No es delirio opositor de persecución. No es exageración. El obradorismo gobernante decidió pasar a la persecución política, a la represión, “blanda” o “abierta”, contra sus opositores políticos, antes que reconocer su propia incapacidad y aceptar que han fracasado en sus promesas de construir un México más próspero para todos, mejor que el impulsado por “los gobiernos neoliberales” que le precedieron.

El amplio abanico de protestas multisectoriales no se puede ocultar. Ya empiezan a paralizar el país. Las descalificaciones y condenas gubernamentales contra productores del campo y autotransportistas por supuestas confabulaciones políticas “de derecha”, “ultraderecha” o hasta “fascistas”, ya no alcanzan para desviar la atención ni para calmar los ánimos de quienes toman calles, carreteras e instalaciones oficiales.

En lugar de que la presidenta Sheinbaum y su gobierno busquen entender las razones del reclamo social y traten de darle solución, han optado por investigar qué supuestos adversarios, del tipo que sean, están detrás de esos movimientos. Esa es la típica reacción de los gobiernos autoritarios que se ostentan como impuros e intocables y que asumen el monopolio exclusivo de la actuación política, que se sienten dueños del país que tienen bajo su responsabilidad: preguntarse quién o quiénes están generándoles “ruido”, inestabilidad en su proyecto de control político. Y como para el régimen no hay otro “enemigo” identificable más que “la derecha”, “la ultraderecha” o “los conservadores”, entonces ellos son los responsables.

Parece increíble, pero a ese nivel de degradación política hemos llegado. La obsesión enfermiza por mantener el poder está llegando a tal límite que, incluso, han decidido emprender una ofensiva abierta en contra de sus opositores de todo signo.

Empezaron con Ricardo Salinas Pliego, cabeza de Tv Azteca y Grupo Salinas, amenazando a sus anunciantes para “ahorcarlo” financieramente porque se ha atrevido a gritar públicamente que va a trabajar para formar un movimiento que saque a la “4T” del poder.

Junto con eso también han decidido ir contra la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, y el alcalde Mauricio Tabe, de Miguel Hidalgo, ambos surgidos de la coalición opositora en la Ciudad de México, acusándolos falsamente de haber financiado la protesta del sábado 15 de noviembre convocada por la llamada “Generación Z” y amenazándolos con iniciarles juicio político y destituirlos de sus cargos.

¡Qué barbaridad! ¡Qué salto hacia atrás en la vida democrática de México! No sólo descalificar a los que piensan diferente al gobierno, sino empezar a perseguirlos políticamente y, quizás, hasta encarcelarlos por atreverse a protestar y a caminar enarbolando un proyecto diferente al del obradorismo.

No sólo hay plumas que claman por acabar ya con la supuesta ultraderecha (el saco conde colocan a cualquier disidente) porque “socava la democracia” sólo por hacer uso del derecho democrático de opinar y actuar en consecuencia (como lo expresaron recientemente los inefables Sabina Berman en El Universal y el autor de telenovelas de ficción, Epigmenio Ibarra), sino también iniciativas que intentan acabar con el derecho a la libre expresión y a la información con el pretexto de evitar la difusión de comunicaciones que sean interpretadas desde el poder como extorsión a funcionarios públicos.

Incluso hemos llegado al extremo de que el probado hipercorrupto de Adán Augusto López, senador de Morena, ha dicho que todo es “producto de la ultraderecha”. Así la desfachatez.

Reitero lo que aquí hemos dicho. Más allá de que pudiese compartir o no muchas de las propuestas formuladas por Salinas Pliego, en el fondo el asunto no se trata de derechas o izquierdas. Lo que a México le importa es resolver problemas como el de la seguridad, la salud, el combate a la corrupción, el desarrollo económico, el apoyo al campo, entre muchos otros.

Las garras amenazadoras, persecutoras y represoras no son la solución. Eso es dictadura; eso sí, en esencia es fascismo. La verdadera salida para un México mejor es la preservación y fortalecimiento de la democracia. Ya se empiezan a ver importantes luces al final del oscuro túnel en el que estos farsantes profetas “transformadores” del obradorismo han metido al país.

Como diría esperanzadoramente el poeta español Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Y hay que construir una nueva opción para nuestra querida Patria.