Los Universitarios hablan es un espacio abierto a la comunidad estudiantil, inicialmente la que funciona en la Ciudad de México. Pretende ser un espacio en el que maestros y alumnos opinen libre y responsablemente sobre temas de actualidad.

En esta entrega participa Emiliano Rizo Trade alumno de la Escuela Libre de Derecho. Da su visión respecto de un tema específico y actual: el papel histórico de la oposición en el contexto político actual.

Elisur Arteaga Nava e Ireri Elizabeth García Ramos

 

Oposición: Es momento de actuar

Por Emiliano Rizo Trade

 

Durante las últimas semanas, ha estado muy en boga en conversaciones, sobremesas y reuniones (destacando, particularmente, entre jóvenes) el reciente documental del Partido Revolucionario Institucional. Ha llamado mi atención, como se dice coloquialmente, “el descongelamiento” de una institución política, que, gracias a los medios de comunicación y la influencia de las redes sociales, nuevamente ha cobrado relevancia social y política en el contexto de una juventud que, naturalmente, no vivió su apogeo y “esplendor”.

En este contexto, y como no es secreto para todos aquellos con los que he sostenido conversaciones de esta índole, indudablemente me he preguntado no solamente desde la óptica de una reflexión histórica cómo es que el PRI llegó a convertirse en el reducido e irrelevante actor político que es hoy en día, sino también cómo su herencia ideológica sigue permeando de manera contundente entre diversos sectores de la sociedad mexicana. Control fáctico de los tres Poderes de la Unión, corporativismo, clientelismo electoral, populismo, demagogia, culto a la personalidad, gasto público excesivo e irresponsable, obras faraónicas… ¿no parece que existe una perversa e irrefutable similitud con la realidad política vigente? Quiero ser enfático: toda reflexión histórica resulta inútil si no somos capaces de aterrizarla en nuestro presente para poder así analizarlo, cuestionarlo y elaborar proposiciones tendientes a mejorarlo (cada ciudadano, desde su respectiva trinchera).

El PRI, no ha muerto. Está más que arraigado en todas las estructuras políticas, jurídicas y sociales del Estado mexicano, aunque, no con el nombre del PRI. La ideologización de las masas a lo largo del siglo XX permitió consolidar en el pueblo mexicano una determinada y nociva idiosincrasia respecto de cómo entender al Estado, qué esperar del Estado y los perfiles idóneos para ser servidor público. Este “espectro político” continúa siendo una constante en el entendimiento de nuestra sociedad de cómo aborda la fenomenología del partido político dominante.

No es el propósito de estas líneas analizar pormenorizadamente la historia, estructura y actuares del Revolucionario Institucional, ya que existe basta bibliografía y documentales al respecto. Lo que sí me atañe, toda vez que hemos establecido que las prácticas del PRI están más vigentes que nunca (refiriéndome al México del siglo XXI), es plantear al lector la siguiente interrogante: ¿Qué medidas está adoptando el bloque opositor para hacer frente a esta realidad notoriamente regresiva y dañina para la vida democrática en un supuesto Estado Constitucional de Derecho, como lo es México?

Para intentar dar respuesta a la misma, me enfocaré en el Partido Acción Nacional:

Fundado en el año de 1939, Acción Nacional surge como una respuesta a la presidencia del General Lázaro Cárdenas, buscando ser un movimiento que representara preponderantemente a las clases medias de nuestro país. El PRM (Partido de la Revolución Mexicana, que posteriormente sería el PRI) tenía un importante tinte populista, con peculiar afinidad por los movimientos comunistas de la época, por lo que el PAN, aunque si bien su consolidación electoral tardó muchas otras décadas en materializarse, comenzó a nutrirse de grandes voces de académicos, juristas y miembros de la sociedad civil como lo fueron Don Manuel Gómez Morín, Don Luis H. Álvarez, Don Manuel Herrera y Lasso y Don Miguel Estrada Iturbide, por mencionar algunos.

Sin necesidad de un repaso histórico exhaustivo, Acción Nacional se enfrentó durante el siglo XX a una participación en el foro irrelevante, porque los propios factores reales de poder y mecanismos electorales del momento no permitían mayor cabida para el acceso a las fundamentales posiciones de poder más que para el propio PRI. No fue sino hasta finales de la década de 1980, con la candidatura de Manuel Clouthier a la Presidencia de la República, y en 1994 con la candidatura de Diego Fernández de Cevallos, que el PAN comenzó a tener una auténtica tracción política con diversos sectores de la sociedad mexicana, y dado el desgaste del Revolucionario Institucional desde la década de los setentas hasta el punto de quiebre de 1994, llevo a aquél a hacerse de la primera magistratura del Estado en el año 2000.

En esa tesitura, ¿qué queda de la ideología fundante de Acción Nacional en el 2025?, ¿dónde quedaron todos aquellos tenaces idealistas que no tuvieron miedo en el contexto de un régimen autoritario para alzar la voz y señalar la arbitrariedad?, ¿dónde quedaron todos los panistas que genuinamente creían en el proyecto de su partido, y no se vendían en el Senado de la República por la amenaza de una carpeta de investigación?

Hoy, ese partido parece muy distante, pero, puedo aseverar, que aún existe. Las dirigencias “blandengues” y “tibias” del partido dieron lugar a la combinación perfecta para que, dada la decadencia y desgaste del PRI, Andrés Manuel López Obrador y su movimiento político ocuparen el espacio ideológico que solían ocupar los revolucionarios, acaparando las Cámaras del Congreso de la Unión, los poderes estatales y, ahora, el control fáctico del Poder Judicial de la Federación. Retomando lo previamente planteado, mi crítica fundamental, es la siguiente: ¿cómo es posible, una vez que hemos establecido “a vuelo de pájaro” la semblanza histórica del PAN, que éste se hubiere aliado con el Revolucionario Institucional en los tiempos estelares de la cuarta transformación?, ¿acaso no resulta cabalmente incongruente y por todos conceptos absurdo la alianza con el antiguo partido hegemónico, que, en tanto que pudo hacerlo, reprimió todas las voces disidentes?

No tiene sentido, a mi juicio, dedicar mayor tiempo en evidenciar la nefasta, ineficiente e incompetente gestión de Marko Cortés al frente de la dirigencia nacional del PAN. El haber cerrado los espacios de diálogo y de posiciones políticas a las cúpulas amigueras (es decir, a la nueva corriente afín al mencionado dirigente) fracturó la estructura interna del partido para con los militantes de antaño, más experimentados y algunos quizá, debo reconocer, un tanto arrogantes. En ese contexto: ¿qué queda por hacer?

Seré preciso: Acción Nacional, como primer paso, debe deslindarse tajantemente del Revolucionario Institucional. Ideológica, política, histórica, social y moralmente son completamente incompatibles, desde sus orígenes (no es una crítica al PRI directamente, sino que es un hecho inobjetable). Y, como segundo paso, debe acercarse a la ciudadanía como un trabajo constante, permanente y convincente; no solamente en tiempos electorales y en colonias o urbanizaciones “mejor acomodadas”. Ante la fractura de los pesos y contrapesos derivado del ejercicio faccioso del poder del partido dominante, se le presenta una oportunidad fundamental a Acción Nacional para corregir el rumbo: ser la voz de la ciudadanía mexicana que ha decidido no someterse (o, al menos, militar) con MORENA y aliados, y, no solo la voz, sino el foro para que la ciudadanía participe.

Sin duda será un ejercicio de reflexión y autocrítica que el partido y sus militantes deberán hacer, para salir de la comodidad de su base electoral y seguir construyendo el valioso ideal de sus fundadores, Esta tarea, no solo es por el bien del PAN, sino por el de la vida democrática de nuestro país. Requerirá de muchas voluntades, y cuenta con la mía.

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