El sonido al caer (In die Sonne Schauen, Alemania, 2025) de Mascha Schilinski.

Se nos informa que la historia se centra en las vivencias de cuatro jóvenes mujeres en una misma casa campestre, en el norte de Alemania, en diferentes épocas, ofreciéndonos un recorrido sensible por la compleja memoria de la Alemania del siglo XX al presente. No es lo mismo escribir el guión, debido a la realizadora Mascha Schilinski (1984, Berlín, Alemania) y Louise Peter, que ponerlo en cuadro, con toda la variedad de complicaciones que se presentan para darle a la idea el sentido deseado. Vivencias introspectivas que se entrelazan, confusamente, sin respetar el tiempo y el espacio en que ocurrieron.

La introspección o, recurro a la cita, ese proceso de observar y analizar los propios pensamientos, emociones y comportamientos con el fin de lograr un mayor autoconocimiento, lo que implica un examen interno y consciente de uno mismo, permitiendo comprender y gestionar mejor las experiencias internas, se encuentran inmersa, de principio a fin, a lo largo de El sonido al caer, titulo ambiguo, obra fascinante e irrepetible, con colores, sin temor a equivocarme, que pintan el naturalismo romántico del campo del norte de Alemania y las habitaciones oscuras, sólo iluminadas por velas, en las noches, en las que lo siniestro aparece cotidianamente. Fascinante e irrepetible, porque esas secuencias en las que la cámara de Fabian Gamper, acompañada de la música de Michael Fiedler y Eike Hosenfeld, se aproxima, lentamente, hacia su objetivo, le da mucho mayor ondura siniestra a la cotidianeidad, haciéndonos sentir que hay un horror latente e incomprensible que va más allá de nuestros sentidos.

Lo imperceptible aflora sin verse, como esa foto que capta el fantasma de una de las jóvenes mujeres que se sale de cuadro antes de tomerse o el vuelo final, quizá hacia la otra vida, de una de ellas, seguida por otras más, como ha de sucedernos a todos. Cine fantástico en que la muerte, los intentos de suicidio, el despertar sexual, la inconformidad, el desacato a las normas, las misteriosas desapariciones, las mutilaciones, justificadas como accidentes laborales, los mimetismos, en una palabra, los sentimientos, suman y resuman lo dicho por Marcel Proust (Un amor de Swann), citado por Carlos Castillo del Pino, en su libro Teoría de los Sentimientos: “Lo que creemos nuestro amor, nuestro celo, no son una pasión continua, indivisible. Se componen de una infinidad de amores sucesivos, de celos diferentes que además son efímeros, pero que por su multitud ininterrumpida dan la impresión de la continuidad, la ilusión de la unidad”.

Mascha Schilinski ha realizado un profundo ejercicio intropectivo psicoanalítico del alma femenina, de sí misma. Un proceso mediante el cual, pretextando la evolución histórica de Alemania según se dice, observa el alma femenina y, al mismo tiempo, observa sus propias experiencias mentales. Lo mejor de la 78 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.

La voz de Hind Rajab (Sawt Hind Rajab, Túnez-Francia, 2025) de Kaouther Ben Hania (27 de agosto de 1977, Sidi Bouzid, Túnez).

Angustiante dramatización, con el uso de la voz real de la niña palestina Hind Rajab, asesinada por el ejército israelí en la desastrosa guerra de exterminio en Gaza. La realizadora expone un alegato contra la deshumanización de los conflictos bélicos, anteponiendo el sufrimientos y los conflictos que se dan en el equipo asignado para rescatarla. Enojos, llantos deseperados, terapias, desacuerdos, hasta que, ya casi lograda la posibilidad de salvarla, la realidad se impone sobre los intentos inutiles de lograrlo.

No pude ver Dos fiscales (Francia-Alemania-Paises Bajos-Letonia-Rumania-Lituania. 2025) de Sergei Loznitsa que, se lee en el programa, es su retorno al cine de ficción, adentrándose en el corazón del régimen totalitario durante las grandes purgas estalinistas y Sirat: Trance en el desierto (Sirat, España-Francia, 2025) de Oliver Laxe, propuesta odiséaca techno que desafía las leyes de la lógica narrativa. Parece interesante. Trataré de vela. Vale decir que se exhibió Underground (Yugoslavia-Francia-Alemania-Bulgaria-Hungría, 1995) de Emir Kusturica. A quien no la ha visto le reecomienda que la vea. Divertida propuesta sátirica-política sobre la desintegración de lo que fue la gran Yugoslavia de Tito.