Siempre he diferido de la ideología del PAN, sin embargo, guardo un profundo respeto y reconocimiento por su papel histórico. La lucha de Clouthier, el liderazgo moral de Gómez Morin, la visión intelectual de Carlos Castillo Peraza y la coherencia de Efraín González Luna representaron pilares fundamentales en la construcción de la democracia mexicana. Desde su fundación, el PAN mantuvo una ideología clara, congruente y una identidad bien definida. Por eso, resulta doloroso ver en lo que hoy se ha convertido.
En su reciente relanzamiento, el partido no hizo una reflexión, sino un simple ejercicio de rebranding: nuevo logo, nueva escenografía, pero las mismas carencias de fondo. Lo único que mostraron fue a un señorcito enojado, gritando un discurso vacío, sin ruta ni ideas coherentes, aspirando a una imitación chafa de Milei, lo cual ya es mucho decir.
El PAN se ha divorciado de sus raíces y de su ideología fundacional. Pasó de ser la primera oposición institucional, moderna y organizada de México, con una estrategia política clara, a rifar iPhones para atraer jóvenes. Qué pobre concepto tienen de la juventud mexicana y qué pobres son hoy sus ideas. En ese evento, el PAN se entregó al vacío y a la cosmética.
El gran ausente fue el proyecto de nación: una visión distinta del país que quieren construir. Lo único que los mantiene unidos es la añoranza por los privilegios neoliberales y el rechazo a un proyecto social. Su discurso se reduce al grito iracundo.
Peor aún, parecen renunciar a comprender su realidad política, siguiendo la ruta del PRD y del PRI, donde una cúpula cerrada, chiquita, mezquina y sin imaginación gobierna un partido que ya alejó a todos sus liderazgos significativos. Sin cuadros nuevos ni capacidad de sumar militantes, el PAN ha visto cómo su vocación política y su idea de cambio fueron devoradas por la ambición económica y la territorialidad.
La supuesta renovación del PAN no es más que una apuesta a la vanidad y al desconcierto: un “¿y ahora qué hacemos?” disfrazado de estrategia. Es triste y decepcionante, incluso para los propios panistas.
A esto se suma el suicidio político del PRI en manos de Alito, por lo que México se queda sin una oposición digna, inteligente y solidaria.
Sin una oposición responsable, crítica y con visión de Estado, la democracia mexicana se empobrece, y con ella se apaga una parte del debate público que tanto costó construir. Qué lástima que se haya destruido una institución que fue un contrapeso efectivo al poder.
En el PAN hoy no quedan más liderazgos con cultura ni grandes abogados con determinación, ahora solo hay tinteritos extraviados en su propia confusión; qué jodidos estarán que su nuevo referente ideológico es Milei. Por ello no queda más que hacerles un sentido réquiem y escuchar Lacrimosa.
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