Al paso que lleva no sería ninguna sorpresa que Donald John Trump fuera comparado con el último emperador romano de la dinastía de los Julio-Claudio, el autoindulgente, cruel, pirómano, violento y exhibicionista travesti, Nerón Claudio César Augusto Germánico, más conocido como Nerón, cuyo nombre está registrado en el Diccionario de la Lengua Española, como “un hombre muy cruel, sanguinario” que al suicidarse después de una rebelión en el imperio su ego no le permitió morir callado y exclamó: “¡Qué gran artista muere conmigo!”. Se le imputa haber quemado parte de Roma porque sus habitantes no se plegaron a sus caprichos; Trump, presume que si no hubiera mandado la Guardia Nacional a contener las manifestaciones populares de los inmigrantes, en Los Ángeles se hubieran “incendiado” 25 mil casas. Se necesita mucha caradura para declarar algo semejante.
De hecho, las órdenes dictadas por el magnate después de su rompimiento “¿amistoso-Interesado con Elon Reeve Musk (originario de Sudáfrica), considerado uno de los hombres más ricos de Estados Unidos de América?, en contra de los inmigrantes “ilegales” latinos en la Unión Americana, parecen caprichos neronianos, sobre todo en la ciudad de Los Ángeles, California —fundada el 4 de septiembre de 1781 por 44 españoles con el nombre de El Pueblo de la Reina de Los Ángeles (de Porciúncula), donde siempre hubo una gran mayoría de mexicanos desde el tiempo de la colonia española (además de otros inmigrantes procedentes de Centro y Sudamérica y de muchas otras partes del mundo); los argelinos relacionan al magnate con el demonio y el Anticristo y el número de la bestia (666) que fue perseguidor de los cristianos —los ilegales de su tiempo— como se narra en el Apocalipsis bíblico.
Siempre han sido motivo de escándalo muchos juicios de divorcio que llegan a los tribunales en la Unión Americana, sean por razones económicas o porque es una especie de “deporte nacional” divorciarse en la patria del Tío Sam. La separación de Trump y Musk, como se sabe, no fue propiamente la del divorcio de una “pareja” común y corriente, pero todo mundo sabía que dicha “unión” era de conveniencia económica-política para ambas partes. La convivencia de estos personajes —ambos de polendas—, desde el inicio dio mucho que hablar. Nadie apostaba por la duración de esta coyunda. Tenía que ser algo pasajero, pero con mucha trascendencia. Como explicó Max Aub en un interesante artículo periodístico titulado “Musk-Trump, un divorcio tortuoso”:
“La implosión de la alianza entre Donald Trump y Elon Musk fracturó el núcleo del poder estadounidense. De una relación simbiótica, el presidente más disruptivo de la era moderna y el magnate tecnológico más influyente del planeta pasaron a una guerra total, con deslealtades, acusaciones y amenazas económicas. ¿Quién pierde más?”
“A corto plazo —agrega el periodista—, la respuesta es Musk: Muchos de sus negocios están relacionados con contratos con el gobierno. Por ejemplo, SpaceX, una compañía de Musk, a la que el gobierno de EUA ha pagado o prometido alrededor de 21 mil millones de dólares desde 2008, de acuerdo con un análisis del diario británico The Independent”.
Abunda Aub: “Lo opuesto también es cierto: el gobierno estadunidense también es hoy tan dependiente de SpaceX que ahora incluso la NASA puede verse metida en problemas, al ser las naves de SpaceX las que llevan y traen astronautas hacia y desde la Estación Espacial Internacional”, “El año pasado, The New York Times informó que en 2024, el gobierno prometió contratos a las empresas de Musk, incluyendo también Tesla por tres mil millones de dólares de 17 agencias federales”.
A decir verdad, solo los dos personajes de esta extraña historia querían creerse el cuento de que formaría la mancuerna perfecta para salvar a América —como le llaman a EUA al norte de México—, de sus enormes problemas económico que deriva en una de las mayores deudas nacionales del mundo. Está en el noveno lugar de diez.
El hombre de los autos eléctricos, además, hace frente a posibles auditorias de sus propias actividades por parte de organismos como la Comisión del Mercado de Valores que evalúa si rompió las normas al comprar su participación inicial en X, a la sazón conocida como Twitter, antes de lanzar su OPA —oferta pública de adquisición—, por la empresa. Ahora, que ya no forma parte del gobierno, sus acciones (incluyendo el acceso privilegiado a información) en el lapso que estuvo al frente de DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental) pueden ser el centro de investigaciones y demandas por posible abuso de poder.
Como sea, el hecho es que el vínculo entre los dos personajes desapareció en un santiamén. Lo que comenzó como una relación de cooperación entre el poderoso presidente y el empresario más influyente del sector tecnológico, se convirtió en una batalla abierta librada en las plataformas digitales y, peor, de boca a boca, como dos rijosas comadres de barriada.
A su manera, el chantaje, Trump por medio de su Truth Social, hizo una amenaza directa: eliminar todos los subsidios y contratos gubernamentales de Musk, cuestionando incluso por que el ex presidente Joe Biden —del que ahora se sabe que ha estado enfermo de cáncer desde hace tiempo—, no lo había hecho, sugiriendo que cancelar esos vínculos financieros con el surafricano podría ahorrar “miles de millones de dólares”.
El enfrentamiento fue más ríspido cuando afirmó que le retiró el pedido de vehículos de baterías, lo que provocó una reacción furiosa por parte del fabricante. “Le pedí que se fuera, lo quité sus contratos de autos eléctricos… ¡y simplemente se volvió LOCO!”, dijo el esposo de Melanie.
Quizás, por esto, al recapitular la importancia de las ventas suspendidas, Musk se arrepintió de sus dichos en contra del jefe de la Casa Blanca y, una semana más tarde, cuando redacto esta columna, por medio de X reconoció que “algunas de sus afirmaciones cruzaron la línea”: “Lamento algunas de mis publicaciones sobre el presidente Donald Trump la semana pasada. Fueron demasiado lejos”, escribió su propia red social durante la madrugada del miércoles. Quizás la disculpa haya llegado demasiado tarde. Pero con este tipo de personajes nunca se sabe cuál será la reacción final.
La cadena de dimes y diretes entre los ahora rivales marcó una jornada tensa en Washington. Mientras Trump se reunía con el nuevo canciller alemán Friedrich Meraz para discutir sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania, dedicó parte de su intervención a responder las críticas de Musk hacia su ambicioso proyecto fiscal, apodado por él mismo como “El gran y hermoso proyecto de ley”.
A su vez, el empresario desestimó el proyecto de ley, llamándolo la “gran factura fea”, y advirtió que elevaría el déficit fiscal hasta 2.5 billones de dólares. “Mantengan los recortes a los incentivos para vehículos eléctricos y energía solar, y también recorten todos los aumentos disparatados del gasto”, exigió el surafricano. Aseguró además que la aplicación de los aranceles globales propuestos por el magnate desencadenaría una recesión en la segunda mitad del año.
El controvertido empresario tecnológico también avivó la especulación política al contestar afirmativamente a una publicación que proponía destituir a Trump y reemplazarlo con J. D. Vance, el joven vicepresidente. Para Musk, los días del hombre naranja están contados; “a Trump le quedan 3.5 años como presidente, pero yo estaré aquí durante más de 40 años”, afirmó con ironía. Lo peor del caso, para el jefe de la Casa Blanca, es que no faltan políticos republicanos que están divididos: unos se preguntan si deben alinearse con Trump o con Musk. Cuando las ratas sienten que el barco se empieza a hundir, algunas se suben a las cuerdas. Nada nuevo bajo el sol.
El dilema está sobre la mesa. Tanto republicanos como demócratas se preguntan quién de los dos contendientes cuentan un EGO más grande. Problema que sólo podría entender el neurólogo austriaco de origen judío, Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, o a lo mejor los dos lo “volvían loco”. La pareja es de atar.
Por esto, Trump pocas veces da su brazo a torcer. En más de una ocasión ha amenazado al multimillonario empresario con “serias consecuencias” si trata de castigar a los republicanos que votan a favor de su proyecto de ley presupuestaria. “Pagará muy graves consecuencias si hace eso”, declaro a la NBC, sin especificar las secuelas.
En los últimos días la prensa le pregunta si tiene interés en componer su relación con Musk, aunque de antemano saben la respuesta: “Creo que es muy malo porque es muy irrespetuoso (el Burro hablando de orejas). No se puede perder el respeto al presidente”. El empresario neoyorquino habló con NBC después de que el hombre nacido en Pretoria borró su escandalosa acusación publicada en X que vinculaba al mandatario con el empresario Jeffrey Epstein, acusado de infinidad de delitos sexuales y que se quitó la vida en prisión en el año 2019. Acusación que levantó ámpula en el Partido Republicano, pues Trump tiene antecedentes en este tipo de delitos acusado por varias mujeres. De hecho, está condenado a pagar una buena cantidad de dólares a una periodista que le ganó una acusación judicial.
Como sea, Trump rechazó la insinuación de Musk como una “vieja noticia” a la NBC y agregó que el abogado de Epstein dijo que “yo no tenía nada que ver con eso”.
Por otra parte, varios legisladores republicanos que también se oponen al proyecto presupuestario de Trump pidieron a Musk que apoye económicamente en las elecciones primarias partidarias de 2026 a los candidatos que se enfrenten a aquellos que votaron a favor. El mandatario espera que el proyecto sea apruebe antes del 4 de julio próximo, Día de la Independencia de EUA. Algunos incondicionales del magnate tratan de que esa aprobación fuera el 14 de junio, cuando Donald cumpliría 79 años de edad. Casi seguro que esto no lo logrará. “Si la gente que iba a votar a favor, ahora lo hará con mayor entusiasmo, y esperamos que se apruebe”, dijo a la NBC.
Muy rápido fue el paso de Musk por los pasillos del poder en EUA. Del hombre de las confianzas del ex presidente que regresó a la Casa Blanca, en cuestión de semanas no fue posible ignorar la realidad: el hombre más rico del mundo se había convertido en un lastre político. Además, empezaron a circular rumores de que sería removido como director ejecutivo de Tesla. La compañía lo negó, pero las ventas cayeron 20% en Comparación con las del año pasado y las ganancias se redujeron 70%. Aunque sus demás intereses comerciales no sufrían las consecuencias de su aventura política.
La lección, en este caso, según el profesor emérito David Nasaw, del Centro de Posgrado de CUNY en Nueva York y autor del libro The Wounded Generation: Coming Home After World War II, “es que no hay espacio en el sistema de Gobierno estadounidense para un copresidente no electo (que para el caso sería Elon Musk). Aunque las elecciones a menudo arrojan resultados que no esperamos ni deseamos, EUA ha demostrado durante mucho tiempo que está mejor con un Gobierno compuesto por funcionarios electos y nombramientos de alto nivel que han pasado por el proceso de confirmación constitucional. Musk pensó que podría ser una excepción. Y esa fue su perdición”.
Y, por el lado de Trump, hay que esperar a ver el cauce de las manifestaciones populares en contra de la persecución de los inmigrantes ilegales. Trump no cejará en su propósito. Cree que es invencible. Pronto se verá. El sentimiento popular tiene reacciones que muy pocos conocen. VALE.