El 15 de junio de 2025, cinco consejeros del INE decidieron votar en contra de validar la elección judicial más compleja de la historia del país. Durante dos semanas alimentaron el relato del caos electoral. Pero lo que no dijeron —y lo que el país tiene derecho a saber— es que ellos avalaron todo hasta ese día.
Aprobaron los cortes de información. Aceptaron los mecanismos de revisión. Endosaron las medidas cautelares contra los “acordeones”. No presentaron voto particular, no se levantaron de la mesa, no renunciaron a ninguna presidencia de comisión. Validaron el proceso paso a paso. Selectivamente olvidaron que la Sala Superior permitió el “uso discreto de acordeones”. Cuando ya no les gustó el resultado, jugaron a la épica disidencia inútil.
¿Dónde quedó la dignidad? ¿Dónde la mínima consecuencia? ¿Por qué no hicieron lo que hizo el exconsejero electoral del IFE Francisco Guerrero Aguirre en 2011, cuando renunció al Comité de Radio y Televisión del IFE por disentir con la mayoría que había abusado de su poder? ¿Por qué estos cinco, que hoy posan de salvadores de la legalidad, no tuvieron el coraje de Guerrero? Ante la salida del consejero Guerrero de dicho comité la Sala Superior ordenó reponer el procedimiento. ¿Por qué entonces no abandonaron la mesa y obligaron al oficialismo a responder a una verdadera crisis institucional?
La respuesta es sencilla y brutal: porque prefirieron actuar en la nómina, en las sombras de la burocracia, sabotear sin arriesgar el pellejo, construir narrativa sin pagar el costo. Quisieron dinamitar la elección judicial sin romper con el aparato que les da voz, presupuesto, restaurantes de lujo, prestigio, seguro de retiro, celular y camionetas. Son oposición de salón. Rebeldes de escritorio. Anarquistas de cashmere.
Pero hay algo peor: ellos saben que el INE no puede anular una elección, lo dijeron con todas sus letras. Sin embargo, llevaron esa idea al Consejo General, al pleno, a los medios. ¿A quién querían engañar? ¿A la opinión pública? ¿A los votantes que confiaron en ese proceso? ¿A los actores que podrían impugnar y llevar los casos al Tribunal? Esa simulación, esa deshonestidad técnica, destruye la credibilidad del órgano electoral y coloca a la institución en el peor de los mundos: sin poder anular, pero con el descrédito de haber fingido que sí podía. O sea, si pero no, no pero sí, porque, como le digo una cosa, le digo otra.
Mientras todo esto ocurría, esas mismas consejerías que majaderamente se negaron a saludar al representante del oficialismo cuando asumió el cargo que porque “era un vomitivo deudor alimentario”, que cuestionaron la limpieza de la elección, que denunciaron el uso de acordeones, acabaron tomándose la foto con los ganadores. ¿Por? Una foto de familia disfuncional. Un retrato de la doble moral.
¿Qué están esperando para irse? ¿Qué más necesitan para admitir que sus inalcanzables principios ya no son funcionales al mundo? Las reglas constitucionales ya están escritas para el próximo ciclo electoral. La presidencia del INE ya tiene facultades para nombrar cargos sin consenso. La colegialidad según ellos está rota y nada sirve. Con sus tibiezas, solo ayudan a prolongar la agonía.
Si realmente les preocupa la legalidad, si de verdad creen que el INE fue rebasado, si sinceramente consideran que la elección fue ilegítima, tienen una sola salida ética: renunciar.
No simular. No votar en contra con la boca inmensa y la nómina intacta. Renunciar. Abrir el conflicto. Incendiar el INE. Obligar al oficialismo a actuar. Forzar a la ciudadanía a observar el colapso institucional provocado cara a cara.
Lo más grave apenas viene: al menos tres de esos cinco consejeros terminan su encargo el año que entra. No tienen nada que perder, tampoco nada que ganar. Están de salida. Como todo político en retirada con el ego herido, sin cabida en el sistema y sin plan de retirada, podrían optar por la vía kamikaze. Si hoy, con todo el sistema en pie, estuvieron a punto de provocar una crisis constitucional con un voto simbólico, ¿qué no podrían hacer mañana desde el despecho, la revancha o el deseo de incendiar la casa antes de dejarla? Son más peligrosos ahora que nunca: no responden ni al sistema, ni a la razón institucional, ni mucho menos a la ciudadanía. Si no se auto controlan, pueden hacer del INE un escenario de demolición personal disfrazada de defensa democrática. Es muy probable que nos arrastren con ellos.
No todo es cálculo matemático, hay una terrible comodidad. Es servidumbre disfrazada de firmeza. Esta república, frágil como está, no puede seguir sosteniéndose sobre cinco consejeros que no sirven ni para pactar, ni para romper.
Ni siquiera sirven para resistir.
@DrThe