El asesinato de Valeria Márquez fue difundido en vivo a través de su cuenta de TikTok, pero reproducido en X (antes Twitter) por personas que buscaban lo mismo ganar interacciones que saciar el morbo de un público ávido de este tipo de materiales.
Ya antes habíamos visto como en redes sociales se difundían, sin ninguna moderación, las imágenes de cuerpos destazados, incluso la cabeza encima del toldo de un auto del alcalde de Chilpancingo en Guerrero, así como los videos de cárteles en los que los mismo mostraban prisioneros torturados o ejecuciones sumarias.
Más recientemente, el caso del homicidio de la secretaria particular de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, y un asesor del mismo que la acompañaba, regresó a la conversación pública el debate sobre el impacto en la percepción social de la violencia en México.
Contexto de la violencia en México
México enfrenta una crisis de violencia persistente, con tasas de homicidios que han alcanzado niveles alarmantes en las últimas décadas. Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE), el impacto económico de la violencia en el país asciende a 277.6 mil millones de pesos anuales, reflejando no solo los costos materiales, sino también el daño emocional y social.
En este contexto, las redes sociales se han convertido en un medio omnipresente para la difusión de información, incluyendo imágenes y videos de actos violentos, como los mencionados casos de Valeria Márquez y la secretaria particular de la jefa de gobierno. Estos eventos, ampliamente compartidos en plataformas como X, TikTok y Facebook, han expuesto a amplios sectores de la población a representaciones gráficas de la violencia.
Y tanta difusión nos lleva a la desensibilización, es decir, a la reducción de la respuesta emocional ante estímulos repetitivos, en este caso, imágenes o videos de violencia. Estudios psicológicos han demostrado que la exposición repetida a contenido violento puede disminuir la empatía y la percepción de gravedad de los actos violentos.
Un estudio publicado en 2024 por la Universidad Europea de Madrid, señala que “a una mayor exposición a contenido violento en redes sociales, mayor es el grado de desensibilización a la violencia de los sujetos”.
En el caso de los asesinatos mencionados, la viralización de videos e imágenes relacionadas en plataformas digitales expone a los usuarios a representaciones crudas de la violencia.
Impacto en la sociedad mexicana
La normalización de la violencia en redes sociales tiene efectos profundos en la sociedad mexicana. En primer lugar, la desensibilización puede erosionar la capacidad de la sociedad para responder de manera efectiva a las tragedias. De acuerdo a un análisis reciente del portal Estado Red se destaca que “la desensibilización tiene efectos negativos en la capacidad de la sociedad para responder a las tragedias de manera efectiva”. Esto se manifiesta en una menor movilización social frente a casos de violencia, ya que la exposición constante puede generar apatía o resignación.
En segundo lugar, la exposición a la violencia en redes sociales afecta la salud mental de los usuarios. La literatura indica que la visualización de contenido violento puede generar ansiedad, estrés postraumático y sentimientos de inseguridad, particularmente entre los adolescentes, quienes son usuarios frecuentes de estas plataformas. En México, donde el 70% de la población utiliza redes sociales, según datos de DataReportal, el impacto en la salud mental es un problema significativo. La constante exposición a imágenes de asesinatos, como los casos mencionados, puede reforzar la percepción de un país en crisis, aumentando la desconfianza en las instituciones y en la comunidad.
En tercer lugar, las redes sociales pueden amplificar la violencia de género, un problema estructural en México.
Factores culturales y tecnológicos
El fenómeno de la desensibilización no puede entenderse sin considerar el contexto cultural y tecnológico de México. Culturalmente, la violencia ha sido históricamente representada en medios como el cine y la televisión, pero las redes sociales han democratizado su difusión, permitiendo que cualquier usuario comparta contenido sin filtros. Esta falta de regulación, combinada con algoritmos que priorizan contenido sensacionalista para maximizar la interacción, crea un ciclo en el que la violencia se convierte en un espectáculo.
Además, la rapidez con la que se difunde la información en redes sociales reduce el tiempo para procesar emocionalmente los eventos. En el caso de los asesinatos mencionados, la inmediatez de las publicaciones en X y otras plataformas generó una avalancha de contenido que, aunque inicialmente buscaba generar conciencia, terminó diluyendo la gravedad de los hechos en un mar de opiniones y especulaciones.
La desensibilización social ante la violencia tiene implicaciones profundas para la cohesión social y la seguridad pública. Una sociedad desensibilizada es menos propensa a exigir justicia o a participar en iniciativas para combatir la violencia, lo que perpetúa un ciclo de impunidad. Además, la normalización de la violencia en redes sociales puede desincentivar la empatía hacia las víctimas, dificultando la construcción de una sociedad más solidaria.
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