El asesinato de Carlos Manzo, Presidente Municipal de Uruapan, es “la gota que derramó el vaso”. Los siete balazos que le quitaron la vida también mataron la credibilidad del régimen.
El sicario parecía haber llevado la orden de hacer 7 disparos. Ni uno menos, ni uno más. Una detonación por cada año de la Cuarta Transformación.
Siete balazos y siete años de asociación con el crimen organizado, de impunidad y simulación oficial en la lucha contra la delincuencia organizada desembocaron en una muerte injusta. Manzo es la víctima de un régimen criminal.
El líder del “movimiento del sombrero” es un mártir. Es símbolo y estandarte de un México abandonado por la autoridad. Una nación que lucha en soledad contra la violencia porque su futuro y destino ha sido puesto en manos de sicarios.
Ni López Obrador como Presidente, ni Claudia Sheinbaum como titular del Ejecutivo, ni los gobernadores de Morena se han atrevido a lo que se atrevió el Presidente Municipal de una población de apenas 300 mil habitantes: defender a su pueblo de la devastación provocada por el crimen.
Manzo representaba un riesgo político para la 4T. Su auténtica cercanía con la gente y constante denuncia sobre la colusión entre el poder y las bandas delincuenciales lo convirtieron en un líder que bien pudo –en 2027– arrebatarle a Morena el estado.
El gobierno federal es y se siente culpable del homicidio. En su lápida debe grabarse como epitafio: “Fue abandonado”. Nunca imaginaron en Palacio Nacional que su acribillamiento iba a provocar en Michoacán un levantamiento social que bien podría replicarse en todo el país en contra de gobiernos morenistas ineptos y corruptos.
Sheinbaum cometió varios errores. El lunes posterior al crimen intentó minimizar los hechos. Abrió la “Mañanera” con la sección “Quién es quién en los precios”, como si no hubiera ocurrido nada. Luego, tomó el retrovisor, y empezó –seguramente por órdenes de Palenque– a responsabilizar a espectros del pasado por la violencia.
El destino está alcanzando a la Presidenta. Cada vez es más evidente que no quiere y no puede acabar con el poder de los cárteles. AMLO le heredó el “huevo de la serpiente” y ella –por lo visto– se comprometió a no aplastarlo.
Hoy la gran cuestión es: ¿Sheinbaum es la Presienta que hoy necesita México para acabar con el poder de los cárteles?
La respuesta es no. El asesinato del Alcalde de Uruapan es también un mensaje para ella: “Acuérdate que aquí mando yo”.
El “mártir del sombrero” se atrevió a decir en alguna ocasión que “el país se le escapa a Sheinbaum de las manos”. Y no se equivocó.

