El gobierno cierra los ojos y se tapa los oídos en medio de un caos, se justifica a partir de un amplio margen de aprobación de su líder Claudia Sheinbaum, que dice tener, sin atender el hartazgo de la gente que ya no soporta las inclemencias provocadas por la administración.

Ya no son los fifís, neoliberales o privilegiados a quienes se acusaba de estar en contra de la cuarta transformación; ahora también se suman los campesinos, jóvenes estudiantes, transportistas y, muchas personas más de todas edades, clases sociales y regiones, que exigen orden, atención y respeto.

En vez de atender la desesperación y legitimidad de los reclamos, optan por la revancha; convocan a las plazas a sus simpatizantes para festejar el séptimo aniversario de la llegada de Morena al poder. Todos los problemas los convierten en ataques políticos y, desde ese ámbito reaccionan, quieren silenciar y minimizar las protestas.

Mientras el país se cae a pedazos, los lideres morenistas viven su propia realidad que dista mucho de la que sufren diariamente la gran mayoría de los mexicanos. Su soberbia ha rebasado los limites del sentido común, se han vuelto insensibles ante la desgracia en que nos han sumido, no les importa el dolor de un pueblo lastimado que clama justicia.

Se niegan a reconocer que existen grandes dificultades que merecen atención y, sobre todo, eficacia. Es imposible continuar en un panorama de violencia e inseguridad como el que se vive en nuestro país, adicionado con la corrupción desmedida de los servidores públicos y, la protección que se brinda a los delincuentes, la situación ha llegado a niveles sin precedente alguno.

¿Qué esperaban?, que todos aquellos que han sido afectados guardaran silencio y aplaudieran la ineficacia del gobierno, cuando son victimas de la extorsión y la violencia o; madres desesperadas por falta de medicinas para sus hijos; campesinos que no sacan con la venta de sus cosechas ni el costo de producción; como también los choferes que en cada viaje se juegan la vida.

Hay problemas que nada tienen que ver con la política electoral, partidista o cuestiones de carácter ideológico, sino con la armonía, paz social y tranquilidad, aspectos que lejos de ocuparse de ello, las autoridades han prohijado la impunidad, con los lamentables efectos que conocemos.

Han subestimado a la gente, pensaron que con dar dinero y programas sociales la iban a mantener apaciguada y obediente, nunca vieron por su miopía, que a muchos los dejaban a su suerte en manos de la inseguridad, la violencia y el latrocinio.

Por eso gritan con desesperación, para que sus demandas sean escuchadas y atendidas, ¿de qué se sorprenden?, son personas que defienden sus derechos; su vida, familia, patrimonio, sin encontrar otro camino que manifestarse ante la sordera de las autoridades.

En los hechos, nos enfrentamos a un gobierno corrupto, negligente e incompetente, incapaz de escuchar las legitimas demandas de sus gobernados, está encerrado en una burbuja de odio, rencor y venganza, cegado por las cortinas de una ilusoria y falsa realidad.

Un gobierno negacionista e insensible, corre el riesgo de administrar la anarquia.