En septiembre del año 490 antes de la era actual, es decir hace 2515 años, un reducido número de hombres libres, y también esclavos, salvaron su patria, su cultura y sus valores, ello implica que con su sacrificio preservaron la civilización occidental en la forma como la conocemos y la consideramos como propia. Sin el esfuerzo de esos valientes se hubiera impuesto en Occidente un gobierno absoluto y sin los valores que lo distingue actualmente, obvio: con sus altas y sus bajas.
Con esto digo todo: sin el esfuerzo de ellos y de los griegos que en 480, también en el mes de septiembre (Heródoto, Historia, VIII, 66 y siguientes, Gredos, Madrid, 1989), se volvieron a enfrentar a los persas en Salamina y en Platea, no hubiera habido un Sócrates, un Platón, a quien, por muchos conceptos, se le ha calificado de divino; tampoco un Aristóteles, Diógenes el Cínico, Tucídides, Heródoto, Demóstenes, Esquines, Lisias y otros más.
La batalla
La batalla se antoja muy desigual; según Justino del lado griego intervinieron en el combate diez mil ciudadanos atenienses y mil auxiliares plateos; ellos se enfrentaron a un ejército de seiscientos mil enemigos (Justino, Epítome, libro II, 9, 9, Gredos, p. 107)
“Una vez formados en orden de batalla, y en vista de que los presagios resultaban favorables, los atenienses, nada más recibir la orden de avanzar, se lanzaron a la carrera contra los bárbaros.” … Lo hicieron sin contar con caballería y arqueros, lo que fue considerado por los persas como una locura. … “La batalla librada en Maratón se prolongó durante mucho tiempo. En el centro del frente, donde se hallaban alineados los persas propiamente dichos y los sacas la victoria correspondió a los bárbaros. … en ambas alas triunfaron atenienses y plateos. Y, al verse vencedores, permitieron que los bárbaros que habían sido derrotados se dieran a la fuga e hicieron converger las alas para luchar contra los contingentes que habían roto el centro de sus líneas, logrando los atenienses alzarse con la victoria. Entonces persiguieron a los persas en su huida, diezmando sus filas, hasta que, al llegar al mar, se pusieron a pedir fuego e intentaron apoderarse de las naves.” (Heródoto, Historia, libro VI, 111 a 114, Gredos, p. 373 y siguientes).
En el intento de retener las naves que huían, Cinegiro, hermano del trágico Esquilo, perdió la mano mientras se aferraba al mascarón de popa; con la otra mano que le quedaba, volvió hacer la misma maniobra; perdió también la otra mano; entonces la sujetó con los dientes, ante lo cual un enemigo le cortó la cabeza. Tal era el valor de esos hombres. (Justino, Epítome, libro II, 9, 16 a 18, Gredos, p. 107).
Fueron Milcíades y Aristides los generales griegos victoriosos.
Fin de la batalla
Tan pronto los griegos vencieron y observaron que los persas se retiraban, no al lugar de donde venían, sino a Atenas para tomarla y saquearla, se encaminaron de inmediato a Atenas. Llegando oportunamente para volver a derrotar a los persas.
“En la batalla librada en Maratón perdieron la vida unos seis mil cuatrocientos bárbaros y ciento noventa y dos atenienses.” (Heródoto, Historia, libro VI, 117, 1, p. 380).
Después de la victoria: “Quedó en Maratón Arístides con su tribu para custodia de los prisioneros y de los despojos, y no frustró la opinión que de él se tenía, sino que habiendo copia de oro y plata, de ropas de todos géneros y de toda suerte de efectos en número increíble en las tiendas y en los buques apresados, ni él mismo tocó a nada, ni permitió que tocase ningún otro, a no ser que algunos ocultamente tomasen alguna cosa, …” (Plutarco, Vidas paralelas, Aristides, V, Planeta, Barcelona, 1990, p. 237).
A todas luces se ve que Arístides no era de Morena, de otra manera, no hubiera quedado nada del tesoro de los persas.
Pausanias, que visitó Grecia en el siglo II de nuestra era, por lo que respecta al demo o distrito de Maratón, refiere:
“En este lugar del Ática desembarcaron los bárbaros, fueron vencidos en la batalla y perdieron algunas naves cuando se hacían a la mar.
Hay una tumba de atenienses en la llanura, y sobre ella estelas con los nombres de los que murieron por tribu y otra tumba para los beocios de platea y para los esclavos: pues por primera vez lucharon entonces esclavos.
Hay un sepulcro individual de Milcíades hijo de Cimón, que murió más tarde, después de fracasar en Paros, y a causa de ello fue llamado a juicio por los atenienses. Allí es posible durante toda la noche percibir el relinchar de los caballos y la lucha de hombres. A nadie le ha sido útil llegar allí a propósito para verlo directamente, pero cuando eso sucede sin que se busque o de cualquier otro modo no incurre en la ira de los espíritus.
Los de Maratón honran a los que murieron en la batalla llamándolos héroes, … Los atenienses dicen que a los medos los enterraron porque es piadoso enterrar el cadáver de un hombre en la tierra, pero no pude encontrar ninguna tumba. …” (Descripción de Grecia, libro I, 32, Gredos, Madrid, 1994, p. 171).
Pausania no hace referencia al sitio en el que están se depositaron los cuerpos de los guerreros de Platea que cayeron en la batalla, sin embargo, a escasa distancia del túmulo en el que están depositadas las cenizas de los soldados atenienses, se halla el Túmulo de los platenses. En él existe un túnel que permite observar, bajo un cristal reforzado, entre otras cosas, el cadáver de una persona mayor, de un niño y de un caballo; el esqueleto del soldado caído es pequeño; no medía más de un metro y medio; los huesos del caballo, denota que, al parecer, tenía la alzada de un pony actual, era pequeño. La alimentación y los cuidados del mundo moderno han cambiado la altura de los seres humanos y de los animales domésticos.
Parte de los monumentos funerarios y de restos de las armas se hallan resguardadas en el Museo Nacional de Atenas y en el museo de sitio que se halla en Maratón.
Ciro, el rey persa, consideraba que en una batalla se puede ganar o perder: “… el premio de la victoria será que, si nosotros vencemos, los enemigos será nuestros y todo lo que tienen; pero si somos vencidos (porque también esto se ha de decir, y aún pensar que pueda suceder), todas las riquezas de los vencidos serán premio de los vencedores.” (Jenofonte, Ciropedia, libro segundo, III, Conaculta, Océano, 1999, p. 266).
Sobrevivientes
El gran comediógrafo Aristófanes, en una de sus obras, da a entender que en sus tiempos (427/426 antes de nuestra era) aún vivían algunos de los que habían luchado en Maratón; todavía eran aguerridos: “Venía corriendo aquí con las treguas, pero las olieron unos ancianos de Acarnas, unos vejetes recios, tercos como alcornoques, inflexibles, excombatientes de Maratón, duros como leños de arce.” (Aristófanes, Los acarnienses, Gredos, Barcelona, 2007, 179 y siguientes, p. 119).