Me presento:
Andrés Norberto García Repper Favila, abogado especializado en materias electoral y constitucional, entusiasta absoluto del movimiento que inició Andrés Manuel López Obrador y de la transformación que se está llevando a cabo en la vida pública de México.
Agradezco a Beatriz Pagés la invitación ––y disposición–– de albergar en las páginas de la legendaria revista Siempre voces divergentes a su línea editorial, consolidada en los últimos años como de crítica dura y sin concesiones a las políticas públicas, decisiones, acciones, programas, yerros y posicionamientos filosóficos, económicos y políticos de los gobiernos identificados con el movimiento obradorista, el gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, el partido Morena, sus aliados y lo que se ha venido a identificar como la Cuarta Transformación de la vida pública de México.
Soy un convencido de que el proyecto que hoy gobierna nuestra nación busca posicionar a México en el lugar digno y central que la historia le tiene reservado en este continente y en el concierto mundial. Lo que está pasando en México requiere escribirse, leerse, analizarse, discutirlo, debatirlo dialogarlo.
Las oposiciones, intelectual, empresarial, mediática, política, fáctica, y las que se presentan como «ciudadanas», no han estado dispuestas a dialogar para comprender y sumar, sino solo para ‘presionar’ y con ello lograr una negociación que les devuelva algo del poder y presencia que tuvieron con el régimen que la alternancia de 2018 desplazó de los poderes ejecutivo y legislativo y, recientemente, judicial.
Evitando la autocrítica, solo en ciertos espacios digitales detractores se han dado fugaces lapsus de honestidad en los cuales se señalan fallos, desviaciones y errores que llevaron a los partidos que ahora se conocen como PRIAN a dejar de ser opción para las mayorías; pareciera que hay una visión íntima del poder que lo ha percibe como una especie de coto, de patrimonio virtual que les era propio, ab origen y que las urnas “han prestado” a la izquierda, aunque formal y ‘políticamente’ se admita la derrota electoral.
Ante esta coyuntura, los liderazgos más visibles de la oposición han escogido el peor de los caminos: La mentira, la violencia y los sofismas. Se ha cristalizado un pacto, virtual o expreso, con medios de comunicación corporativos para intentar, a través de campañas negras, torpedear las bases morales del movimiento, falsear hechos, tergiversar dichos y sucesos; en general, diseñar campañas permanentes de denuesto con el objeto de debilitar la fortaleza y cohesión en torno a la 4T, a la Presidenta Sheinbaum, al expresidente López Obrador y a sus gobiernos.
Sin embargo, esa intención coincide con un momentum político peculiar o, como el propio AMLO lo llamó: estelar; una sociedad politizada, ávida de noticias, de opiniones y de argumentos para debatir, pero todo esto para defender los triunfos de Morena y sus aliados.
Y no, esta vez no se trata del sector ‘crítico’, como tradicionalmente se le llamó a la intelectualidad universitaria o protagonista de la opinión publicada, también conocida como comentocracia, sino de la sociedad en su conjunto.
Un interés en los temas políticos y la agenda nacional que, por virtud de la irrupción de las redes sociales, atraviesa estratos culturales, etarios, regionales, étnicos, adquisitivos, religiosos, ocupacionales, profesionales gremiales y familiares, invade conversaciones, sobremesas, convivencias y flota en el ambiente de la sociedad en su conjunto.
Como nunca antes, México vive un momento histórico de construcción de ciudadanía.
En ese sentido, es un despropósito que las voces de la oposición eludan el debate y escojan la propaganda, la diatriba, la injuria, la calumnia, el lenguaje y la conducta violentos.
Esa postura subestima a la población y ofende su inteligencia. Una oposición inteligente, dialogante e innovadora brilla por su ausencia.
En ese sentido, los hechos y dichos de los últimos días son el epítome del camino que la oposición decidió recorrer.
Pareciera, intentando una analogía coloquial con la expresión de la lucha libre mexicana, que al interior de las filas opositoras los «técnicos» se hicieron a un lado para que «los rudos, rudísimos» gestionaran esa ‘crisis’.
Entonces, unos con la pluma, otros al micrófono, otros ante las cámaras, y el resto desde sus curules y escaños, empresas y ‘oenegés’ se lanzaron al ataque: Saboteando, intentado boicotear, metiendo, falseando, conspirando, agrediendo físicamente, y mal obrando, con el casi obligado resultado; fracasando y provocando que la ventaja de la 4T sea aún mayor sobre sus pretensiones.
La emboscada que hace unos días le prepararon legisladores del PRI ––entre ellos, su presidente nacional (!)–– al polémico y desafiante Senador Fernández Noroña ––en ese momento, ni más ni menos que, el Representante del Poder Legislativo Federal–– no solo fue el reflejo del fracaso de la política, sino un hecho delictivo reprochable.
Posteriormente, la conducta del senador presidente del PRI de negar su responsabilidad y culpar al agredido, llenándolo de epítetos, simplemente fue la expresión ––tardía–– de un hombre que no aprendió a respetar límites en su formación temprana.
Gramsci decía que mientras lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir ahí aparecen los monstruos.
Estamos, sin duda, ante un cambio de era; la pregunta que debemos hacernos es si la oposición piensa regresar a la cancha a jugar o si piensa golpear a los jugadores y a los simpatizantes del otro equipo.
A la puerta está la discusión de lo que deberá ser el proyecto de reforma electoral. Se abre, una vez más la oportunidad para el diálogo.
Ya rechazaron el debate civilizado en la reforma judicial; participaron en su intento de sabotaje; fracasaron en su boicot y finalmente, infructuosamente quisieron victimizarse.
Si se insiste en ese curso de acción apostando a un escenario de suma cero en el que, a propósito, se rehúya el debate, buscando quizás generar causas y pretextos para intenciones intervencionistas, se estará desaprovechando una oportunidad histórica de dialogar y construir. Ellos sabrán si deciden sumar sus ideas y argumentos al esfuerzo de construcción de la realidad política presente.
Hay voces que, habiendo participado en los órganos del Estado del anterior régimen, hoy plantean su intención de participar en la discusión de la próxima reforma electoral; es una buena señal mientras admitan que su lugar es de pares junto al resto de la ciudadanía interesada; no más think tank con derecho de picaporte en la propuesta legislativa.
México nos convoca al diálogo y al debate de altura. ¿Acudirán?
Hasta la próxima vez que estas páginas nos convoquen.