En 21 días más, Chile, el alargado y angosto país suramericano, que se extiende a lo largo de más de seis mil kilómetros del borde occidental sudamericano en la costa del Océano Pacífico, dilucidará la incógnita de su próximo presidente: Jeannette Alejandra Jara Román, de 51 años de edad, comunista o un ultraderechista, José Antonio Kast Rist, de 59. Al terminar el conteo del balotaje dominical, los chilenos tendrán la certeza de que su gobierno será más extremista que el actual, dirigido por el socialista democrático Gabriel Boric.
El domingo 16 de noviembre Chile vivió elecciones generales en las que se enfrentaron dos visiones radicalmente distintas de país: comunismo versus derecha, con altas probabilidades de un viraje. Aunque la ganadora de los comicios dominicales fue la ex ministra del Trabajo, en la administración Boric, Jeannette Jara, el resultado fue más ajustado que el pronosticado en las encuestas: 2 por ciento justo: 26.4 por ciento, Jara; 24.4 por ciento Kast.
De tal suerte, la realidad en las urnas (que antes de la votación los pronósticos le daban hasta un 30 por ciento de diferencia), le redujeron drásticamente sus opciones para convertirse en la segunda chilena en convertirse en presidenta del país, luego de dos mandatos de la Socialdemócrata Verónica Michelle Bachelet Jeria, actual candidata a la Secretaria General de la ONU, apoyada por Chile.
Así las cosas, la balanza para la segunda vuelta, el domingo 14 de diciembre, tiende a inclinarse a la formación del primer gobierno ultraderechista chileno surgido de las urnas y no de un golpe de Estado militar con el apoyo de Estados Unidos de América (EUA), como sucedió hace 52 años al derogar al gobierno de Salvador Allende, y el ascenso del dictador Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, que gobernaría el país hasta 1990. La transición democrática chilena comenzó con el presidente Patricio Aylwin.
Desde 2006, el poder se ha alternado en Chile entre Izquierda y derecha, y ningún mandatario le ha entregado la banda presencial a un sucesor de la misma ideología. Los perdedores de la jornada electoral del domingo 16 de noviembre fueron el ultraderechista Johannes Káiser, a quien las encuestas lo colocaban por encima de Kast, y la representante de la derecha tradicional Evelyn Matthei, 13 por ciento que al inicio de la campaña era la favorita. La sorpresa de los comicios fue el populista de derecha Franco Parisi, quien a semejanza de las elecciones de 2021, resultó en tercer lugar, con el 18.4 por ciento y un avance en las regiones mineras chilenas.
Mattehi declaró que apoyará a Kast. Por su parte, Káiser hizo lo propio con cualquier candidato que pasara a segunda vuelta, excepto Jara. Así no hay por qué dudar del posible ganador en diciembre. Aunque, ya se sabe que tratándose de la preferencia electoral nunca hay que asegurar nada, la fidelidad en estos rubros es como en el amor: del plato a la boca, se cae la sopa. Kast ya es candidato con experiencia, ya disputó en dos ocasiones segundas vueltas, en 2017 y en 2021. Ahora logró mejorar su votación respecto al balotaje anterior y capitalizó el rechazo al Ejecutivo con un discurso centrado en seguridad y migración irregular, dejando de lado sus posturas conservadoras.
El análisis de los expertos varía respecto a la responsabilidad que tuvo el gobierno de Gabriel Boric. Por ejemplo, Montserrat Salomón afirma que su mandato “jugó una parte importante en el fracaso de Jara y en el pendulazo (sic) hacia la inminente victoria de la ultraderecha. Con su falta de talento para conseguir acuerdos que permitieran cierta gobernabilidad, su gestión ha percibido como caótica y sus índices de aprobación han sido bajísimos. Esa loza fue demasiado para que Jara que, aunque gana la primera ronda con 26.4 por ciento de los votos, perdió el voto de los jóvenes y no tiene posibilidades en una segunda ronda en la que los partidos de derecha unidos alcanzarían el 51 por ciento, sin contar con los votos que puedan recolectar de ese 20 por ciento que ostenta Parisi y que ahora son el botín a disputar. Jara está virtualmente derrotada, ni ganando el 100 por ciento de los votos de Parisi alcanzaría la mayoría”.
“Así —agrega Salomón—, Kast cumple con la expectativa de las casas encuestadoras y está a un paso de ser el próximo presidente de Chile. En el espectro electoral que se presentó en esta elección, la derecha dominó mostrando múltiples rostros. El electorado muestra un mensaje claro, quiere una alternativa que garantice el orden y la tranquilidad que echaron en falta con Boric. Pero rechazaron la postura extrema del libertario Káiser. Es decir, buscan una derecha clara, no centrista, pero que no los lleve al extremo”.
“Kast tendrá que empezar —continua Salomón—, a hacer cálculos para modificar levemente su discurso y lograr en la realidad la victoria que ya todo el mundo le otorga en el papel. Tendrá que ser cuidadoso para realmente aglutinar el amplio espectro de votantes de derecha de la primera ronda”. En otras palabras, deberá hacer malabares para buscar a los simpatizantes de Káiser o se acercará a él para convencer a los de Matthei. Sin descuidar a los seguidores de Parisi y a sus propias líneas políticas.
Otros estudios, como el de Rafael Rojas explican que algunas corrientes de opinión hispanoamericanas anticipan que Kast será el próximo mandatario chileno, como lo hacen varios medios de derecha, pero que no es fácil que lo hagan los de la izquierda del país sudamericano. Sobre todo, que lo atribuyan al liderazgo de Gabriel Boric y no a la creciente popularidad de opciones de la derecha y a las limitaciones concretas de la postulación de Jara.
Dice Rojas que con frecuencia los medios favorables a los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba descalifican a Boric. El motivo de dicho rechazado asegura el analista citado, no tiene que ver con las políticas impulsadas por el líder chileno, como sus avances en garantías sociales, su respaldo a los derechos de los pueblos originarios o a su coherente oposición a la ofensiva de Israel en Gaza, sino a las críticas de Boric a las autocracias bolivarianas y a su desconocimiento de la reelección de Nicolás Maduro.
Por esto, se culpa el reducido porcentaje de votos a favor de Jara al distanciamiento de Boric de los regímenes bolivarianos fidelista, chavista y orteguista. Podría ser lo contrario, tal como se ha demostrado en las últimas elecciones en Brasil, México y Colombia, donde la izquierda ha ganado con un discurso que se separa del extremismo bolivariano, aunque la excepción sea México, donde la diplomacia ha seguido el mismo rumbo que le imprimió Andrés Manuel López Obrador. Hay que esperar el balotaje el 14 de diciembre, aunque el resultado sea de derecha, como dicen ya algunas encuestas.
Jara y Kast centraron su campaña en el combate a la delincuencia —el tema central del electorado chileno en 2025–, y a la migración irregular. En Chile viven alrededor de 337 mil indocumentados, la mayoría procedentes de Venezuela, según cifras oficiales. Johannes Káiser, considerado el “fenómeno ultra” de las recientes elecciones, aunque al final no dio el salto definitivo, subió en los sondeos con propuestas como enviar a la megacárcel para delincuentes construida en El Salvador por el presidente Nayib Bukele —que en algunos países iberoamericanos ya ha causado mucho revuelo con las autoridades locales por su cercanía con Donald Trump, la bestia negra de los inmigrantes en EUA—, a “extranjeros ilegales que se encuentran en Chile con antecedentes penales”. También promete indultar a los policías condenados por casos de represión durante el estallido social de 2019.
Por esto mismo, Daniel Zovatto, director y editor de Radar Latam 360, declaró antes de los comicios del domingo 16 de noviembre que “la segunda vuelta, a menos que haya una sorpresa mayúscula, la disputarán la candidata del oficialísimo, Jara, y uno de los tres candidatos de la derecha”. No hay que olvidar que había ocho candidatos a las presidenciales en Chile. A decir del mismo periodista, para el electorado de su país la prioridad eran y son “temas como seguridad, migración y economía”, áreas en las que los candidatos de derecha han centrado el discurso”.
Kast, por ejemplo, decía a los indefensos indocumentados: “Tomen sus cosas y váyanse”, como si fuera un imitador de Donald Trump. Pero, también se refería a los delincuentes con estas advertencias: “Los que van a tener miedo a futuro son los narcotraficantes, el crimen organizado y los terroristas. Chile va a tener un cambio real y radical”, dijo en su cierre de campaña.
Y la ex titular del Trabajo en el equipo de Boric, Jara prometía más policías y un censo de extranjeros, además de levantar el secreto bancario para “perseguir el control del dinero del narco y el crimen organizado”.
Con esas promesas en frente, 15 millones 600 mil votantes estuvieron convocados a las urnas. Por primera vez el sufragio sería obligatorio, con una multa de hasta 100 dólares para los que no cumplieran con la cita electoral.
Los dos finalistas llegaron a los comicios preocupados por los altos niveles de migración irregular y el aumento de la delincuencia de altos vuelos, muy lejos de la ola de optimismo que dominó en la anterior contienda presidencial.
Mientras que Jeannette Jara prometía reforzar la seguridad y perseguir el dinero del narcotráfico, José Antonio Kast ofrecía la expulsión masiva de los indocumentados, la construcción de un muro fronterizo con Venezuela y desplegar en la tarea a tres mil militares, a más de construir cárceles súper seguras para condenados a penas severas.
A los 51 años de edad, Jeannette Jara, dirigente sindical, ex ministra se define como la “hija del Chile Real” y acumula un nutrido curriculum vitae político que confía en seguir ampliando su carrera para convertirse en la primera presidenta comunista desde el regreso de la democracia en 1990. Además, con Jara se cumple el hecho de que un comunista representa a toda la izquierda en los anales chilenos.
Con estilo pragmático y negociador ciento por ciento, su postura de servidora pública se caracteriza por la convicción ideológica pero también por la apertura al diálogo, lo que le ha permitido resolver diferencias dentro de la administración oficial del presidente Gabriel Boric y del propio partido comunista.
Llegó al mundo el 23 de abril de 1974 en la comuna de Conchalí de Santiago de Chile. Su carta de presentación, en todos los casos, es siempre ensalzar sus orígenes humildes.
Dicen sus biógrafos que Jeannette despuntó en las preferencias populares en gran medida gracias a sus triunfos al frente del ministerio del Trabajo: reducir la jornada laboral a 40 horas semanales; implementar una ley contra el acoso laboral y la reforma de las pensiones.
Consolidó su popularidad entre los sectores de la izquierda por su propia consistencia política. Aunque más que conocida su ideología de izquierda, no ha respaldado públicamente al gobierno de La Habana. En las altas esferas económicas ha defendido alianzas entre los sectores públicos y privados.
Fiel a sus convicciones y perseverante en los ideales, hace cuatro años José Antonio Kast acarició la presidencia de Chile, pero fue derrotado en la segunda vuelta electoral por el ahora saliente mandatario izquierdista Gabriel Boric.
Ahora, en su tercer intento presidencial, el dirigente de la ultraderecha se perfila como el favorito para suceder al izquierdista Boric, con un discurso de línea dura contra la migración y la delincuencia en un país golpeado por el embate de la violencia urbana.
Si en 2021 fue rechazado por sus posiciones extremas, como el rechazo a la ley de aborto, al matrimonio igualitario y a su complaciente postura con la dictadura militar, esta vez optó por moderar su discurso. Su mensaje caló en medio de la conmoción causada por el Tren de Aragua —calificada como organización terrorista por el jefe de la Casa Blanca en Washington—, la temible banda de origen venezolano implicada en secuestros, extorsiones y otros delitos que ha extendido sus operaciones por toda Sudamérica.
En Venezuela, los homicidios han aumentado un 140 por ciento en la última década, para pasar de una tasa de 2.5 a 6 por cada 100,000 habitantes en 2024, según el gobierno. Asimismo, el año pasado la Fiscalía reportó 868 secuestros, un 76 por ciento más respecto a 2021.
José Antonio Kast es padre de nueve hijos con su única esposa. Se le considera junto con el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro y el presidente estadounidense Donald Trump uno de los principales exponentes de la ultraderecha del continente. Asimismo, es muy cercano al partido español derechista VOX, y ve en el argentino libertario Javier Milei, una “inspiración” y un aliado cercano.
Tras ejercer como concejal entre l996 y 2000 y diputado entre 2002 y 2014, Kast se lanzó por primera vez a la contienda presidencial en 2017, cuando obtuvo menos del 8 por ciento de los votos. Pero a cambio logró experiencia a partir de 2019, se consolidó como una de las figuras políticas más influyentes del país al fundar el Partido Republicano. En 2021 finalizó la competencia por el Executivo como ganador en la primera vuelta, pero fue derrotado por Boric en el balotaje. Ahora, puede llegar a la primera magistratura. Pronto se verá. VALE.


