El país se ha cimbrado por la resonancia a nivel nacional y en muchos otros sitios del extranjero, por la reprobación que produjo la violencia desatada el pasado sábado 15 de noviembre, dentro del Zócalo de la Ciudad de México, al término de la Marcha convocada por los jóvenes de la Generación Z y los integrantes del Movimiento del Sombrero de Uruapan creado por Carlos Manzo, culminando en una manifestación multitudinaria en el Zócalo de la Ciudad de México y en las principales ciudades de los estados, así como en algunas ciudades del extranjero; la respuesta a la convocatoria fue grandiosa, miles de personas de todas las edades y clases sociales acudieron al llamado de los jóvenes y se dieron cita en la Plaza de la Constitución, como oficialmente se denomina, para expresar su repudio a las acciones y omisiones que han lastimado a la población, por parte de la presidente de México y el partido Morena.

El fin de la manifestación fue el de expresar el rechazo a la violencia y muertes que ocurren en todo el territorio nacional, al final fue cuando aparecieron los integrantes del Bloque Negro, grupo de porros a sueldo, vándalos vestidos de negro y encapuchados que derribaron las vallas de protección del Palacio Nacional lanzando piedras y toda clase de objetos a los policías que resguardaban el edificio sede del Ejecutivo para provocar a los granaderos, los cuales  respondieron con gases lacrimógenos y posteriormente con golpes patadas y detenciones de cualquier persona que se cruzara por su camino, particularmente jóvenes. La barbarie mostrada en la gran cantidad de imágenes que circularon en todas las redes sociales, se pudiera pensar que las personas participantes en las agresiones fueron presas de una regresión primitiva cavernícola e irracional, que los llevó a golpear de manera brutal, salvaje y despiadada a las víctimas inertes en el piso, sin que existiera control en los policías para contener tal trifulca.

Los agresores actuaron a manera de porros o de grupo de la delincuencia organizada, este grupo se formó desde el año 2012 en la toma de posesión de Enrique Peña Nieto cuando aparecieron por primera vez, emulando a los Halcones de Echeverría.

Desde entonces estos encapuchados, ahora conocidos como “los cuervos del bienestar”, participan sin ser afines o parte de los convocantes a las marchas, reventando toda clase de manifestación y realizando cualquier clase de delitos en contra de la propiedad pública y privada, para deslegitimar y desacreditar las protestas, mismos  que casualmente nunca se han presentado en los actos que realiza el Partido Morena, y a pesar de que en numerosas ocasiones han sido fotografiados ninguno de ellos ha sido detenido ni llevado a juicio.

A la marcha convocada por los jóvenes, acudieron en apoyo miles de ciudadanos acompañados de sus familias en donde había niños, jóvenes, y personas de la tercera edad que de manera pacífica marcharon desde la columna del Ángel de la Independencia al Zócalo para expresar frente al Palacio Nacional el descontento y hartazgo de un país sumergido en la violencia; la vitalidad del pueblo mexicano y su repuesta de apoyo a los jóvenes, son una esperanza de que no somos conformistas en espera de dadivas sociales apaciguadoras del descontento social. El cambio prometido desde que Morena asumió el poder, no cambió en nada benéfico y el tiempo se agota. Este Movimiento de la Sociedad Civil, muestra y demuestra que somos muchos los mexicanos que no estamos contentos, que estamos hartos de la demagogia y la corrupción e ineptitud en la conducción de la cosa pública de antes y de ahora. Hoy muchos jóvenes mexicanos están convocando a una auténtica revolución cultural y social, en la búsqueda de seguridad, paz y de una sociedad más igualitaria y justa.

La realidad nos muestra el hecho de que la vida ha perdido valor para muchos mexicanos que viven al margen de la ley. Al sumar el número de homicidios, desaparecidos y muertes por negligencia gubernamental en la pandemia y en desmantelamiento de los servicios de Salud. La pérdida del valor a la vida se percibe por la insensibilidad del gobierno y de la sociedad ante la muerte, por banalizar las masacres cotidianas, por la pérdida nacional del aprecio por el valor de la vida.

De igual manera existe una pérdida del valor de la verdad basta con escuchar las conferencias mañaneras de la Presidente, en su show se esmera por demostrar a la ciudadanía que el valor de la verdad ha perdido sentido, y lo pierde cada día, frente al mar de mentiras y verdades a medias, que son la especialidad de la palabra de los integrantes de Morena.

En muchos de los mexicanos sobre todo en los seguidores de Morena se ha perdido el Valor de la libertad. Basta con revisar la gran cantidad de actos de autoridad y de reformas legales destinadas a destruir los organismos autónomos y el Poder Judicial Federal instituciones que fueron los equilibrios de la democracia, la señora presidente se ha enfocado a concentrar el poder en su persona y a continuar con la militarización de la mayoría de las tareas del gobierno, y la sociedad mexicana ha ido perdiendo conciencia del valor de su libertad personal y de las libertades en general, como la libertad de manifestarse, la libertad de pensamiento, de expresión, de opinión, de divulgación de las ideas, la libertad de disentir entre muchas otras.

La represión realizada en contra de los jóvenes, es a todas luces violatoria de los derechos humanos de los ciudadanos que de manera pacífica se manifestaban ante Palacio Nacional; si para la presidente la guerra contra el crimen organizado es ilegal, entonces porque la brutal represión ejercida contra ciudadanos pacíficos lo considera normal.