La presidenta de la República le tronó los dedos y hasta el látigo a algunos de los ministros de la Suprema Corte; les dijo: “Lo juzgado, juzgado, saquen pendientes”. La Presidenta Claudia Sheinbaum rechazó la propuesta de Ministros de la Suprema Corte de permitir la nulidad de las sentencias firmes y sostuvo que los fallos ya concluidos deben respetarse.

Lo digo abiertamente, no estoy de acuerdo con eso. Yo creo que lo que ya fue juzgado, fue juzgado. “Y, pues, que le entren a un montón de temas que están pendientes en la Corte”. (Reforma, 28 de noviembre de 2025).

La señora presidenta de la República no se dirigió a los ministros de la Suprema Corte como miembros de un Poder; no le insinuó: les ordenó. Se dirigió a ellos como si fueran sus sirvientes: sus chachas y chachos. Bien les hubiera ido si otro hubiera sido el tono y el modo. A un empleado se le trata con más respeto; no se le ordena: se le insinúa.

Los sedicentes ministros, hasta ahora y de lo que yo sé, no tuvieron el valor y la entereza de decirle a la presidenta de la República: “A nosotros se nos respeta; usted no es nuestra ama. En cumplimiento de nuestra responsabilidad, haremos lo que en Derecho corresponda”. Nada de eso, humillados, se agacharon y lo hicieron tanto, que mostraron parte de sus vergüenzas, las que traen atrás. Con toda seguridad esos ministros revisionistas: Hugo Aguilar Ortiz, Lenia Batres Guadarrama y otros, al haber pretendido asumir su papel de ministros y miembros de un Supremo Poder, se equivocaron y de a feo modo o, para decirlo en mixteco: Ni st-uri, esto, en el español hablado en México, significa la cagué y en público.

¡Qué bajo cayeron esos ministros electos por el pueblo! Ante el regaño presidencial, con toda seguridad, no van a insistir en atentar contra el principio de cosa juzgada. Lo que ignoro es si cumplirán con la segunda parte de la orden presidencial: “…que le entren a un montón de temas que están pendientes en la Corte.” Eso, en términos jurídicos, es atender y sacar el rezago, que es mucho, y relacionado con materias importantes.

Se ve que la presidenta no es partidaria de que se atente, por razones netamente políticas y en un ánimo de ser obsequiosos con ella, contra el principio de definitividad de las sentencias judiciales.

Los ministros, obsequiosos, al oír la voz de la ama, en forma vergonzosa, recularon. Sólo faltó que en público reconocieran su error y que dijeran: “Perdón, por quedar bien con usted, se nos pasó la mano. No volverá a pasar”. Son unos agachones, en su ánimo de mostrarse sumisos, quisieron quedar bien con quien consideran su patrona: la presidenta de la República. En su sometimiento se les pasó la mano: enseñaron el cobre; por agacharse más de la cuenta y de lo que la moral y las buenas costumbres mandan y aconsejan, mostraron también las nalgas.

Esos ministros, partidarios de revivir los juicios concluidos, al oír la voz de la ama, bajaron la cabeza; como perros falderos que son, se doblegaron y mostraron que, lejos de ser independientes, son obedientes. Se equivocaron: pretendieron asumir la función de legislar y sustituir la Ley, por su arbitrio. Supusieron que la 4T implicaba, además, atentar contra el principio de definitividad, que era usual durante el Antiguo Régimen. Que eso era una moda que ya pasó. Se equivocaron. Así están las cosas en esa corte electa por el pueblo sabio y bueno.

Con el tiempo se está viendo que los “acordeones” tienen un fin limitado: sirven para acompañar cantantes y amenizar reuniones, pero no para elegir a buenos juzgadores.

Como se presentan las cosas en la corte, así con minúsculas, los ministros lejos de renunciar o de marcar su sana distancia de la presidenta de la República, después de oír la putiza que les pusieron, seguramente recularán en su intento de atentar contra el principio de cosa juzgada.

Esos ministros ignoran que gobernante absoluto, como pretende serlo la señora Sheinbaum, requiere de un aparato judicial con apariencia de ser independiente; que, si bien es necesario que sea sumiso, debe ser creíble, en lo interno y lo externo; que los súbditos no consideren como instancias salvadoras a las internacionales o la violencia; y los ciudadanos extranjeros exijan a los mexicanos que se sometan a la jurisdicción de tribunales de otros países.

No lo es en el supuesto de que quienes integran la corte, por sí, sin que se lo pidan u ordenen, sólo por quedar bien con su ama, pretendan destruir el Estado de Derecho con fines netamente partidistas e intenten acabar con una los principios fundamentales de Derecho: la definitividad de las sentencias judiciales y de que los jueces, por sí, sin mediar la interposición de un recurso, en el que se expresen agravios fundados, no pueden modificarlas.

(En la Biblia, con el término vergüenzas o partes vergonzosas, se alude o comprende, principalmente, lo de adelante de los hombres (1). Los ministros que propusieron revisar materias ya concluidas, comenzaron por enseñar las nalgas. Afortunadamente y a tiempo fueron parados en seco. No enseñaron el resto, aunque ganas nos les faltaron. Así andas las cosas relacionadas con la impartición de justicia, así, también con minúscula).

Nota:

En la versión de la Biblia de Torres Amat, que durante mucho tiempo pasó como la traducción oficial al español de la iglesia católica, se asienta que Dios, que es todo amor, dispuso lo siguiente: “Si riñeren entre sí dos hombres, y el uno empezare a luchar con el otro, y queriendo la mujer del uno librar a su marido de las manos del más fuerte, y metiere la mano y le agarrare por sus vergüenzas, harás cortar la mano de la mujer, sin moverte a en compasión alguna por ella”. Deuteronomio, cap. XXV, vs. 11 y 12.

En la versión de Reina/Valera ese pasaje se traduce “Si algunos riñeren uno con otro, y se acercare la mujer de uno para librar a su marido de manos del que le hiere, y alargando su mano asiere de sus partes vergonzosas, le cortarás entonces la mano; no la perdonarás”. Deuteronomio, cap. 25, vs. 11 y 12.