En memoria de Violeta Chamorro, Presidenta de Nicaragua,

Patriota y persona buena

Este artículo, que comienzo a elaborar el miércoles 18 de junio, estoy concluyendo el jueves y se publicara el domingo 22, tiene ante sí una agenda convulsa que corre el riesgo de restar actualidad a lo que yo escriba. Una agenda que irá conformándose y cambiando según lo que discutan los “Bad Hombres”, como los llamaría Trump en su debate de octubre de 2016 con Hillary Clinton.

“Bad Hombres”, que en mi artículo serían, el propio Donald Trump, Benjamín Netanyahu, Ali Jamenei y Vladimir Putin, para empezar. Y añadiría a una “Bad Mujer”, Kristi Noem, racista, calumniosa, escandalosamente servil con su patrón, Donald Trump. Quiero decir, sin embargo, que, ante lo informado por los medios, sobre la hospitalización de emergencia de la señora Noem por una alergia, le deseo una pronta recuperación.

El mandatario estadounidense no necesita carta de presentación como “Bad Hombre”. Sí, en cambio, vale la pena traer de nuevo el comentario de mi artículo anterior en el sentido de que este personaje tan reaccionario no es insólito en la política y en la sociedad estadounidense. Dije que Marc-Oliver Behrer, en un interesante artículo en Le Monde (31 de mayo último) nos descubre las realidades de un país con amplios estratos de la sociedad iliberales: racistas, rabiosamente anti inmigrantes, contrarias al libre comercio, a la liberación de las costumbres, al feminismo, etcétera, etcétera, etcétera.

Tampoco requiere presentación el resto del cuarteto: Netanyahu matando de hambre, enfermedad y masacrando palestinos, coludido con partidos políticos y comunidades extremistas, en acciones genocidas. El ayatolá Jamenei a la cabeza de una dictadura teocrática, sin libertad de conciencia y sometiendo a la mujer, hasta en la vestimenta -con una “policía de la moral”, que no ha vacilado en castigar las faltas, como salir a la calle sin cubrirse la cabeza con un velo, hasta con la muerte de las mujeres que las cometen. El camarada Vladimir Putin obsesionado en la reconstrucción imposible del imperio de la Unión Soviética, destruyendo países para apoderarse de ellos -además de países euroasiáticos, el ejemplo elocuente es Ucrania- y sufriendo el síndrome del anti-occidentalismo, no se acomoda a convivir con Occidente -Europa, o sea la UE, Bruselas-, aunque parece tener pactos extraños, ¿sin pies ni cabeza?, con Trump. Quien, por cierto, dijo que el G7 debería volver a incorporar entre sus miembros ¡a Putin!, aunque Rusia fue expulsada del Grupo cuando en 2014 invadió y se apropio de la Península de Crimea.

Es obligado mencionar, en el presente artículo a esta Cumbre del G7, recién concluida, en Canadá, para agradecer la fortuna de que se haya cancelado la reunión Trump-Sheinbaum, de enormes riesgos para México -aunque entre analistas mexicanos haya también quienes hubieran preferido que los mandatarios hubieran conversado en un escenario “más público”, en el que la presidenta mexicana no fuera el único foco de atención del estadounidense.

Al margen de ello, es de desearse que los contactos de la presidenta con el anfitrión Canadá y con europeos, asiáticos, etc., den la pauta para crear o, en su caso, fortalecer mecanismos de cooperación, con énfasis en lo comercial que permitan diversificarnos, ahora que nuestro socio privilegiado nos voltea la espalda -y nos apuñala. Con la Unión Europea, por cierto, tenemos ya un ambicioso acuerdo de cooperación, que debe renovarse, pero el gobierno ha olvidado cabildear para “revivirlo”, un cabildeo en el que tendríamos el apoyo valioso de España, si nos olvidamos de las ridículas exigencias de que los españoles pidan perdón por “los crímenes de la Conquista”.

Todavía, al hablar de la Cumbre, un buen número de analistas coincide en señalar que hoy el multilateralismo enfrenta crisis ante la renuencia de líderes -no solo Trump, sino gobernantes europeos y de otras latitudes- de aprovechar el andamiaje, las estructuras del multilateralismo que han funcionado, mal que bien, durante décadas.

Me circunscribo ahora a los temas centrales de este artículo: la guerra en peligro de serlo en toda forma, entre Israel e Irán. Asimismo, las infames guerras, que no terminan, de Israel en Gaza y las tierras de Palestina y los palestinos; y la guerra en Ucrania, a raíz de la invasión de Rusia.

La guerra en Ucrania es un escaparate ostentoso de uno de los ridículos y de la ineficacia de la política exterior de Donald Trump. Como la burra de la canción: “un pasito p’adelante y dos pasos para atrás”, el conflicto que el estadounidense ofreció “resolver en 24 horas”, continúa, con saldos de miles de muertos -militares, civiles incluidos niños ucranianos, y también rusos y mercenarios.

Un escaparate que muestra a Volodymyr Zelenski, primer ministro ucraniano, humillado, Putin escurridizo, Trump profiriendo amenazas y la Unión Europea dividida, tanto respecto a la inversión que los miembros del Club habrían de erogar para proteger militarmente las fronteras de Kiev con “el enemigo”, como en sus relaciones con éste -hay gobiernos europeos que tienen estrechas relaciones con Putin, por ejemplo, Viktor Orbán, el premier húngaro.

El tema de Gaza es, igualmente, dramático e indignante: El grupo terrorista Hamas, gobernante de la Franja de Gaza, echó a andar la llamada Operación Inundación de Al-Aqsa, con ataques coordinados desde la Franja a Israel, el 7 y 8 de octubre de 2023. Lo que supuso la muerte de 1195 personas (766 civiles, de los que 36 eran menores, y 373 militares) y la captura de 251 más, que fueron llevadas a la Franja. Las represalias de Israel, a las que tenía derecho, se excedieron brutalmente: a fines de este marzo había asesinado a más de 50 mil palestinos y herido a casi 115 mil. Sin contar con la destrucción de viviendas e infraestructura física. Y la hambruna provocada.

Al margen de la entrega de rehenes y cadáveres, el tema Gaza acumula masacres cometidas por Israel, el despojo y apropiación de tierras palestinas por el Estado hebreo y la expulsión de cientos de miles de palestinos. Estamos ante limpieza étnica y genocidio, intentando Netanyahu acabar con Hamas, la entidad terrorista que el propio Netanyahu ¡contribuyó a financiar! Una “guerra”, la de Gaza, que reprueban muchos israelíes y destacados políticos hebreos condenan enérgicamente.

Pesan, por supuesto, las acusaciones por crímenes de guerra ante el Tribunal Penal Internacional y el litigio por genocidio en el Tribunal Internacional de Justicia.

Hoy el propio Netanyahu, y las amenazas entre siniestras y locuaces de Trump, nos enfrentan a otra guerra que está iniciándose y anuncia riesgos, aunque mínimos, de confrontación nuclear: Siervo hoy el mundo -vale decir, también nosotros- de los dictados del premier hebreo, partimos en guerra de exterminio del régimen teocrático chiita -adversario del mundo árabe sunita- de Irán.

Primera observación: Así que hoy es Netanyahu el nuevo dictador del mundo quien, bien dice Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, “sobrepasó hace mucho al tirano Hitler en lo relativo al crimen de genocidio”; y, ciertamente, desea aplastar a Irán, “potencia en vías de ser nuclear”, para que nadie en Medio Oriente desafíe a Tel-Aviv.

Este interés de Netanyahu requiere que Estados Unidos le proporcione el llamado GBU-57, la única bomba capaz de destruir la planta nuclear de Irán mejor protegida. Un arma anti búnker, con capacidad para penetrar a 60 metros de profundidad y que podría golpear la central de enriquecimiento de uranio de Fordow, esencial en el programa atómico iraní. Aunque, dicho sea de paso, The Economist publica que, de acuerdo a expertos, aún hay dudas sobre la eficacia de esta bomba.

¿Qué nos depara el futuro inmediato, y qué al sufrido Irán en lugar del decrépito fanático ayatolá Alí Jamenei, su líder supremo?

 

Fe de erratas

En el número 3756, hubo en error en el título del texto del embajador Francisco Cruz, se puso Geopolítica: Washington, Bruselas, Pekín y el Vaticano. Debió titularse Polonia, ariete y rehén de la rabiosa ultraderecha de la UE. Ofrecemos disculpas a nuestro colaborador.