La semana pasada otra vez fuimos testigos de cómo se destapan las alcantarillas de las cloacas del poder con el “afaire” huachicol fiscal en el trafique de combustibles por barcos y que corrompió hasta la médula a la Marina de México, una de las instituciones que aún conservaba algo de credibilidad. Las acciones de investigación y detención de algunos de los involucrados se desencadenaron como respuesta a la visita del Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio de quien solamente por los comunicados oficiales se sabe que supuestamente hablaron de puras obviedades respecto del buen entendimiento en las relaciones de los dos países.
Así al informar el Secretario de Seguridad Publica, sobre la detención de un contraalmirante de la Marina de México, quien resulta que es sobrino del Secretario de la Marina del anterior presidente, junto con otros integrantes de esa secretaría y civiles empresarios presuntamente involucrados en delincuencia organizada por huachicol fiscal de combustibles que llega a los puertos mexicanos por Altamira y Manzanillo, se destapo una enorme red de corrupción dentro de la Marina que involucra a diversos políticos del partido en el poder. A partir de dicha detención por pura coincidencia aparecen muertos dos marinos, también presuntamente involucrados en la red de corrupción uno de ellos se “suicidó” y el otro se “accidentó” quizás porque sabían demasiado.
La terca realidad se impone y, pese a los intentos voluntaristas de la Señora Presidente, quien en las ya aburridas mañaneras por sus erráticas intervenciones, insistentemente señala que todo va muy bien, el país está inmerso en un marasmo de descomposición política, corrupción, inseguridad, violencia, desesperanza y creciente irritación social.
El país atraviesa momentos difíciles, que sólo los militantes de Morena en el poder niegan ver, y desde luego simulan que todo está bien. La crisis de inseguridad con miles de muertes, las recurrentes fosas clandestinas donde arrojan por centenares a ejecutados sólo es comparable con la barbarie de los países en guerra, y ciego de poder, quien realmente gobierna detrás de la silla del águila, busca que la violencia cotidiana sea asimilada y aceptada sin protesta, pero la sociedad ya ha reiterado su hartazgo por diversos medios y en distintas formas.
Las crisis cuando afectan o destruyen a las Instituciones, golpean a la sociedad en su conjunto sin que desde el poder se quiera buscar una salida política consensuada que permita sortearla, se convierte en un problema irresoluble tal y como plantea lúcidamente el célebre Juan José Linz Stroch, sociólogo y Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Yale, sus trabajos y ensayos versan sobre las teorías de los regímenes autoritarios y totalitarios, en su ensayo “La quiebra de las Democracias y las transiciones a regímenes democráticos”; que leído en clave mexicana nos permite desentrañar el despeñadero al fondo del barranco al que nos ha conducido el gobierno continuo de Morena del primero y segundo piso de la 4T.
De la crisis de inseguridad sin duda alguna, al gobierno anterior se le puede reprochar su agravamiento y una equivoca estrategia para enfrentar a la delincuencia organizada y en especial al narcotráfico, con abrazos y no con balazos, les dio los espacios para crecer sin medida hasta adueñarse del país. El supuesto combate, lo está librando el Secretario de Seguridad Pública que actúa de manera reactiva a cada exigencia del gobierno de Trump.
La corrupción ha permeado hasta la médula al Ejército y a la Marina; hace ya varios sexenios que lo advertimos que cuando las Fuerzas Armadas son sacadas de sus cuarteles sin un marco jurídico y una planeación adecuada, sin tener claro el qué, el cómo, el dónde, el cuánto y durante cuánto tiempo, se quiera o no, los Ejércitos comienzan a ejercer poder y los desenlaces suelen ser trágicos para los Gobiernos.
La perspectiva respecto de la inseguridad, que es el tema que más preocupa a la sociedad, es totalmente diferente desde la Cd de México a la que se tiene en los estados; es cierto que la capital y la zona metropolitana ha sido golpeada por rachas de violencia, pero está lejos, muy lejos de sufrir la violencia constante y permanente que lastima a los habitantes de las entidades. Al comentar en la Ciudad de México lo anterior, los interlocutores sonríen con escepticismo, o bien afirman que es un efecto mediático; quienes recorremos con frecuencia la provincia y algunas de las ciudades de las referidas entidades, hemos vivido ya el temor, el miedo y crece en nuestro interior, la ira por la necedad de no variar la estrategia emprendida contra la delincuencia organizada.
En teoría política, un desenlace frente a una crisis con el Ejército ejerciendo poder en combinación con un Gobierno fallido es un golpe de Estado, lo cual en las circunstancias actuales de México resulta poco probable sobre todo por la tradición de lealtad de nuestro Ejército y que nuestro país desde el lejano 1929, no ha vivido una intentona golpista, esta opción habrá que desecharla básicamente porque nuestra Fuerzas Armadas, salvo los corruptos, mantienen una lealtad institucional.
La propuesta de una reforma electoral preocupa sobre todo por la artificiosa súper mayoría de Morena en ambas cámaras, lo anterior si bien es preocupante y demuestra el escaso respeto de todos los actores políticos a la ley Electoral y a la finalidad democrática con que fueron creadas las Instituciones electorales INE y TEPJF, ahora lamentablemente copadas por el partido en el gobierno, es más preocupante cuando ha comenzado ya la guerra sucia, la lucha de lodo, la dispersión de ataques. A lo anterior, habrá que añadirle la polarización y el encono que venimos arrastrando como sociedad dividida y que ha sido causado desde Palacio Nacional desde el sexenio pasado.
La ciudadanía está hastiada, cansada, harta de que la política se convierta en la ocasión de arrojar paletadas de suciedad al adversario, y no como debiera ser, de exposición de propuestas, de oportunidad de cambios, de esperanza de mejoría. Es por ello que la sociedad civil organizada debe luchar por la dignificación de la política, entendida ésta como la acción superior del hombre para beneficiar a su comunidad y mejorar sus condiciones y calidad de vida. Lo delicado y muy preocupante es que, por hartazgo y falta de credibilidad, la ciudadanía se abstenga mayoritariamente de acudir a las urnas, eso la próxima elección no lo podemos permitir.
Somos más los ciudadanos que queremos una salida pacífica y democrática. La violencia sólo la necesitan y se regodean en ella los autoritarios. Cerremos el paso a la realidad autoritaria cesarista que se vislumbra desde el poder.