Abordo un tema de enorme interés, sin olvidar otros dos que me preocupan grandemente: La guerra contra Ucrania, cuyo término supuestamente acordarán Trump y Putin –“cónclave de payasos”, dicen los ucranianos de a pie- sin el mandatario ucraniano Wolodimir Zelensky ni Europa -la UE-, vinculada y hasta víctima del conflicto por caprichos de la geopolítica.
Aunque una noticia de “última hora”, del 18 de agosto, víspera de la reunión en Alaska, informa que el mandatario estadounidense aseguró a sus pares de la Unión Europea, más Reino Unido, que no negociaría territorios en su encuentro en Alaska con Putin. ¿Será, a pesar de que las armas rusas aceleran la ofensiva ocupando territorio ucraniano para estar en situación ventajosa a la hora de las conversaciones Trump-Putin?
Igualmente, el genocidio en Gaza y Cisjordania, del que es víctima el pueblo palestino, con Netanyahu, mitad odio a los palestinos y mitad huyendo de amenazas de cárcel por múltiples delitos en el ejercicio de su cargo, y los extremistas judíos en festín. En contraste con ONGs judías, políticos destacados e israelíes de a pie, que condenan el genocidio.
De entrada, ya al tema de este artículo, me refiero a uno de los últimos comentarios de Donald Trump sobre América Latina, que menciona incluso a México, como objeto de intervención militar estadounidense, “para cooperar en la lucha contra los cárteles de la droga”, algunos ya calificados por Washington como organizaciones terroristas.
Como es evidente, tal expectativa, que prevé la intervención de tropas estadounidenses en territorio latinoamericano -en México, por supuesto-. produjo, igualmente grave temor y grave indignación: se trataría del retorno a la América Latina de los primeros cincuenta años -y más- del siglo pasado y reviviría en México el recuerdo del despojo, en mitad del siglo XIX, de más de la mitad de nuestro territorio.
La expectativa ha sido no solo objeto de reacciones, tratando de no sucumbir a un patrioterismo, pero enérgica de frontal oposición por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum. Así lo interpretó The New York Times, cuyo artículo del 8 de agosto, sobre el tema inicia diciendo: “La presidenta de México dice que las fuerzas militares de EE. UU. no son bienvenidas en su país”.
Estas informaciones y comentarios, empezando por el presidente Trump, que sugieren intervenciones militares en América Latina han dado lugar a críticas en los mismos Estados Unidos.
Maria Abi-Habib, corresponsal de investigación en Ciudad de México y que cubre América Latina, dice que “si el Pentágono planea desplegar soldados en México, podría tensar los lazos hasta su peor momento en décadas”; mientras Todd Robinson, antiguo subsecretario de Estado para asuntos internacionales en materia de Narcóticos, afirmó que “si Estados Unidos hace esto sin el consentimiento de México, la relación retrocederá cien años”.
El tema, en todo caso, lo es de la comentocracia en México y de responsables del gobierno, destacadamente el secretario García Harfuch de Seguridad, quien subrayó la coordinación y apoyo entre agencias de seguridad y lucha contra el terrorismo, estadounidenses y sus pares mexicanos, destacadamente la secretaría a cargo del propio García Harfuch. Y en la misma tesitura, de desterrar temores, el embajador de Estados Unidos en México, Ronald Douglas Johnson, se ha referido a la excelente cooperación entre su país y México en materia comercial, migratoria y de seguridad.
Pero lo cierto es que los aranceles a Latinoamérica, brutales y, en el caso de Brasil, como venganza ante el juicio a Bolsonaro, el expresidente militar, golpista; el trato infame, inhumano, a los inmigrantes y la cauda interminable de insultos a mexicanos y latinoamericanos, por parte de Trump, sus empleados y sus corifeos, están enterrando, sobre todo para mexicanos y latinoamericanos de a pie -del pueblo- al norteamericano amable, socio cordial, confiable, aparecido desde el gobierno de Miguel de La Madrid (1982-1988) y consolidado en el régimen de Carlos Salinas, con el TLC/NAFTA.
Trump resucita al gringo grosero y arrogante, y al gringo estúpido y de vestimentas ridículas. Al gringo que se engaña a la hora de cobrarle sus compras, de quien se burla la gente. El que provoca rencor a no pocos mexicanos por el despojo de Texas, California y otros territorios, ¡dos millones de kilómetros cuadrados, más de la mitad de México!
Después de esta digresión, inicio mi comentario sobre el tema principal: América Latina y el Caribe en el escenario geopolítico de hoy.
¿Vuelve la Marea Rosa?
Quienes tratan el tema hacen notar, en primer término, que en Bolivia, Chile, Perú, Colombia y Brasil habrá elecciones entre este mes de agosto y noviembre de 2026, en las que los partidos conservadores, actualmente en la oposición, tenían posibilidades de ganar. Pero el “Factor Trump” les está dañando. Trump -sus aranceles- y el sesgo racista (racial profiling) de las redadas del ICE contra inmigrantes, impulsa la Marea Rosa, o sea, a los partidos de izquierda. Esta posibilidad de un retorno de la Marea Rosa es analizada en Política Exterior, prestigiada página web española y otros expertos internacionales.
Se habla de una nueva Marea Rosa porque ya tuvieron lugar la primera de los años 2000 (Kirchner, Lula, Evo …) y la segunda de esta década (Lula, Boric, Castillo, Petro…).
De acuerdo al análisis de esa página, que en el caso de Lula coincide con el de otros analistas y periódicos brasileños, de América Latina, estadounidenses y de Europa, gracias al acoso de Trump vía aranceles y defendiendo a Bolsonaro, el apoyo al mandatario subió hasta el 46%, lo que asegura su reelección.
En Colombia, no obstante el lamentable, desbalagado gobierno de Petro, la derecha sufre el descrédito de su Pope, Álvaro Uribe, condenado judicialmente por corrupción, y por el asesinato de otro Uribe: Miguel Uribe Turbay, precandidato a las presidenciales de 2026. De manera que el 29% de apoyo que mantiene Petro, da opciones a un candidato izquierdista, ¿Claudia López exalcaldesa de Bogotá? ¡Frente a otros cincuenta candidatos!
Y no la última ni necesariamente la más importante, aunque es importante: se trata de Jeanette Jara, exministra de Trabajo y militante del Partido Comunista chileno, que aspira a suceder al presidente Gabriel Boric. Una aspirante que me causó excelente impresión al presentar su candidatura.
Quienes analizan las opciones de la izquierda, la Marea Rosa en Latinoamérica incluyen a México, cuya presidenta cuenta con un 75% de apoyo popular -sin perjuicio de las muchas críticas y algunas graves que nos provoque a muchos mexicanos su gestión.
El resto del panorama latinoamericano es desolador. En la derecha Bukele, carcelero de los inmigrantes que encierra Trump y dictador en ciernes de El Salvador. Javier Milei, ridículo adorador de Israel y neoliberal empobrecedor de los ya pobres. En la izquierda Díaz-Canel, administrador del castrismo en la Cuba mártir. Y en Nicaragua Daniel Ortega, dictador zombi: “ido” por su avanzada edad y el país en manos de la pareja del “ausente” Ortega, la esotérica, ridícula y cruel Rosario Murillo.
¿Solo, entre uno que otro de los citados y un universo de medianías que no merece mencionarse, el presidente guatemalteco social demócrata Bernardo Arévalo es presentable?