La física nuclear moderna logra lo que la alquimia medieval solo soñó: transformar plomo en oro, usando aceleradores de partículas en el CERN, en Suiza.

En el CERN, núcleos de plomo son acelerados al 99.999993% de la velocidad de la luz, generando interacciones electromagnéticas que expulsan protones y crean oro.

Este proceso, conocido como disociación electromagnética, convierte el plomo (82 protones) en oro (79 protones) al “arrancarle” tres protones, un fenómeno que no es magia, sino ciencia pura.

Entre 2015 y 2018, el experimento ALICE del CERN produjo 86 mil millones de núcleos de oro, pero esto equivale a solo 29 picogramos, una cantidad tan pequeña que no se ve a simple vista.

El oro creado es inestable: sus isótopos radiactivos decaen casi de inmediato o se destruyen al chocar con las paredes del acelerador, haciéndolo inútil para joyería o fines comerciales.

Aunque no sirve para generar riqueza, este experimento revela secretos del universo temprano, como reacciones fotonucleares y estructuras nucleares, según el artículo publicado en Physical Review C (2025).

La idea de transmutar metales tiene raíces históricas: los alquimistas buscaban la “crisopea”, pero sus métodos químicos nunca funcionaron; hoy, la física de alta energía lo hace posible.

Este avance no cambiará la economía, pero sí nuestra comprensión del cosmos, demostrando que la ciencia puede hacer realidad antiguos mitos de una manera inesperada.