El lunes 6 de agosto de 1945 fue decisivo para la historia del mundo. A las 8.15 horas de ese día —horario de Japón—, el gobierno de Estados Unidos de América lanzó, por primera vez una bomba atómica sobre la ciudad nipona de Hiroshima, un acto que dio principio a la era nuclear y trastocó la vida de la humanidad para siempre. Tres días más tarde, otra ciudad japonesa, Nagasaki, fue el blanco de una segunda bomba atómica. En cuestión de horas Japón tuvo que rendir las armas. En aquel momento, la Tierra sufría horrorizada la Segunda Guerra Mundial. Los dos artefactos nucleares lanzados sobre Japón causaron más de 200 mil muertos y secuelas imborrables para las siguientes generaciones. A 80 años de distancia del terrible suceso, la humanidad dista mucho de vivir en paz. Es más, en la actualidad están activos 56 conflictos bélicos, casi el doble que en 1996.

Uno de esos conflictos es la guerra de Israel contra la Franja de Gaza. La última fase de este enfrentamiento se inició el 7 de octubre de 2023, como reacción de legítima defensa a los atentados terroristas de Hamas contra Israel que en un solo día sufrió más de 1,200 muertos y alrededor de 250 rehenes, muchos de los cuales todavía están en manos de Hamas, que ha declarado que no dejará las armas hasta que se establezca un Estado Palestino en territorio gazatí. Del 2023 a la fecha, este conflicto ha causado ya la muerte de 61 mil palestinos, incluyendo 18 mil niños, un centenar de ellos por desnutrición. La reacción mundial ha sido generalizada. Se exige a Israel —apoyado principalmente por Donald John Trump, presdidente de EUA, que además ambiciona hacer negocios inmobiliarios en Gaza—, que termine con la guerra y la ONU declare el establecimiento de Palestina como Estado libre.

La mayoría de los miembros de la ONU apoya en la Asamblea General del organismo internacional el establecimiento del nuevo estado. Varios anuncian reconocer al nuevo país durante la reunión anual del mismo, en septiembre próximo, aunque Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, evalúa una posible ofensiva militar total sobre la Franja de Gaza, aunque de antemano sabe que su decisión enfrentaría críticas y presiones internas e internacionales, lo que recrudecería aún más la guerra iniciada en octubre de 2023.

En tanto llegan los días de la próxima reunión de la ONU, conviene conocer algunos datos históricos de Palestina, de la que tanto se habla en los días que corren pero que la mayoría desconoce.

La historia moderna de Palestina —cuyo nombre significa País de Filisteos—, que se extiende a lo largo del Mediterráneo, se limita al norte por el Monte Líbano, al Este por el desierto de Siria, al Suroeste por el desierto del Sinaí. Limita con Israel y Jordania, al Este, Egipto al sur. Su historia “moderna” comienza en 1882 con la instalación de la primera colonia agrícola judía cerca de Jaffa. En el curso de la Primera Guerra Mundial (1914-19189), los ingleses, para lograr el apoyo de los árabes contra los turcos, prometieron al jefe de la familia de los Hachemitas, Hussein, jerife de La Meca, la creación, al final de las hostilidades, de un reino árabe, que englobaría Palestina, Arabia, Siria e Irak. Pese a este compromiso, ingleses y franceses concluyeron en mayo de 1916 el acuerdo Sykes-Picot (que fue criticado por su falta de consideración por las realidades étnicas y religiosas de la región, y ha sido señalado como una de las causas de los actuales conflictos actuales en la zona. Francois Marie Denis Georges Picots, fue un diplomático francés, y el otro firmante un abogado británico Mark Sykes. Por medio de este tratado Palestina debería someterse a una administración internacional. Después, el 2 de noviembre de 1917, se publica la célebre declaración Balfour (Arthur James Balfour, ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, durante la Primera Guerra Mundial), documento que consistió en una carta escrita por el canciller británico a Edmond de Rothschild, boyante empresario judío, en la que se expresaba el beneplácito del soberano británico para satisfacer las reivindicaciones de la comunidad judía del establecer en Palestina de un Hogar Nacional para el Pueblo Judío. Lo que sucedió después es lo que estamos viviendo.

Después de la caída de Turquía, las promesas hechas a los árabes en 1915 no fueron respetadas por los aliados. Francia puso fin en julio de 1920 al intento de Faysal, Hijo de Hussein, de crear una Gran Siria árabe, que incluyera Palestina. La conferencia interaliada de San Remo, Liguria, Italia, en abril de ese año, decidió someter Palestina  Cisjordania, bajo el mandato de Gran Bretaña, resolución aprobada en julio de 1922 por la Sociedad de Naciones (antecedente de la ONU). Sin embargo, la reanudación de la inmigración judía a la zona suscitó una inquietud creciente en el pueblo palestino , y desde 1920, enfrentamientos sangrientos se desarrollaron entre judíos y árabes. En 1923, Palestina sufrió una primera repartición, de hecho desde la creación de Transjordania como un principado árabe separado, bajo mandato inglés.

El arribo de Adolfo Hitler al poder (1933) tuvo por resultado un rápido crecimiento de la inmigración judía (30,000 personas en 1933, 61,000 en 1935), lo que terminó por desencadenar una revuelta árabe en 1936. Desde el siguiente año, en el reporte de la comisión Peel (por el comisionado Lord William Peel), el gobierno de Londres consideró, por primera vez, la creación de un Estado Judío separado, ya que la coexistencia entre árabes y judíos parecía imposible. La revuelta árabe fue duramente reprimida por las fuerzas británicas.

Mientras que los judíos en general aspiraban a la creación de un verdadero Estado, algunos de ellos respondieron a las medidas contra la inmigración ilegal con una actividad terrorista que, desencadenada desde 1939, se continuó durante toda la guerra para llegar a su paroxismo en los años 1946/1947 (como el atentado en el Hotel Rey David en Jerusalén, 22 de julio de 1946 en el que Murieron 91 personas, ). Después de la II Guerra Mundial, Londres se sintió desfasado por los acontecimientos y terminó por abandonar la cuestión palestina a la competencia de la ONU, que el 27 de noviembre de 1947 votó por un plan de compartir Palestina en un Estado judío, otro árabe y una zona internacional (Jerusalén). Recibido favorablemente por los judíos, este reparto por el contrario fue rechazado por los árabes, que beneficiaban al Estado hebreo atribuyéndole 14,100 kilómetros cuadrados, es decir casi la mitad de Palestina.

Lo que ha sucedido después ha conducido a la zona al laberíntico estado de cosas que ahora es tan difícil resolver. Como se ha visto, la cuestión palestina es peor que el nudo gordiano. No hay, en los tiempos que corren, alguien o algo (como la espada de Alejandro Magno) que resuelva el problema, que al paso de los días se ha convertido en un nudo imposible de desatar. Lo que es indudable es que la situación en Gaza es insostenible. “Falta idioma, falta idea, falta espacio y sentimiento”, como dice el verso jarocho del Son de Madera.

Decir o escribir cualquier propuesta sobre Palestina e Israel se ha vuelto algo cacofónico. No es asunto de culpar o disculpar a una sola de las partes en contienda. En algunos momentos, los buenos son unos; en otros, son los otros. Y no es juego de palabras. Lo que ha sucedido en esa parte del mundo indigna a propios y extraños. Que el terrorismo de Hamás, que el genocidio de Netanyahu. Todo tiene su parte de verdad, como de mentira.  Ninguno es inocente. Lo fácil es tachar a Israel de genocida; sin olvidar que los actos de terrorismo de Hamás no son menos antihumanos.

¿Y la comunidad internacional? Bueno. Hay mucho sepulcro blanqueado, que asusta. La inacción internacional desprestigia a no pocos organismos defensores de los derechos humanos y a la propia ONU,       que ya debería modernizar su sistema de actuación, porque ya en la mayoría de los casos se reduce a declaraciones de soflama. De ahí no pasan y ni qué decir del Consejo de Seguridad que cuando alguno de los cinco países privilegiados utiliza su derecho de veto impide que se actúe de acuerdo al sentimiento de la mayoría en la Asamblea General.

Así las cosas, Irlanda, Noruega, España ya han reconocido al Estado Palestino desde mayo  de 2024, y en los últimos días, Portugal, Francia, Reino Unido y Canadá amagan a Estados Unidos con otorgar reconocimiento diplomático al Estado palestino, así como lo han hecho 147 de los 193 Estados miembros de pleno derecho de la ONU, el 76,16%. Y en las últimas semanas Portugal, Francia, Reino Unido y Canadá amagan a EUA con hacer algo parecido. México formalizó sus relaciones diplomáticas con Palestina desde 2021.

Pero, faltan EUA e Israel, ente otros. La presión internacional es fuerte para que el gobierno de Netanyahu reconozca sus excesos en las guerras contra los palestinos. Sobre todo, en el interior del estado judío, entre algunos intelectuales como el escritor David Grossman, autor de la paz es el único camino, y de Escribir en la oscuridad, entre otros 85, en una entrevista al periódico italiano La Repubblica, declaró que la palabra  “genocidio” ya no puede evitarse en el conflicto de Israel con la franja de Gaza. El novelista que durante décadas ha sido una voz crítica del gobierno israelí, acusó directamente a Netanyahu de cometer crímenes contra la humanidad.

Grossman afirmó que durante mucho tiempo se negó “a usar esa palabra: genocidio, pero después de lo que he leído en los periódicos, de las imágenes que he visto, de hablar con personas que haya estado allí, ya no puedo evitarlo”. Además, como él mismo dijo, su familia ha sufrido en carne propia los efectos del conflicto.

El horror de lo que ocurre en Gaza le obligó a vincular el término genocidio con su país. Grossman nació en Jerusalén hace 71 años. En la entrevista, el escritor se pregunta: “¿cómo hemos llegado hasta aquí? El solo hecho de pronunciar la palabra “genocidio” en referencia a Israel, al pueblo judío, de que se pueda hacer esa asociación debería bastar para darnos cuenta de que algo muy malo nos sucede”.

Galardonado con el Israel Prize in Literature —el principal galardón cultural israelí—, y uno de los más reconocidos activistas judíos por la Paz, Grossman agregó en su entrevista que el uso de la palabra genocidio ni es simbólico ni exagerado. Asimismo, responsabilizó a la ocupación israelí de los territorios palestinos como el punto de quiebre moral del país. “La ocupación nos ha corrompido. La maldición de Israel comenzó en 1967. Hemos sucumbido a la tentación de nuestro poder absoluto”.

Las palabras del escritor, y la carta de 550 ex jefes de seguridad de Israel en la que piden al presidente Donald Trump que presione a Benjamín Netanyahu para que ponga fin a la ofensiva militar en Gaza, colocan al gobernante judío en posición muy comprometida.

Además, en un video, difundido por el movimiento Comandantes por la Seguridad de Israel (CIS), anexa a la carta enviada al jefe de la Casa Blanca, el ex director del Shin Bet (el servicio de seguridad interior del país), Ami Ayalon, advierte: “Este conflicto ha dejado de ser una guerra justa y lleva al Estado de Israel a perder su identidad”.

Esta misiva, es posiblemente la reacción más fuerte en contra de la guerra dentro de Israel. Tres ex jefes del Mossad (el servicio de inteligencia exterior, uno de los más reputados del mundo), cinco ex responsables del Shin Bet y tres ex jefes de estado mayor del ejército israelí, figuran entre los firmantes de la carta y figuran en un video. Claro que estos son enemigos de Israel.

La posición de Netanyahu al frente de Eretz Israel ya no es firme. La paz con el enemigo ya no es algo que comprometa el futuro de la nación judía. Todo lo contrario. Hay momentos de izar la bandera y en otros, hay que arriarla. Llegó la hora de que los dos estados convivan: Palestina e Israel. VALE.