El diablo anda suelto, decían los antepasados cuando la vida cotidiana se alborotaba a causa de algunas órdenes dictadas desde el palacio presidencial, como se llamaba la residencia del presidente o del primer ministro en turno. El término es herencia de los tiempos de monarcas y reyes. Todavía subsisten uno que otro en países de toda suerte. En Europa, Asia y África. Casi ninguno gobierna en el sentido lato del término, pero todavía hay 14 reyes que “reinan” pero no gobiernan y por ahí anda uno que es “monarca absoluto”. Reminiscencias de la vieja lucha por el poder.
Lo curioso del caso es que en pleno siglo XXI, hay mandatarios que se comportan como si fueran monarcas absolutos montados en el poder por conductos “democráticos” que desprestigian el sistema de gobierno que en teoría emana del pueblo y del sufragio universal. Infortunadamente, no son pocos y a últimas fechas se han enquistado en sociedades dignas de mejor destino.
Llama la atención que algunas de estas naciones podrían ser antípodas como Estados Unidos de América (EUA) —que algún día fue paradigma de la democracia en el mundo— y Venezuela, codiciada por propios y extraños por su riqueza petrolera. Para desgracia de los venezolanos, desde 2013 está en manos de un personaje como Nicolás Maduro Moros que “heredó” el poder de Hugo Chávez Frías gracias a múltiples fraudes, a la manipulación de la Constitución, y al control y manipulación de varias instituciones estatales, principalmente de las Fuerzas Armadas. Sin duda, el tiempo vuela. Y en EUA, contra toda lógica, Donald John Trump después de haber sido uno de los peores mandatarios estadounidenses, después de haber perdido en un primer intento su reelección, el año pasado pudo ganar los comicios para regresar por un segundo periodo de cuatro años, aunque su imagen estuviera manchada por varias causas penales perdidas. Defectos de la democracia. En este sentido, ambos mandatarios “legales” son habilidosos en cometer fraudes de todo género.
El gobierno bolivariano de Venezuela ha tenido tanto éxito en los últimos 13 años que 7.9 millones de nacionales —de una población de 30 millones de habitantes—, ha emigrado del país, y se estima que más de 20 millones viven en pobreza extrema, y casi el 45% piensa que es conveniente emigrar por la inseguridad y la precariedad económica. Pese a todo, Venezuela sigue siendo un país “rico” por sus reservas petroleras, lo que lo convierte en un apetitoso botín para un magnate como el que ahora ha vuelto a la codiciada Casa Blanca en Washington, D.C. sobre todo porque el empresario neoyorquino trasladó su despacho de negocios a la otrora histórica Casa Blanca, a la que muchos estadounidenses le han agregado la abreviatura Inc., que no necesita traducción.
En estas condiciones, el actual representante del Tío Sam anunció, desde su campaña para repetir en la Presidencia, que recuperaría la “grandeza de EUA”: Make America Great Again (MAGA), combatiendo la inmigración ilegal y estableciendo aranceles a prácticamente todos los países del globo. Incluso, dijo algo que muchos pensaron era una simple baladronada: se comportaría un día como dictador. Y, todo indica que lo pensaba en serio. Por eso el presidente de Brasil, Luis Inacio Lula da Silva, afirma que “Donald Trump se comporta como si fuera monarca del mundo”.
Resulta que el lunes 25, Trump anunció que probablemente la siguiente semana cambiaria el nombre de Departamento de la Defensa, por el Departamento de Guerra, en un evidente gesto de que su política exterior se basa en declarar la “guerra” cada vez que considere que existe una amenaza nacional. Por lo mismo aclaró el magnate: “Ganamos la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y se llamaba el Departamento de Guerra. Y para mí, eso es realmente lo que es, es. Defensa es parte de eso”. Por eso, varios de sus consejeros dijeron que el presidente tenía una nueva palabra preferida: Guerra. Aranceles pasaba a la historia.
Al fin y al cabo, si en una orden ejecutiva ordenó cambiar el nombre del Golfo de México, por el de Golfo de América, ¿Por qué no hacerlo en el caso de Departamento de Defensa? Sólo que Trump olvidó mencionar la “derrota” de EUA en la guerra de Vietnam, y en Afganistán. Sin duda, el Departamento de Guerra fue el nombre oficial de la institución militar estadounidense hasta 1947 —dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial—, cuando se reformó y pasó a llamarse Departamento de Defensa como parte de una estrategia más diplomática durante la Guerra Fría.
La idea de resucitar el Departamento de Guerra fue mencionado por primera vez en la actual administración estadounidense en el mes de marzo último, cuando el secretario de la dependencia, Pete Hegeseth, mencionó el tema, pero sin dar a conocer detalles, si la iniciativa implicaría cambios estructurales en el Pentágono.
Dicen los expertos en cuestiones internacionales que en los días que corren el mundo sufre una serie de cambios geopolíticos que hacen obligado aceptar lo que menos se piensa. Que el mandatario estadounidense apareció como un jinete del Apocalipsis que al final de cuentas podría encaminar a la Humanidad a un camino sin retorno. El pasto está muy seco y una simple chispa puede provocar un incendio muy difícil de apagar. No solo el magnate puede darse un tiro en el pie, sino que puede cortarse él mismo las extremidades provocando una cadena de reacciones internacionales sin control. El riesgo de que algunos de los países en posesión del “arma nuclear” la utilice es verdaderamente cierto. Se podrá saber cuándo empiece el Apocalipsis, pero nadie podrá dar cuenta si el mundo sobrevivirá. Hay demasiado riesgo. El “nunca jamás” solo representa el caos.
Las instituciones geopolíticas están cambiando. EUA —bajo el bastón de Trump— presiona a todos, obliga a que los europeos asuman su crecimiento militar, ¿hasta dónde llegará la OTAN en el aumento de sus gastos militares para que no dependan del apoyo de Washington como “policía global”? Ser el líder del mundo occidental tiene sus costos y Trump cree que al Tío Sam se le debe obedecer y otros deben “pagar”, vía aranceles, que los otros se resisten a pagar.
Trump juega con fuego. Quiere hincarle el diente tanto a Canadá como a México, por medio de relaciones diferentes —no de igual a igual—; por eso tantas bravatas: que Canadá se adhiera a EUA. Claudia Sheinbaum cree que ya tiene al tigre por la cola, pero se equivoca, lo peor todavía no llega. Y ahora con el trasfondo del despliegue de buques de guerra estadounidenses frente a las costas de Venezuela, el magnate retorna a los viejos intereses del imperio.
Ojalá que los últimos movimientos prebélicos de Washington no deriven en una confrontación regional, pero lo que sí se revela es una situación explosiva en varios frentes a la vez. El grave problema del consumo de drogas en EUA, que cada día es más complicado porque la demanda en el mercado estadounidense crece en lugar de disminuir, ahora es pretexto para formar una “coalición internacional” que dividirá aún más a los países implicados.
Un día antes de escribir esta colaboración, el secretario de Estado de EUA, Marco Rubio afirmó en una reunión del gabinete presidencial que duró varas horas en la Casa Blanca. “ Por primera vez en la era moderna, estamos verdaderamente a la ofensiva contra los cárteles organizados que están inundando nuestras ciudades con veneno mortal. Eso es un esfuerzo de equipo”. En la misma reunión destacó el jefe de la diplomacia estadounidense que EUA “está recibiendo “una increíble cooperación económica internacional, solo la semana pasada con Ecuador, Paraguay, Guyana, Trinidad y Tobago, y Argentina”. “Todos se unen a nosotros para ayudar a impulsar esto…una cosa es que vamos a detener la entrada de drogas y estamos teniendo incautaciones récord, pero otra es construir una coalición internacional contra esta plaga. La batalla la llevaremos al escenario global para enfrentar a quienes están detrás de este veneno”, agregó.
En contrario sensu, tanto el anuncio de envío de buques de guerra, incluyendo un submarino nuclear y miles de marines enfocados en bloquear rutas clave del narcotráfico cerca de las costas venezolanas, lejos de poder “precipitar” la caída del régimen chavista —precedido de un aumento en la recompensa por la entrega de datos que permitan capturar al presidente Nicolás Maduro, hasta de 50 millones de dólares, práctica policiaca que se acostumbraba en los tiempos del Lejano Oeste para capturar a los criminales—, este escenario podría ser contraproducente en el caso de Maduro, pues está comprobado que si algo sabe hacer el heredero de Chávez es victimizarse, para acusar a la oposición de abrir las “puertas del infierno” del odiado capitalismo estadunidense. Que se ha convertido en el leitmotiv del bolivarismo venezolano contra EUA.
Además, en el caso de una invasión o de ataques de misiles desde el mar contra blancos urbanos, podría desencadenarse una sangrenta represión para combatir el antichavismo y gran parte de los venezolanos contrarios a Maduro y sus fuerzas armadas; de hecho, esa represión ya ha sido brutal, pero podría ser peor, sin piedad.
En este sentido, gracias a las presiones internacionales, y la propia tensión en el Caribe, el ambiente político venezolano vivió el domingo 24 de agosto un nuevo giro, tras la liberación de 13 presos políticos. Los encarcelados son figuras con amplia trayectoria política y social, como los ex alcaldes Rafael Ramírez (Maracaibo), Nabil Maalouf (Cabimas) y Simón Vargas (Táchira). Sin embargo, la ONG Foro Penal recordó que aún permanecen 802 pesos políticos tras las rejas, que incluyen a periodistas y activistas. Como Roland Carreño, encarcelado por segunda ocasión, pese a contar con medidas cautelares de la Comisión Inter Americana de Derechos Humanos.
Como reacción a los planes de la Casa Blanca, Nicolás Maduro convocó, durante el fin de semana, a una jornada de alistamiento de las “fuerzas milicianas”. En un acto desde la sede del Poder Legislativo en Caracas, transmitido de forma obligatoria por las cadenas de radio y televisión, el presidente venezolano acusó a EUA —específicamente a Donald Trump—, de buscar un “cambio de régimen” de manera “terrorista, militar”…”un zarpazo así es criminal, criminal e ilegal”, y agradeció a los gobiernos amigos “la solidaridad, el apoyo que le han dado a Venezuela y el rechazo mundial unánime a que EUA abra un conflicto armado en Sudamérica, y lo sume a sus fracasos en Vietnam, Afganistán, Irak, Libia”. Y sostuvo que el Derecho Internacional “prohíbe la amenaza del uso de la cura contra Estados soberanos”.
El panorama no es halagüeño. Demasiados intereses entre los principales contendientes. VALE.


