La historia es el reflejo de nuestra evolución, para algunos es el síntoma de nuestra enfermedad, es la mirada retrospectiva a nuestras primeras edades, las que muestran esfuerzos, cataclismos y verdades que confeccionaron nuestro presente. En 1810 se encendió la tea que iluminó un camino por el cual se marchó en pos de la independencia de la Nueva España que se transformaría en México. El próximo 30 de septiembre se recuerda el natalicio de la figura señera que se ha considerado como el arquitecto del estado mexicano, el Generalísimo José María Morelos y Pavón.

Nuestra memoria histórica reclama el espacio para las gestas que troquelaron al país en lo que ahora gozamos, la patria de nuestros hijos y el hogar de nuestros antepasados.

En un país que se fragmenta peligrosamente por el avance estridente del crimen organizado, el cual bebe de los afluentes de la impunidad, es conveniente hermanarlo por los aspectos unitivos, comunes, nuestra historia puede, debe, operar tal acontecimiento para combatir a los nuevos enemigos de México.

Los arquitectos que diseñaron nuestra nación se retroalimentaron de ideas liberales procedentes de la ilustración que fueron inspiración de otros movimientos sociales que marcaron el rumbo de la humanidad en occidente.

Retrocedamos un poco en la historia hasta situarnos en la región más transparente que divisaron los invasores, de allí surgió el choque de culturas que coadyuvó para le edificación de otra. No es conveniente borrar de nuestros acervos tales antecedentes porque sin ellos sencillamente no existiríamos ni habría raza de bronce.

El fatalismo del quinto sol en la leyenda azteca hizo su parte, han transcurrido siglos y muchas veces la beligerancia fraternal se expresa en falta de acuerdos que apunta a los disensos de una clase política que extravía el rumbo y privilegia la contradicción. Digo que en el origen los signos del fatalismo plasmaron la fusión de afanes, los aztecas sucumben ante los invasores que habían quedado maravillados de haber llegado a una tierra extraña para ellos.

La resignación y convicciones dolientes como pasaporte al paraíso fue una coartada que se emprendió para someter a los pueblos indígenas y menoscabar sus propias tradiciones, espejo de un sentir.

El generalísimo Morelos fue el alma ideológica de la lucha insurgente quien la plasma en forma magistral en los sentimientos de la nación. El más grande hijo de Morelia también fue cura de pueblo. Septiembre es el mes en que se recuerda la gesta de independencia, nuestra lucha a favor de la emancipación mexicana nos invita a hurgar en la memoria histórica para situarnos en la utopía llevada a praxis por Vasco de Quiroga, quien se significó en una fuente histórica de la seguridad social. La espada y la cruz, binario que expresa los dramas y aspiraciones de algunos, culpas y absoluciones vertidas en hechos consumados. Morelos otorgó los primeros signos de los elementos fundacionales de México, ahora cabría la interrogante en este año 2025 tras los escándalos del huachicol si ya es conveniente la refundación. Vivimos una etapa de oscuridad, porque nuestro país ha sido ajado por el crimen organizado, el asunto es cómo refundar México.