A Irina Bonatska, mi excelente secretaria cuando fui embajador
en Ucrania que hoy sufre los horrores de la guerra
La guerra de Rusia contra Ucrania y el genocidio en Gaza y Cisjordania, de abrumadora monotonía por los años que duran, siguen produciendo infamia y desolación sin visos de terminar. Persisten en buena medida gracias a la malicia de Putin y, en su caso, de Netanyahu, que han explotado la vanidad y “candidez” de Trump. Continúan siendo, asimismo, noticia “de primera plana”, casi ineludible. Por eso hoy vuelvo a comentarlas.
Empiezo con la guerra de Ucrania, que -recuérdese- produjo expectativas de que la Cumbre Trump-Putin -las conversaciones de ambos mandatarios en Anchorage (Alaska) el 15 de enero, podrían sacarla del pantano en el que se encuentra y concertarse un alto al fuego y conversaciones de paz.
Sin embargo, lo único visible fue la recepción, con todos los honores, empezando por la protocolaria alfombra roja, del saludo y paseíllo del anfitrión y su invitado: Donald Trump y Vladimir Putin intercambiando efusividades, discursos cordiales, sin concertar ningún alto al fuego y, mucho menos, conversaciones de paz. Además, si echamos un vistazo a los comentarios de analistas y de la prensa estadounidenses y europeos al concluir la reunión, coinciden en señalar que Trump abandonó la idea de concertar un alto al fuego entre los beligerantes, mientras que “las graves consecuencias con las que amenazó a Putin de no avanzar en las negociaciones, se hicieron humo” -dijo el Washington Post.
Si nos asomamos a lo registrado en el Kremlin sobre la reunión de ambos mandatarios, encontramos comentarios tan curiosos como este: “Esta noche (al concluir la rueda de prensa), el mundo ha sido testigo del renacimiento del gran estilo en la política internacional, ejecutado por dos superpotencias. Ha sido bello, elegante y significativo”.
Luego, al lado de tan encendido elogio, me interesa mencionar el discurso cálido e igualmente elogioso, de Putin a Trump, en el que, además, el ruso hace notar la vecindad geográfica -cultural y de intereses- de Estados Unidos y Rusia desde Alaska -que fue rusa y guarda cultura: nombres, iglesias, monumentos rusos. Geográficamente los separa solo el estrecho de Bering, que resulta aún más cercano por las islas Diomedes, rusas y norteamericanas en el propio estrecho.
Pero con tal calidez y elogios Putin hábilmente crea el clima para evadir el tema de un alto al fuego y conversaciones de paz. De hecho, el eventual encuentro del propio Putin con Zelensky, el mandatario ucraniano está en el aire. En cambio, el ruso -según versiones en medios rusos de sus palabras- habría insistido en que es imperativo “eliminar las causas profundas de la crisis” que ha provocado la guerra.
Recordemos, entre otras, “la nazificación del gobierno ucraniano y el ‘genocidio’ del ‘pueblo ruso’ del Donbás”. Y, por supuesto, no incorporarse a la OTAN. Aunque respecto a este último punto, Yaroslav Trofimov, corresponsal del Wall Street Journal en Moscú, Rusía considera que las fuerzas de la OTAN deben retirarse de los países bálticos, Polonia y Rumanía.
Casi de manera simultánea al proyecto y celebración de la Cumbre de Anchorage -Alaska- Trump decidió reunir en la Casa Blanca a Zelensky, Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, Mark Rutte, secretario general de la OTAN y los mandatarios de Francia, Alemania, Finlandia e Italia, de la UE, más el primer ministro del Reino Unido. Un grupo selecto de gobernantes de países europeos, dos de los cuales, Francia y Gran Bretaña, tienen armas nucleares y son miembros permanentes del Consejo d Seguridad de la ONU.
El encuentro, coincide la mayoría de comentaristas, fue amable en apariencia, con un Trump hasta simpático, pero mostró que la Unión Europea está debilitada y que solo importan algunos de sus Estados miembros. Además, lo que resultó del encuentro fue, sí, la dotación de armamento estadounidense a Europa, para la defensa de Ucrania, ¡que tendrán que pagar los contribuyentes europeos, además con un sobreprecio! Lo que, vuelvo a los comentaristas -en especial los europeos- “ha sido un chantaje, una extorsión”.
Y Trump no consiguió terminar, “en 24 horas” ni en casi un año, la guerra. Mientras los ucranianos, como mi exsecretaria Irina Bonatska, a quien dedico este artículo, sufre aterrorizada los bombardeos de este miércoles 27 a Kiev.
Al día siguiente -jueves- la Unión Europea anunció nuevas sanciones, el paquete número 19. a Rusia por los ataques, cuyo saldo es de por lo menos 19 muertos y ha dañado los edificios de la UE en la capital ucraniana.

Respecto al genocidio en Gaza y Cisjordania, orquestado por Benjamín Netanyahu y su gobierno, del que son víctimas los palestinos, hoy destacan dos aspectos: los brutales ataques incluso a hospitales en Gaza y el anuncio de varios gobiernos, de que reconocerán al Estado palestino.
El 25 y 26 de agosto el hospital Nasser, en Khan Younès, en el sur de la franja de Gaza, fue bombardeado por dos ocasiones, con un saldo de más de 20 muertos, entre ellos médicos y enfermeros, así como 5 periodistas palestinos. El hecho de dos ataques a un mismo sitio -lo que, por cierto, no ha sido la primera vez que sucede- provocó indignación tanto en Israel como en el extranjero.
A grado tal que el ejército informó que realizaría una investigación y el primer ministro Netanyahu lamentó publicamente lo sucedido. Dijo: “Israel considera valioso el trabajo de periodistas, personal médico y civil”. Aunque los medios que comentan lo dicho por premier dicen que los actos del gobierno, “desde hace 22 meses, dan testimonio de lo contrario, para comenzar, prohibiendo a los periodistas internacionales transitar libremente por el enclave palestino.”
Claro que la declaración de Netanyahu insiste en que lo sucedido no fue sino un”accidente trágico”. Lo mismo que dijo en mayo de 2024 -recuerdan sus críticos- cuando al atacar un campamento de palestinos, muchos de ellos perecieron quemados. En todo caso, el premier y su gobierno se refugian en la tesis de “daños colaterales.”
Concluyo este comentario con lo que dice un crítico del “segundo ataque” a un mismo sitio y más a un hospital: “recuerda los métodos del ejército ruso en Siria y Ucrania… prácticas que pueden considerarse crímenes de guerra”.
El otro tema que abordo, muy brevemente, es el del reconocimiento del Estado Palestino, que actualmente reconocen ya 147 gobiernos de los 193 Estados miembros de la ONU. Un tema que irrita a Netanyahu y a los fundamentalistas judíos, cuyo odio y dessprecio a los palestinos les impide ver la justicis ¡y el realismo, si aspiran a un Israel, no solo respetado, sino libre de amenazas.
Así sería con un vecino: Palestina, desmilitarizado, con el apoyo y “orientación” de Saudi Arabia y demás países árabes que ya se han acercado a Israel. Hamas existe y es fuerte en la medida en la que Palestina es frágil y explotada.
Francia, Canadá, Reino Unido, Australia, España y Malta -y quizá Finlandia, Portugal y Nueva Zelanda- han manifestado su intención de reconocer a Palestina en septiembre durante la Asamblea General de la ONU.
Netanyahu reaccionó iracundo e insolente criticando la decisión de Macron, quien le contestó en nota precisa. También expreso críticas un personaje menor, consuegro de Trump y embajador estadounidense en Francia.


