Nos duele profundamente el asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal, servidor público, un padre que deja hijos pequeños y, en su momento, un compañero de MORENA. Es dolorosa la partida de alguien que, asumiendo los riesgos, decidió enfrentar al crimen organizado. Pero también es doloroso que se perdió la oportunidad para construir la concordia y la reconciliación nacional.
La tragedia que hoy enluta a Michoacán forma parte de una historia larga y crítica de violencia que se intensificó desde 2006, cuando se declaró la guerra contra el narcotráfico e inició el Operativo Conjunto Michoacán.
En 2008, el estado vivió uno de los primeros atentados contra civiles durante el Grito de Independencia en Morelia, y un año después ocurrió el Michoacanazo, con la detención de autoridades locales acusadas de vínculos con el crimen.
Más tarde, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, surgieron las autodefensas comunitarias encabezadas por Hipólito Mora, ante el dominio de los cárteles en la Tierra Caliente. Desde entonces, se han sucedido hechos trágicos como las masacres de San José de Gracia y Uruapan, las ejecuciones extrajudiciales en Apatzingán, la tragedia de Zinapécuaro (2022) y los asesinatos de Hipólito Mora, Bernardo Bravo, líder limonero, y el propio Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan.
Para entender lo que hoy se vive en Michoacán, hay que entender sus principales focos de violencia: el Puerto de Lázaro Cárdenas sigue siendo estratégico para el crimen organizado, por su relevancia en el comercio marítimo y la importación de precursores químicos.
Los productores de aguacate y limón enfrentan extorsión y cobro de piso, mientras que en la Tierra Caliente confluyen la violencia armada, desplazamientos forzados, debilitamiento institucional y control territorial por grupos criminales.
La salida es atender estos focos de violencia de manera integral, abordar las causas y fortalecer al Estado.
Lo que más conviene en este momento es una respuesta oportuna, por eso la intervención de la Presidenta Dra. Claudia Sheinbaum con el Plan Michoacán por la Paz y la Justicia, es la solución adecuada, al ser un programa integral que fija acciones de seguridad, participación ciudadana, educación, empleo, salud, desarrollo social y económico.
Como ella misma señaló: “la seguridad no se construye con guerras, sino con justicia, desarrollo y respeto a la vida”. Hoy más que nunca debemos tener presente que el enemigo común es el crimen organizado. Solo a través del fortalecimiento del Estado mexicano, objetivo central de la Cuarta Transformación, podremos avanzar hacia la pacificación de Michoacán y de México.
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