AMLO, hace muchos años, refiriéndose al gabinete de un presidente de la República en turno, lo calificó de ser un gabinete Montessori; al no haber jefe, los ministros hacían lo que le venía en gana; lo que se le antojaba. Pudo haber sido una de sus tantas habladas.
Hemos vuelto a esos tiempos. El gabinete de la señora Claudia Sheinbaum también puede ser calificado de ser un gabinete Montessori: en él nadie hace nada y los pocos que hacen algo no es por sus indicaciones, simplemente le informan que lo hicieron: ese es el caso del secretario de Seguridad Omar García Harfuch.
Lo anterior es así por muchas razones, todas son hipotéticas: no reconocen cabeza visible; no tienen quién los mande o controle; o, sí lo tienen, está muy lejos: es como Dios: está en todas partes, pero en ninguna lo pueden ver.
La descomposición política es generalizada: comprende a toda la Administración pública Federal: gabinete y las demás dependencias. Los legisladores morenistas al Congreso de la Unión, no tiene pastores y los que supuestamente se desempeñan como tales, más están para actuar como se les da la gana, que es lo mismo que esperar las órdenes de Palenque, en el estado de Chiapas, que a acatar las instrucciones presidenciales.
El que la señora Sheinbaum se haya encerrado en la oficina de la Secretaría de Gobernación dos horas para tratar lo del plantón de la CNTE, sin la presencia del secretario de educación pública Mario Delgado, es signo de que no algo, sino mucho anda mal, tanto en la cabeza de la presidenta, como en la de la secretaria de Gobernación
La falta de obediencia y operatividad del gabinete presidencial pudiera deberse a algo que corre como una conseja general y reiterada: una buena parte del gabinete debe su nombramiento a imposiciones de AMLO y que, por esa razón, sólo a él reconocen como autoridad. No me atrevería a decir que acuerdan con él, como le sucedió a Pascual Ortiz Rubio, en la etapa de nuestra historia política conocida como pelelista.
El secretario de Educación Pública Mario Delgado es quien debería enfrentar el problema de la CNTE. No ha podido o no lo dejan. Al parecer está apanicado ante la gravedad de los hechos o, en el mejor de los casos, no sabe qué hacer.
En el pasado, las manifestaciones de los maestros se enfilaban a las calles de Argentina y Donceles, donde tiene sus oficinas el secretario de Educación. Sobre las calles de Argentina se plantaban los campamentos magisteriales. Los líderes y miembros de la CENTE no pusieron su plantón en el lugar habitual, ahora lo hicieron en el zócalo, frente Palacio Nacional y calles aledañas. Su mensaje es claro: el nuestro problema es político, no docente. Los líderes de la CNTE imponen la agenda y los tiempos.
Aunque estamos en el primer año del sexenio de la señora Sheinbaum se impone que haga una reorganización del gabinete. La indefinición no puede prolongarse. Debe comenzar por aceptar las renuncias de alguno de los secretarios que le impuso AMLO y que debieron haberle firmado al tomar posesión del cargo. No es exagerado decir que salen sobrando casi todos.
A pesar de que se aprobaron las reformas que tienen que ver con la no reelección de los legisladores y las que frenan el nepotismo, el senador Gerardo Fernández Noroña hace lo que se le antoja; no reconoce como jefa a Claudia Sheinbaum. Se siente presidenciable y, en una de esas, ante la falta de control y por sus propios méritos, llega a figurar entre los tres últimos finalistas.
Clara Brugada, que también quería que la voltearan a ver en el 2029, a estas alturas sólo aspira a que la desliguen de las sospechas que existen respecto de su administración, con motivo del asesinato de dos de las personas más allegadas a ella. Un amigo se atrevió a decir que huele a gallina rostizada.
Funcionan Omar García Harfuch y Marcelo Ebrard; el primero, si no fuera por qué con mucha anticipación tiene puestos los ojos en el 2029, sería un magnifico servidor público.
Omar García Harfuch sabe que, por equidad de género, para ese año, Morena debe presentar a un hombre como candidato a la presidencia de la República y en los actuales momentos los varones que ocupan posiciones relevantes o fueron nombrados por AMLO y, por lo mismo, responden ante él de su actuación y están para obedecer las consignas que les dejaron o para seguir las instrucciones que reciban por interpósita persona. No hay de dónde echar mano.
Nunca en el partido oficial se había abierto el juego sucesorio con tanta anticipación. Llegábamos al quinto año de un sexenio con el Jesús en la boca, haciendo conjeturas y apuestas respecto de quién era el bueno.
AMLITO más debe estar preocupado por quitarse las sombras de corrupción que lo persiguen, que en atender los sueños guajiros que tuvo y tiene su papá.
Claudia Sheinbaum se ve preocupada. No sabía en la que se iba a meter. En política, aún cuando lo supiera, valía y vale la pena haberle entrado al reto, aún a sabiendas de que no iba a poder con el paquete.
Qué pena que las cosas se presenten tal como lo he descrito. Nunca en la historia reciente se había dado una concentración de poder tan grande en una sola persona, como la que se presenta actualmente, más la que derivará de la elección de ministros, magistrados y jueces a celebrar el primero de junio, y todo para nada. La presidenta se muestra incapaz de controlar a los legisladores al Congreso de la Unión, a su gabinete, a muchos gobernadores de los estados y, al parecer a los nuevos juzgadores; éstos pudieran terminar respondiendo ante quien los propuso o financió su campaña: al parecer algunos grupos de presión y, entre ellos, la delincuencia organizada.
La presidenta de la República no sabe qué hacer y cómo usar ese poder que se ha concentrado en sus manos. Ironía de la vida: lo tiene todo y no sabe qué hacer con él. Su discurso de que México es el país más democrático del mundo, aparte de que o es cierto, pronto se verá que será usado por quienes sí saben para qué sirve.

