Allá lejos y hace mucho tiempo las guerras se basaban fundamentalmente en la infantería y en la caballería, lo que originaba que los enfrentamientos bélicos se cubrieran con mantos rojos de patriotismo y valentía. La industria fílmica mundial está repleta de películas de guerra, preferidas de los espectadores. Conforme la tecnología avanzaba las guerras también incluían los nuevos métodos para matar a los respectivos enemigos. La literatura incluye todos los títulos, habidos y por haber, de extraordinarios y valientes episodios bélicos. La caballería ocupó un lugar preferente en la lucha armada entre los hombres y los ejércitos. No podía ser de otra manera.

Militares y políticos, inspiraron muchas obras que han sido trasladadas al cine y a las series de televisión. Personajes, como el legendario Winston Leonard Spencer Churchill, el militar, escritor, y estadista británico, se recuerdan no solo por lo que hizo durante la Segunda Guerra Mundial, sino por lo que dijo y escribió sobre la misma. En uno de sus más celebrados discursos dijo “We Shall Never Surrender”: “Nunca te rindas”, y en otra ocasión “Morir a lomos de caballo, en una carga a sable, es lo más heroico que puede hacer un hombre”, nada más, nada menos.

Una de las últimas cargas de caballería registradas por la historia tuvo lugar en 1945, el 1 de marzo, en la batalla de Schoenfeld, por la 1a. Brigada de Caballería “Varsovia”, de Polonia, obligando a los invencibles alemanes a retirarse. Esa es la historia. Ahora, se trata de la Operación Telaraña contra la aviación rusa con drones de última generación, que los débiles soldados ucranianos colaron en Rusia sin que las tropas de Putin se percataran, la operación, como dijo el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, “pasará a los libros de historia”, como antaño pasaban los gallardos jinetes de caballería.

La invasión rusa a Ucrania pasará a la historia, sin duda, como otra más de las “hazañas” del ex espía Vladimir Putin, en contra de algunas de las naciones que formaron parte de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991. Putin presumió que la guerra contra Ucrania sería cuestión de días. Se equivocó y dio pie para que Zelenski, apoyado en el patriotismo de su pueblo, se convirtiera en un reconocido líder que impulsara la resistencia, para defender su tierra, sus riquezas y su identidad. La invasión no solo era de carácter militar sino además cultural, de un pueblo sobre otro, sin importarle los nexos que históricamente unían a las dos sociedades. A Putin solo interesaba continuar lo que había hecho en Georgia y en Crimea. Creía que Ucrania era una débil oveja que mansamente se dejaría llevar al matadero. Gravísimo error.

Zelenski logró el apoyo de los países de la OTAN, especialmente el de Estados Unidos de América, aunque Trump le quiera cobrar “a lo chino”, la ayuda militar que le ha otorgado la Unión Americana. El antiguo actor, ha ganado no solo la simpatía para su causa (y la antipatía de los aliados del Kremlin y de varios regímenes de izquierda allende y aquende el Océano), sino un redoblado patrocinio directamente proporcional a la condena contra el Kremlin y sobre todo contra el ex agente de inteligencia ruso.

Desde el inicio de la ventajosa invasión dispuesta por el mandatario ruso, propios y extraños adelantaron la versión de que Ucrania caería en manos de la antigua metrópoli; las posibilidades de triunfo para Kiev eran muy difíciles, pero la valentía y decisión del pueblo ucraniano han alargado el conflicto. Sobre todo, el suficiente armamento ha sido el problema, pero el apoyo de la administración del ahora ex presidente Joe Biden fue fundamental para la supervivencia ucraniana y el enfrentamiento contra el ejército ruso. Una lucha cuesta arriba.

A la larga, la antigua potencia soviética podrá implantarse en el débil vecino si Occidente decide retirarse del escenario. Ucrania no ha capitulado. ¿Hasta cuándo? La osadía de Zelenski tiene límites, infortunadamente.  Pero, mientras el destino no se defina, el pueblo ucraniano y su líder siguen dando la lucha, aunque Rusia, con un ejército más numeroso —incentivado económicamente por las arcas públicas—, ya controla alrededor de la mitad de territorio de Ucrania.

De pronto, el domingo 1 de junio, el presidente Volodimir Zelenski celebró la “brillante” e histórica maniobra del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) contra la aviación estratégica rusa —cuya preparación requirió poco más de 18 meses—, lo que representó importantes y graves daños en cuatro aeródromos más la pérdida de una tercera parte de los aviones portadores de misiles crucero estratégicos.

En su cuenta de la red social Telegram, Zelenski escribió: “Un resultado absolutamente brillante. Un año, seis meses y nueve días desde el inicio de la planificación hasta la ejecución efectiva. Nuestra operación de mayor alcance hasta la fecha”. Asimismo, el jefe de la sociedad ucraniana informó que los ucranianos encargados de la delicada operación fueron “sacados a tiempo del territorio ruso”. De otra suerte, los involucrados no podrían haberla contado.

El golpe de mano de Kiev fue de envergadura, de acuerdo a las circunstancias. Moscú no pudo disimular el ataque. Por lo mismo, el ministerio de Defensa de Rusia confirmó el domingo 1 de junio que Ucrania utilizó drones especiales con capacidad para alcanzar aeropuertos militares en la región de Murmansk, al norte, y en Irkutsk (Siberia), situadas a más de 6,000 kilómetros, más o menos lo doble de la frontera de México con Estados Unidos de América (3,141 kilómetros).

El informe de Moscú acepta que los artilugios militares ucranios, lanzados por vía remota desde remolques con gran tonelaje, impactaron en varios de los aviones (41) estacionados en las pistas de aterrizaje. Además, se aclara en el comunicado ruso, que tanto “en las regiones de Murmansk (principal puerto del noroeste de Rusia) como en Irkutsk se produjeron incendios en varios aparatos estacionados”.

Zelenski, en su mensaje de la red social Telegram tampoco proporciona mayores detalles, aunque anexó que en estos momentos no era posible revelar los pormenores del caso, aunque subrayó que “se trata de acciones ucranianas que sin duda pasarán a los libros de historia”…”Mi país hace todo lo posible para que Rusia asienta la necesidad deponer fin a esta guerra. Rusia la empezó, Rusia debe ponerle fin”.

Dice el presidente de Ucrania que reunido con el jefe del Servicio de Seguridad (SBU), el teniente general Vasyl Vasyliovych Malyuk (“cazador de espías”, de 42 años de edad), le agradeció por este servicio estratégico. De hecho, la operación fue totalmente exitosa “se alcanzó el 34% de los portadores de misiles de crucero estratégicos de los principales aeropuertos de la Federación Rusa”. El SBU sabía que el factor sorpresa era la clave para que la operación fuera un éxito y por lo mismo eligió blancos donde menos se lo esperaban los rusos, como una base en Siberia, a casi cinco mil kilómetros de distancia, por la tarde, a plena luz del día.

Capítulo militar que trascenderá. Los expertos dicen que esta es la primera operación militar a gran escala en la que se utilizó la Inteligencia Militar, aplicada a un innovador sistema de drones con visión remota (FVP, siglas en inglés) para propinar un destructor golpe al ejército invasor. De tal forma, no es ninguna exageración del grupo estadounidense de análisis de defensa War of The Rocks, que el pasado lunes 2 escribió: “Hay momento en la historia militar que redefinen cómo se interpretan las guerras; el uso de drones FVP con Inteligencia Artificial, es uno de estos momentos. La culminación de este punto de cambio en la historia es la Operación Telaraña”. La experiencia era vital, por lo mismo, todo el procedimiento fue supervisado personalmente por Volodimir Zelensky. No dejó nada al azar.

Empiezan a conocerse más datos de la operación. La táctica seguida por Ucrania consistió en el contrabando meticuloso de drones de vista en primera persona (conocidos como FVP) hacia Rusia, los cuales fueron ocultados en casas móviles de madera colocadas sobre camiones. Desde allí, bajo techos removibles, los drones se lanzaron a control remoto en el momento preciso. Imágenes compartidas por medios rusos mostraron cómo estas estructuras se abrían para liberar los dispositivos, que impactaron directamente en bombarderos estratégicos estacionados en las pistas de aterrizaje.

Entre las aeronaves afectadas hay modelos A-50, Tu-95 y Tu-22M, fundamentales para la ofensiva aérea del Kremlin. Este tipo de aviones se empleaban para el lanzamiento de misiles y la coordinación de ataques, incluyendo la detección de defensas aéreas. El impacto, según el SBU, representa la destrucción del 34% de la flota rusa de porta misiles aéreos y pérdidas estimadas en siete mil millones de dólares. Las cifras no se han verificado en forma independiente, pero su magnitud revela un revés crítico para ala aviación estratégica de Rusia.

Aparte de los daños de aviones, hubo incendios en las bases de las regiones ya señaladas, así como en otras partes como Amur, Ivanovo y Riazán. Los aeropuertos atacados se sitúan a más de cuatro mil kilómetros de la línea del frente, por lo que se pone en claro la capacidad de infiltraciones ucranianas más allá del alcance habitual de sus misiles o drones balísticos.

En fin, SBU publicó imágenes en la red social Telegram en las que se aprecian docenas de drones cuadricópteros apilados en instalaciones industriales, supuestamente iguales a los utilizados en el operativo de marras. Asimismo, se publicaron cobertizos con techos metálicos removidos, donde se escondieron los drones antes del despegue. O sea, todo se hizo con precisión milimétrica.

Como conclusión del operativo militar de fin de semana, la magnitud de la maniobra y la sofisticación logística requerida, marcan un punto de inflexión en la guerra ruso-ucraniana. Además, era tal la confianza de Moscú en que los drones del enemigo jamás alcanzarían bases aéreas en Siberia o cercanas al círculo polar ártico, que los enormes aviones Tupolev estaban fuera de los hangares, visibles desde cualquier satélite. O lo que es lo mismo, que la confianza mató al gato. Al más listo se le va la liebre, dicen los cazadores rurales. Así se comportaron ahora los “super soldados” rusos. El radar y las defensas aéreas del Kremlin en las bases dadas no estaban preparadas para un ataque tan repentino y a tan baja altitud. De confirmarse todos los daños, Rusia se habría quedado sin un tercio de sus aviones estratégicos de largo alcance.

Si todo tuvo lugar como se ha dicho, se trataría del ataque con drones ucranianas más devastador desde que comenzó la guerra. Esta operación, en suma, demuestra una evolución en las capacidades tácticas de Kiev, capa. Ejecutar acciones profundas en el territorio enemigo, con recursos limitados pero con una alta capacidad de planeación encubiertas.

Infortunadamente, pese al éxito de las tropas ucranianas en este caso, el conflicto no ha terminado, ni mucho menos. Moscú no ha respondido al ataque de Ucrania; como dicen los historiadores, “se perdió una batalla, no la guerra”. Y, a su vez, el SBU asegura: “Hacemos todo lo posible para expulsar al enemigo de nuestra patria. Le venceremos por mar, por aire y por tierra. Y, si es necesario, lo sacaremos de debajo de la tierra”.  Lo único que no harán, como pedía Churchill, es “Nunca te rindas”. ¡Quizás! Y, “a lomos de caballo, hasta la muerte”. VALE.