Así es, la república democrática ya no existe. Esta es la conclusión a la que llegaron alrededor de 50 conocedores y especialistas, mujeres y hombres de reconocido prestigio en el ámbito de la academia, la investigación, la historia nacional, la sociología y  el terreno electoral, en 14 paneles que abarcaron casi 16 horas, como parte de un programa organizado y dirigido por el Dr. Luis Molina Piñeiro en la Facultad de Derecho de nuestra querida UNAM, intitulado “Testimonios y vivencias de universitarios en el proceso político mexicano 1960-2024”.

Tuve el privilegio de ser invitado para participar en la parte conclusiva de este esfuerzo que será parte de lo que las generaciones actuales y venideras debemos tener presente. En esta iniciativa se recopila un polifacético y multicolor arcoíris de opiniones que nos permite ver cómo México se fue transformando desde los años 60 del siglo pasado hasta el año 2018 para construir un país más plural, más abierto, a tono con lo que las circunstancias que cada momento demandaba.

Desde los años 60, hace ya más de 60 años, que se registraron importantes movimientos de ferrocarrileros, maestros, médicos, campesinos, demandantes de viviendas en los centros urbanos o las grandes ciudades en expansión, hasta llegar al parteaguas histórico de lo que fue el gran movimiento universitario, cívico-popular de 1968, pasando por la masacre del 10 de junio de 1971, los movimientos guerrilleros de esos años (con el costo de miles de vidas provocadas por Guerra Sucia del Estado Mexicano) y las luchas populares y políticas que demandaban espacios de participación, y que motivaron las reformas políticas que se dieron durante ese periodo de casi 40 años. Todos esos asuntos fueron abordados en este loable y valiosísimo esfuerzo.

Lo sorprendente, llamativo, preocupante y a la vez estimulante en lo expresado por esas voces tan disímbolas es que todas coincidieran en que la república democrática que se vino construyendo desde la independencia ya está muerta y es un cadáver insepulto. ¿La razón? Porque los principios básicos de la división de poderes, el equilibrio entre los mismos, el federalismo y las libertades básicas de expresión y libre organización, ya no existen, o están muriendo con celeridad.

Lo cierto es que hoy vivimos en un nuevo régimen político autoritario. Los últimos dos gobiernos del obradorismo, desde el 2018 a la fecha, que llegaron al poder por la vía democrática, se han dedicado a demoler el entramado institucional que tanto trabajo democrático y tantas vidas costaron a varias generaciones.

Cuando gracias a la reforma político-electoral de 1996 se abrió en definitiva la transición a la democracia para dejar atrás el régimen autoritario encabezado por el viejo PRI y se empezó a configurar en los hechos, a hacer realidad, la división de poderes y la alternancia política en el poder nacional y en los estados y municipios, múltiples  actores que protagonizamos muchos de los episodios aquí recogidos, creímos que la democracia en México había llegado para quedarse y que sólo teníamos que irla perfeccionando, en una ruta  de consolidación de la misma.

Por eso, en su momento, nunca se hicieron las reformas constitucionales necesarias y suficientes que evitaran que alguna fuerza política de cualquier signo se otorgara una sobrerrepresentación indebida, ilegal, inconstitucional y además de manera mafiosa (como lo hizo Morena, operando un fraude a la ley, comprando votos y hasta con amenazas de cárcel) para modificar la Constitución y acabar con el andamiaje democrático (reglas e instituciones) heredado desde el México independiente.

Muchos errores se cometieron durante los gobiernos de la transición (2000-2018), los cuales generaron malestar en amplísimos sectores de la población y que propiciaron que un farsante autoritario como López Obrador llegara a la Presidencia de la República con promesas de acabar de inmediato con la corrupción y la inseguridad, entre muchas otras mentiras.

Hoy estamos padeciendo las consecuencias de todo ello. Los autoritarios de hoy, congregados en Morena, han usurpado el poder legítimo y constitucional de la república para modificar nuestra carta magna y liquidar los principios básicos de la nación.

Ahora los demócratas estamos en una lamentable debilidad política y de organización frente a estos atropellos dictatoriales. Pero afortunadamente cada día hay muchas más voces que claman por preservar libertades plenas y democracia, desde muchas partes del país, como las contenidas en este ejercicio que hace constar que la UNAM puede ser epicentro de nuevas luchas por las mejores causas, que dejan claro que sí hay oposición ante la deriva autoritaria con evidentes contenidos de dictadura.

Reproduzco aquí textualmente lo que expresé al final de mi intervención en la sede del Posgrado de Derecho de la UNAM, citando a Octavio Paz en su gran obra “El Ogro Filantrópico”: “A la universalidad de las tiranías corresponde la universalidad de la rebelión. Los disidentes son la nobleza y el honor de nuestro tiempo. Todo puede cambiar si hay almas que resisten”. Así que resistamos.