La noticia internacional, entre un caudal de ellas, que probablemente ha sido la más comentada es la que se refiere a China, India y Rusia -al margen de una lista más amplia de países, que acompaña al trío- como el nuevo poder mundial, compitiendo y hasta enfrentado al todavía líder, hegemón, un Estados Unidos trastabillante ante la errática conducción de su presidente, Donald Trump.

No falta, por cierto, quien incluye entre aspirantes a ser parte del poder que reemplazaría al “trastabillante” Estados Unidos, a las llamadas Potencias Medias: Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Sudáfrica, Nigeria, India, Indonesia, Turquía, Brasil y, por supuesto, México -según la lista de la embajadora Marta Bárcena, mi brillante amiga.

¿Qué hace Trump para considerarse que atenta contra la hegemonía mundial de Washington? Se involucra en guerras innecesarias como la veloz contra Irán, “para destruir instalaciones nucleares -uranio enriquecido- y evitar que llegue a producir bombas nucleares”. Una misión “cumplida”, festinada por Trump y sus aduladores -Netanyahu en primer lugar- que, pronto se supo, ¡fracasó!

Se comprometió a terminar con la guerra de Ucrania “en 24 horas” a partir de su toma de posesión el 20 de enero último, y, toreado por un hábil Putin -o ambos en complicidad- la guerra sigue. Y no solo eso, sino que con la incursión de drones rusos este 9 de septiembre a territorio de Polonia, “el líder ruso -dice The New York Times- parece determinado a ser él quien dicte los términos del fin de la guerra”.

Lo cierto es que Putin, en la cumbre de los Estados miembros de la Organización de cooperación de Shangai (OCS), cumbre a la que me referiré más abajo, volvió a plantear el tema de la ampliación de la OTAN.  

En Gaza y Cisjordania, continúa el genocidio, reconocido y condenado incluso por ONGs israelíes, políticos hebreos de oposición, respetados académicos y no pocos del “pueblo de a pie”. La acción de Israel contra los terroristas de Hamas, a los que -recuérdese- Netanyahu llegó a financiar, hoy llega hasta Doha, bombardeada brutalmente, en una lucha sin cuartel, sin importar la suerte de los rehenes de la propia Hamas. Y haciendo caso omiso de las súplicas y de la indignación de familiares y próximos a los rehenes.

Como tampoco parece importar al premier hebreo, ni a los extremistas y fundamentalistas que gobiernan con él, la creciente oposición en la sociedad a la “guerra contra Hamas”: los reservistas israelíes reclaman a la Knesset que “detenga esta guerra ilegal del primer ministro Netanyahu”.

Aunque estaría teniendo lugar una sorpresiva aparición del omiso Trump, pues el ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, afirmó el martes 9 que Israel ha aceptado la última propuesta del presidente estadounidense, Donald Trump, para un alto el fuego en Gaza, bajo las condiciones de que liberen a todos los rehenes en la Franja y que Hamás deponga las armas. Lo que así nada más, es papel mojado.

Y, desde luego, es impensable que el premier, el gobierno y la mayoría de la sociedad israelí acepte -digiera- la constitución del Estado de Palestina, vecino de Israel, sin ejército, “tutelado” por Arabia Saudita y otros Estados árabes en este período de deshielo y acercamiento de tales Estados con Israel. Que -dicho sea entre paréntesis- ambas partes desean y se iba dando en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham, de normalización diplomática y económica entre Israel y varios países árabes, principalmente Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos, con la mediación de Estados Unidos y firmados en 2020.

Pero -vuelvo al tema del reconocimiento internacional de Palestina como Estado- recuérdese que hoy 147 de los 193 Estados miembros de Naciones Unidas la reconocen como tal. Asimismo, que Francia, Reino Unido, Canadá, Australia y España, entre otros, harían oficial este reconocimiento en el período de sesiones, este septiembre, de la Asamblea General de la ONU.

Concluyo el tema del reconocimiento internacional de Palestina como Estado para lamentar la injusticia y torpeza en el gobierno y la sociedad israelí al oponerse a este reconocimiento conforme a derecho y que, con las debidas salvaguardas, privaría de justificación -si hubiera alguna- y de razón de ser a Hamas.

El tema de Ucrania y la reciente noticia de drones rusos en territorio de Polonia, con su carga simbólica, sobre todo, invitan a comentar la presencia de Europa -la Unión Europea, Reino Unido et al- en el escenario internacional: Ninguneada por Trump y humillada Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, son obligados los europeos a pagar sobreprecios extorsivos por su armamento, en defensa de sus fronteras con Moscú.

Pero Europa, a pesar de su imagen de minusválido frente a un Trump arrogante y “tres grandes”: China, India y Rusia, sigue teniendo presencia: Polonia e Italia tienen predicamento económico. Francia, con todo y la caída del gobierno, estrena uno nuevo. Alemania y su “rearme”, se fortalece; y París y Berlín, motor de Europa, sigue funcionando. Con el acompañamiento del “hermano pródigo”: Reino Unido.

Europa juega también -si se me permite el atrevimiento- en clave latinoamericana: La UE ha presentado el texto del Tratado con Mercosur que venían negociando desde hace un cuarto de siglo. Además, ha actualizado su pacto comercial con México, cuya primera versión empezó a alumbrarse en 1994. El trámite final del tratado con Mercosur no está exento de riesgos, pero el hecho que de que haya cedido la tradicional resistencia hiper proteccionista de Francia hará difícil que se forje una minoría de bloqueo.

El acuerdo ampliado y modernizado con México, es otro proceso de larga duración: el pacto para su actualización se alcanzó en enero, pocos días antes del regreso de Trump a la Casa Blanca y tras ocho años de intensas negociaciones. En este, como en otros casos que involucran a México y países de Hispanoamérica, el apoyo de España es clave y estoy seguro de que lo tendremos.

El Trump trastabillante, impotente y/o cómplice de Putin y de Netanyahu, se enajena simpatías y apoyos ante la imposición caprichosa de aranceles a múltiples países. Igualmente, ante la campaña racista, infame contra los migrantes. Y, por si fuera poco, ante las amenazas de intervención territorial y/o aérea o marítima.

Frente al Estados Unidos trastabillante e infame que su mandatario está conduciendo, ¿la alternativa sino-rusa-india que se nos ofrece desde la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), es viable y preferible?

Sin perjuicio de análisis más “finos”, los expertos dudan de una alianza entre China y su evidente fortaleza política y económica e India, a la que no interesa una mala relación con Washington.

Además, dice mi querida amiga Beata Wojna, ex embajadora de Polonia, catedrática del Tec de Monterrey y comentarista en medios, “Me preocupa realmente la foto del presidente chino flanqueado por los presidentes de Rusia y Corea del Norte. Al ver esta imagen de Xi, Putin y Kim, no se me quita de la cabeza el Pacto Tripartito de Hitler, Mussolini e Hirohito, firmado por Alemania, Italia y Japón el 27 de septiembre de 1940, cuando la Segunda Guerra Mundial ya había comenzado en Polonia”.

Aunque yo comentaría que también Trump tiene la muy reciente foto con Putin en Alaska.

Y termino. En este escenario sinuoso, lo que en verdad me inquieta es la amenaza, real o ficticia de un Trump desatado, no solo contra Venezuela y Maduro, sino interviniendo militarmente, con tropas y bombardeos, nuestro país.