Por lo que dan a conocer los medios de comunicación —electrónicos e impresos—, tal pareciera que en el mundo casi todo gira alrededor de las gansadas del actual mandatario de la Unión Americana que desde que tomó el poder en enero del año en curso se ha dedicado a tratar de demostrar que su país es el centro del Universo y que, gracias a la potencia de su economía y del armamento y demás instalaciones militares que tiene repartidas en muchos sitios estratégicos del globo, puede imponer aranceles y otras condiciones a su gusto y beneficio. Sin duda, el actual representante del Tío Sam, en su regreso a la Casa Blanca, se ha convertido en una monserga para propios y extraños. Sin embargo, en la Tierra hay otros problemas y circunstancias que vale la pena conocer y reflexionar sobre los mismos. Last but not least: Al último, pero no menos importante.
De vez en cuando, la prensa informa sobre los avances “bélicos” del régimen dictatorial norcoreano —pero olvidan sus excesos en contra de la oposición—, cuyo “líder supremo”, Kim Jung-un y su cúpula directiva, están en el poder de la República Popular Democrática de Corea, mejor conocida como Corea del Norte, desde 2011. Kim, además, es el tercer hijo de Kim Jong-il, quien fue el segundo mandamás norcoreano entre 1994 a 2011, y nieto de Kim Il-Sung, el fundador y primer líder del país desde 1948. Una larga dinastía de dictadores que no tienen para cuando perder el poder.
La tradición remonta la fundación del primer reino de Corea —que significa “el país de las mañanas tranquilas y frescas”—, al año 2333 antes de Cristo. Chinos y japoneses se disputaron la posesión del país. La corte imperial se remonta a 1637, cuando era un estado vasallo de los emperadores chinos de la dinastía manchú, cerrado por completo a los extranjeros como propósito nacional del momento; a partir de fines del siglo XVIII, el cristianismo, introducido por los chinos convertidos al catolicismo por los jesuitas, hizo rápidos progresos. Sin embargo, fueron los japoneses los que obtuvieron el primer tratado comercial con las autoridades del momento (26 de febrero 1876). Después de la guerra chino-japonesa 1894-1895, los japoneses obligaron a los chinos a reconocer la independencia de Corea, pero fue al año siguiente cuando el país pasó a formar una especie de condominio ruso-japonés. Desde 1907, Japón tomó el control de la administración del país y el 22 de agosto de 1910 procedió a la anexión pura y simple.
De 1910 hasta 1945 —cuando termina la II Guerra Mundial después del estallido de las bombas atómicas lanzadas por EUA sobre Hiroshima y Nagasaki—, Japón dominó en el país, y los aliados vencedores en el conflicto decidieron partir la península en dos zonas de ocupación, rusa al norte, estadounidense al sur, delimitadas por el Paralelo 38; las negociaciones norteamericanas- soviéticas-americanas sobre la reunificación del país no llegaron a ningún resultado, porque Moscú rechazó que las elecciones en su zona fueran controladas por una comisión de la ONU. En el verano de 1948 se decidió la creación de dos Estados coreanos antagónicos: la República de Corea al sur, presidida por Syngman Rhee; y la República Democrática Popular de Corea, dirigida por el comunista Kim Il Sung. Después de la evacuación simultánea de las tropas soviéticas y estadounidenses (1948-1949), Corea del Norte trató de reunificar el país por la vía de las armas y, el 25 de junio de 1950, se desencadenó la guerra de Corea, caracterizada por la intervención de EUA y de las tropas internacionales de la ONU por un bando, y del ejército de China por la otra. Este conflicto dejó la mayor parte del país en ruinas, Terminó por el armisticio de Panmunjon (27 de julio de 1953), y restableció la división de Corea en dos Estados separados por la línea de cese el fuego, hasta el momento. No se ha firmado un Tratado de paz.
La contienda fue extremadamente sangrienta además de considerarse como el punto crítico que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial. Por lo mismo, las grandes potencias mostraron su decisión de evitar un face-á-face irremediable. En el conflicto murieron 38,500 soldados de la ONU (incluyendo estadounidenses); 70,000 surcoreanos; alrededor de dos millones de norcoreanos y chinos, y más de tres millones de civiles debido a los bombardeos y a las epidemias. Desde entonces, el conflicto coreano conlleva un significado internacional. Bajo condiciones dictatoriales que han causado que el régimen mantenga en prisión a entre 80,000 y 120,000 opositores por razones políticas.
En los momentos que los medios de comunicación mundial dedican toda su atención a las órdenes ejecutivas del “magnate neoyorquino, el valiente acto de denuncia de Choi Min-Kyung, en contra de Kim Jong-un y otros altos funcionarios del régimen norcoreano, rompe el silencio que asfixia la República Popular Democrática de Corea desde hace muchos años, especialmente desde hace 14, cuando Kim ascendió al liderazgo heredado por su abuelo y por su padre.
Choi Min-Kyung presentó una demanda civil y otra penal en un tribunal de Seúl (Corea del Sur) contra el dictador y sus más cercanos paniaguados. La denuncia es por tortura y violencia sexual sufridas durante su reclusión en centros de detención estatales. Se trata de la primera desertora nacida en el país que se atreve en hacer la denuncia correspondiente. En síntesis, es la primera acción legal de este tipo emprendida por una desertora ante la justicia surcoreana.
Denunciante sobreviviente a torturas y vejaciones en un campo de detención, su acto busca la reparación por los abusos sufridos y desmantelar el velo de impunidad que priva en Corea del Norte desde hace muchas décadas.
En 1997, Choi cruzó la frontera con China. En 2008, fue capturada y repatriada a su país de origen, donde sufrió cinco meses de tormentos en un centro en Onsong, que tiene fama de haber mantenido alrededor de 15,000 opositores. En ese lugar, Choi fue sometida, según sus propias declaraciones, a torturas físicas, abusos sexuales y violencia sistemática. Min-kyung declaró que “las pesadillas persisten y los medicamentos son mi único paliativo”. Nuevamente logró escapar en 2012, gracias a su empeño por vivir en libertad. Actualmente, en Corea del Sur, preside la Asociación de Familias de Víctimas de Prisión en Corea del Norte.
El caso de Choi cuenta, afortunadamente, con el respaldo de organizaciones de derechos humanos y podría sentar un precedente inédito en la jurisprudencia sobre crímenes de lesa humanidad. Aunque Corea del Norte no reconoce la autoridad del tribunal, Joanna Horaniak, directora de la Citizens’ Alliance for North Korean Human Rights, advirtió que “los casos de crímenes de lesa humanidad suelen requerir múltiples víctimas y pruebas sustanciales de patrones sistemáticos”, y agregó que estos procesos “demandan años de preparación legal”.
Pese a todo, Choi se mantiene firme. “Debemos actuar mientras las víctimas aún estén vivas para dar testimonio”, afirmó. “Este proceso debe convertirse en un pilar de libertad y derechos humanos, para que ningún otro norcoreano sufra bajo este régimen brutal. Somos testigos vivos”.
El escrito de Choi, entregado en el Tribunal de Distrito Central de Seúl y l fiscalía, también apuesta a seis altos funcionarios del gobierno y se apoya en el principio de “control efectivo”, que responsabiliza directamente a la cúpula del poder por los crímenes sistemáticos cometidos en su territorio. Choi exige una compensación de 50 millones de wones (un dólar estadounidense es igual a 1,385 wones, aproximadamente 47,500 euros)), y denunció sufrir aún hoy estrés postraumático severo.
Aunque Corea del Norte no reconoce la autoridad del Tribunal que lo enjuicia, la Constitución de Corea del Sur permite este tipo de acciones bajo el principio de “península unificada”, es decir que las dos Coreas se encuentran en la misma península.
De Tal forma, los abogados de Choi esperan que el juicio abra las puertas a otras víctimas y que puedan elevar a tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional sus quejas para documentar formalmente los abusos del régimen de Pyongyang.
En otra de sus entrevistas, Choi dijo: “Mi deber es exponer la verdad y dar la a los silenciados”. Respaldada por el Centro de Datos para los Derecho Humanos de Corea del Norte (NKDB), la demanda combina una parte civil con otra penal para establecer un nuevo estándar en la defensa de los derechos humanos.
Además, Hanna Song, directora del NKDB, subrayó la trascendencia del proceso: “Esta demanda es un acto de reconocimiento para las víctimas y una proclamación de que las atrocidades del régimen no pueden seguir siendo ignoradas”. El caso, de acuerdo a la propia directora podría sentar las bases para una rendición de cuentas internacional, con planes de presentarlo en instancias como la ONU y la citada Corte Internacional. El objetivo es limpiar el camino para demandas coléricas.
Entre los abogados que representan a Choi Min-Kyung, sobresale Lee Ypung-hyun, otro opositor fugitivo que fue el primer abogado norcoreano en ejercer su profesión en Corea del Sur. Aunque los tribunales surcoreanos han dictado sentencias contra el régimen norcoreano, estos veredictos suelen ser simbólicos, dado que Pyongyang hace oídos sordos a toda jurisdicción extranjera. Pese a todo, para las víctimas, estas sentencias constituyen un reconocimiento a su sufrimiento y un homenaje a los que todavía sufren las medias punitivas dictadas por el Norte.
Por tan motivo la hazaña de Choi ilustra la creciente valentía de quienes se atreven a denunciar los abusos (barbaridades) sufridos. El caso de Choi ayuda respecto al valor de los que dan el siguiente paso. Anualmente aproximadamente 1000 personas huyen de Corea del Norte, enfrentándose a castigos que van desde el internamiento en campos de trabajo hasta la ejecución sumaria.
De acuerdo a un informe del Migration Policy Institute tratar de escapar con destino a Corea del Sur es una aventura ciento por ciento riesgosa. Especialmente para las mujeres: más del 60 por ciento de las niñas y mujeres de entre 12 y 29 años de edad que tratan de hacerlo son víctimas de la trata de blancas. Vendidas en burdeles de las ciudades fronterizas chinas o forzadas a casarse con campesinos. La misma organización informa que un “alarmante 15 por ciento son obligadas a participar en prácticas de cibersexo, sometidas a abusos retransmitidos en directo para una ‘clientela’ predominantemente surcoreana”. Ocultas por traficantes o “esposos” falsos, las mujeres viven bajo la constante amenaza de detención y repatriación. No hay manera de salvarlas.
Por todo esto y más, es importante la denuncia que acaba de hacer Choi Min.Kyung. Su lucha es un testimonio de resistencia que enfoca el camino a los que sufren y un recordatorio de que incluso en los infiernos de cualquier tiranía, una sola voz puede mantener viva la flama de la justicia. No todo se reduce a los aranceles de un mandatario racista por más importante y poderoso que sea. VALE.