La relación bilateral con los Estados Unidos, desde siempre ha sido difícil, complicada, ardua, cuesta arriba, en muchas ocasiones desde posiciones de debilidad que en no pocas veces conseguíamos equilibrar con base en la fortaleza que nos daba el respeto obtenido en los Organismos multilaterales. El respeto a México de la comunidad internacional, obedecía a una diplomacia fincada en valores y principios, mismo que en las últimas dos décadas, fuimos abandonando por un opaco pragmatismo que hoy, nos tiene a merced de la Casa Blanca.

En tiempos recientes la agenda bilateral se volvió monotemática con el tema de la seguridad y el narcotráfico. Ahora, la atención se comparte con migración  y comercio, sin que aquel se hubiese desplazado como prioritario. Las tensiones entre ambas naciones desde siempre han generado fricciones, sobre todo cuando nuestro país, defiende sus intereses soberanos. Aunque  desde la época de Fox  se adoptó una posición obsecuente y complaciente con nuestros vecinos.

El pasado 3 de septiembre la señora presidente se reunió en Palacio Nacional con el Secretario de Estado Norteamericano Marco Rubio con tres importantes puntos de agenda: drogas, armas y extradiciones; no se suscribió ningún acuerdo  pero sí verbalmente un compromiso sobre un marco operativo: cooperación desde cada lado de la frontera, respeto a la soberanía y el establecimiento de un Grupo de alto nivel para dar seguimiento práctico a los compromisos pactados, según información oficial del Departamento de Estado y las agencias de prensa norteamericanas sobre la visita de del Secretario de Estado.

Frente a las autoridades norteamericanas el gobierno de México y en particular su presidente, se compromete en algo y al actuar hace lo contrario, como la negativa de Claudia Sheinbaum para asistir a la X Cumbre de las Américas que se realizará en Punta Cana, República Dominicana, los días 4–5 de diciembre de 2025; la presidente declinó la invitación  expresando como razón del desaire,  la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Para la lectura política de Washington, la negativa de asistir a la cumbre, confirma una preferencia del gobierno mexicano por el eje extremo de las dictaduras de Cuba-Venezuela-Nicaragua, aunado a  la percepción que tienen del partido  Morena y la mayoría de sus políticos como  corruptos  y con fuertes nexos con los cárteles de la droga.

En días pasados Marco Rubio le informó al Secretario Juan Ramón de la Fuente que Estados Unidos prepara una escalada militar contra Venezuela, le advirtió al canciller mexicano,  que México debía distanciarse de Venezuela. La semana pasada Donald Trump  autorizó a la CIA para operar en territorio venezolano contra el dictador Maduro. No es momento de jugar a pertenecer al club de los dictadores.

Por otro lado, además es del conocimiento público los apoyos de combustibles que México, a través de Pemex ha enviado a Cuba, fueron incrementados en  2024 y entre mayo y agosto de 2025  más de $3 mil millones de dólares en combustible “subsidiado” en  58 envíos de barcos petroleros. Los mexicanos nos preguntamos: ¿en qué momento el subsidio a otros países fue autorizado por el Congreso?  O al igual que su antecesor la presidente dispone de las riquezas que produce México como si fueran de su patrimonio privado.

La política exterior de México debe reencausarse no solamente con sus socios comerciales sino con los países afines del continente. La integración regional con el tratado de libre comercio ha permitido que la región del norte de América se consolide como la más próspera a nivel global, y había beneficiado a millones de trabajadores del campo así como a los consumidores. De establecerse los aranceles anunciados por Trump,  obligarán al gobierno federal a voltear a ver al sector agroalimentario olvidado durante todo el sexenio anterior y regresar a los apoyos al campo mexicano, que durante décadas se estuvieron manteniendo.

En este escenario México tiene una economía en crisis con un casi nulo crecimiento, alto desempleo, y el endurecimiento de las condiciones monetarias en México, el alza de la inflación, son factores que en términos generales lo explican. Aunado a la crisis de seguridad con un alza en los índices de violencia, y la turbulencia política soterrada provocada por la propia Presidencia.

El reto es mayúsculo, el esplendor de nuestra diplomacia que ciertamente comenzó a erosionarse en los últimos 7 años, deberá encaminarse a un rediseño que recupere el prestigio que le imprimieran diplomáticos de la talla de Isidro Favela, Narciso Basols, Alfonso Reyes, Luis Padilla Nervo, Jorge Castañeda Álvarez de la Rosa, Amalia Castillo Ledón, Octavio Paz o Jaime Torres Bodet, por citar sólo a unos cuantos de la pléyade de embajadores que enaltecieron a nuestra diplomacia.

Muchos mexicanos estamos esperanzados en que nuestra diplomacia como antaño actúe como una especie de “conciencia internacional”; que se privilegie el Servicio Exterior Mexicano y se deje de utilizar la diplomacia para ubicar a desterrados políticos o premiar a los amigos e incondicionales sin méritos para representar a nuestro país en el concierto internacional.  Pero sobre todo que se privilegie en el Servicio Exterior Mexicano la carrera diplomática que es compleja y difícil de asumir, se debe dejar de utilizar los cargos diplomáticos de Embajadores y Cónsules  para ubicar a desterrados políticos o para premiar amigos e incondicionales sin méritos para representar a nuestro país en el concierto internacional, en donde solamente denigran a nuestra Nación.