuestra contra es un nuevo error y expone una vez más su naturaleza extorsiva y China jamás la aceptará”.
Mientras las bolsas del mundo colapsan, los multimillonarios estadounidenses cercanos a Trump pierden miles de millones de dólares y en veintenas de ciudades de la Unión Americana miles y miles de personas se manifestantes en contra de las medidas de expulsión de sus trabajos federales, ¿cómo pasó el fin de semana el magnate? como siempre, jugando partidas de golf en la Florida. Después retornó a la Casa Blanca a bordo del Air Force One, en tanto la economía hacía aguas por todo el mundo con la palabra zozobra en la boca. Y el lunes recibió en la oficina Oval al equipo de beisbol Dodgers de Los Ángeles, California, por su victoria en la Serie Mundial de 2024 y elogió efusivamente la actuación de la novena angelina y particularmente a la superestrella japonesa Shohei Ohtani, del que aseguró que “tiene buen futuro”. Y como no, si acaba de firmar como agente libre por diez años y 700 millones de dólares, que en su momento fue el contrato más grande en la historia del deporte profesional.
A las protestas del fin de semana en las calles de varias de las urbes más pobladas de USA, se suman cada vez más voces, incluso dentro de la propia administración, que ponen en duda las supuestas bondades de la guerra arancelaria que el empresario neoyorquino inició el pasado 2 de abril y que mantienen el mundo en vilo. Muchos analistas hacen referencias a una posible conflagración mundial debida a las órdenes ejecutivas de Donald Trump. Y los biógrafos del reelecto presidente aseguran que su héroe no se retracta ni pide perdón. VALE.



