Para disgusto de la izquierda latinoamericana —la que rayando en el fanatismo asegura ser la única posibilidad para los “pueblos” (pobres del mundo, así los catalogan los ideólogos que presumen vivir en la “austeridad franciscana” hasta que pueden manipular las riquezas públicas impunemente distribuyendo limosnas que los “rediman” de la pobreza), algo ha sucedido en los últimos sesenta días en dos naciones centro y sudamericanas que han girado  diametralmente sus blancos políticos: como brújula, del norte al sur, de la izquierda a la derecha. Primero fue Bolivia, ahora será Honduras que aunque el resultado de sus comicios presidenciales (en el momento de pergeñar este escrito todavía no se dilucidaba), quién resulte ganador será de derecha (de centro o conservador): Salvador Alejandro César Nasralla Salum, del Partido Liberal o Nasry Juan Asfura Zablah (conocido como Tito Asfura o como “Papi a la orden”) del Partido Nacional, que cuenta con el apoyo del magnate estadounidense Donald John Trump, hoy por hoy el coco de la política mundial. Pese a esto, Tito Asfura no va a la cabeza del escrutinio, aunque el recuento todavía no termina.

Primero, el domingo 19 de octubre pasado, los electores bolivianos decidieron poner fin a casi cuatro lustros de gobiernos socialistas (que habían iniciado con muchas esperanzas sus administraciones, pero a la postre fracasaron), dándole el poder al conservador Rodrigo Paz Pereira, antiguo alumno de colegios jesuitas. Ahora, el pasado domingo 30 de noviembre, el voto popular hondureño mandó al tercer lugar  a la candidata oficial de izquierda, Rixi Ramona Moncada Godoy. Obviamente, la  abanderada era apoyada por la actual presidenta, Iris Xiomara Castro, esposa del ex presidente José Manuel Zelaya Rosales, derrocado con un Golpe de Estado por las fuerzas armadas en 2009. ¿La razón? Que derivaba hacia la República Bolivariana de Venezuela y de Cuba. Aunque esa es otra historia, el caso es que el Coup d´Etat hondureño originó una inédita polarizaciòn entre la izquierda y la derecha del país. Ahora la nación centroamericano, una de las más  pobres y violentos de América Latina, sabe hasta qué punto llegó esa polarización.

En los primeros conteos aparecía a la cabeza Tito Asfura, pero un día después de cerradas las urnas, con el 57.03 por ciento de las actas escrutadas, el candidato del Partido Nacional, el descendiente de palestinos obtenía 749,022 (39.91 por ciento), apenas 515 más que Salvador Nasralla, del Partido Liberal, que sumaba 748,507 (39.89 por ciento). La historia apenas comenzaba. Cuando el escrutinio iba en el 57 por ciento, el Consejo Nacional Electoral (CNE) informó, a la medianoche del domingo, que derivado de una falla técnica se detenía el conteo. En Honduras, no hay balotaje por lo que el ganador es el abanderado que obtiene mayor número de votos.

En ese punto, el presidente Donald Trump volvió a meter la mano en los comicios hondureños. El magnate advirtió en su plataforma Truth Social: “Parece que en Honduras tratan de cambiar los resultados de su eleción presidencial. ¡Si lo hacen, habrá consecuencias graves!” Y, agregó: “Es imperativo que las comisión termine de contar los votos. Cientos de miles de hondureños deben defender sus sufragios. ¡La democracia debe prevalecer!!

“Los números van a hablar por sí solos”, advirtió Asfura en su oficina de campaña”. Resulta que los dos contendientes durante sus respectivas campañas advertían que la permanencia de la izquierda coniertiría a Honduras en la nueva Venezuela , y se mostraron dispuestos a acercarse a Taiwán en lugar de fomentar la relación con la República Popular de China.

En tal circunstancia, con la bandera del anticomunismo en la mano, el extravagante empresario que una vez más reside en la Casa Blanca, amenazó con minimizar la ayuda al país centroamericano si su “candidato preferido” no ganaba la presidencia. Al mismo tiempo, de acuerdo a su inveterada costumbre marcó a Rixi  Moncada Godoy, la figura del oficialista Libertad y Refundación (Libre, izquierda), como “amiga” del mandatario venezolano Nicolás Maduro Moro, y sus ·”narcoterroristas”. Por cierto, la aludida que está en tercer lugar, con el 19 por ciento de votación, denunció fraude en los comicios.

Antes de la votaciòn, Asfura ocupaba el tercer lugar en las preferencias del voto, hasta que el magnate irrumpió bruscamente en la recta final de la campaña electoral para poner al ex alcalde de Tegucigalpa como alguien con quien podría trabajar para “combatir a los narcotraficantes”.  Dos días mas tarde, el republicano anunció el indulto al ex presidente hondurfeño, Juan Orlando Hernández Morales, dirigente del Partido de Asfura y condenado en EUA por introducir  “toneladas de cocaína al territorio del Tio Sam. La medida sería tomada, dijo Trump, porque el ex mandatario había sido víctima de un “montaje” orquestado por el gobierno de Joe Biden, nada menos.

Ana García, esposa del indultado confirmó en redes sociales que su marido “volvió a ser un hombre libre” desde la prisión federal de Hazelton, en Pensilvania. La justicia estadounidenses lo había sentenciado, en junio de 2024, a 45 años de cárcel por facilitar el ingreso de toneladas de cocaína al país, además de cargos por posesión de armas. La sentencia incluía una multa de ocho millones de dólares y cinco años de libertad vigilada. Extraditado de Honduras en abril de 2022, Hernández, de 57 años de edad, envió una carta elogiosa al magnate en la que recordaba la relaciòn bilateral en materia de seguridad. El abogado defensor del hondureño, Renato Stabile, celebró el “fin de una pesadilla” de casi cuatro años.

Ni que decir que la liberación de Hernández ha reavivado debates sobre la selectividad en la política exterior de Trump, quien ha intensificado acciones contra regímenes como el de Nicolás Maduro, en Venezuela, mientras otorga  clemencia a un aliado conservador. Como sea, el ex presidente de Honduras permanece en paradero desconocido y se ignora si regresa a su lugar de origen, donde aún enfrenta otros procesos judiciales.

De tal forma, Mike Vigil, ex presidente de la Corte Suprema de Nuevo México, califica la decisión de “hipocresía flagrante”, porque socava la credibilidad de EUA en la región y podría alentar a goteros líderes a desafiar la extradición.

Al reanudarse el conteo de votos casi 15 horas después de la “caída” del sistema de divulgación, Salvador Nasralla, le dio la vuelta  a la elección presidencial y dejó atrás por más de diez mil votos a Nasry Asfura. El presentador de televisión y narrador de partidos de futbol soccer comenzó a acumular sufragios hasta separarse del representante del Partido Nacional por casi medio punto porcentual y 13 mil 729 actas transmitidas.

En el conteo de votos se han registrado mil 876 actas con inconsistencias, las cuales se tendrán que revisar y subsanar durante el próximo mes antes de hacer una declaratoria de validez de las elecciones. En un video que publicó en sus redes, Nasralla dijo: “Poco a poco se irá acentuando y estoy seguro que mañana (el miércoles 3), habrá una diferencia imposible de superar, 70 mil, 80 mil votos, que ya no va a variar porque estamos prácticamente en la recta final del ùltimo 35 por ciento de votos que faltan por contar. Espero que el CNE me pueda declarar presidente electo”.

Antes de estas declaraciones el presentador de televisión aseguró que no iba a permitir que le hicieran “otro fraude” como en 2017, y por tanto advirtió que ante cualquier anomalía, los simpatizantes del Paertido Liberal tomarían las calles de Tegucigalpa.

Por la mañana del martes 2, dos miembros del Consejo Nacional de Honduras (CNE) llamaron a la población a tener confianza en el proceso y por ello, garantizaron que pese a los incidentes registrados con la divulgación de datos, habría resultados “legítimos y definitivos”.

Con la seguridad de que uno u otro de los candidatos presidenciales llegue a tomar el poder, algunos comentaristas —como Rafael Rojas—, explican que con esa certeza “el bloque bolivariano pierde un miembro más, que se suma a la reciente derrota de Ralph Gonsalves en San Vicente y Granadinas en su intento de sexta reelección. El revés se produce en un momento en que EUA relanza su hegemonía en el Caribe y Centroamérica, con un aparatoso despliegue militar frente a las costas venezolanas, sin que ningún aliado internacional —Rusia o China— o actor regional —Colombia o México— ofrezca alguna resistencia que pase de eventuales declaraciones presidenciales.

“Quien ascienda al poder en Honduras —prosigue Rojas—, lo hace en medio de un estado de excepción y un aumento de la criminalidad, la inseguridad y el potencial migratorio. Después de una tensión en las elecciones de 2021, Asfura, Nasralla y Bukele, presidente de El Salvador, cuya estrategia de concentración del poder y militarización para enfrentar la inseguridad se vuelve cada vez más popular en la región, se han acercado durante el más reciente proceso electoral hondureño”.

En estas condiciones, deduce Rojas, “el nuevo presidente puede sumar otro país centroamericano a esa creciente influencia del modelo Bukele y a las redes trumpistas de las nuevas derechas continentales. El papel de Honduras no es decisivo a un nivel latinoamericano, pero en Centroamérica muy probablemente redunde en el incremento de la presión contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua. El indulto al expresidente Juan Orlando Hernández también favorece ese reposicionamiento del país centroamericano”, tal y como lo decimos en líneas anteriores.

El comentarista citado, finaliza su análisis con esta aseveración: “Todo esto termina por deshacer el extraño cliché, compartido sintomáticamente por la línea bolivariana de la izquierda regional, de que, con Trump, Estados Unidos aspiraría a una política exteriorn aislacionista, poco propensa a reforzar su intervencionismo en América Latina y el Caribe. Poco a poco, gracias al avance de las nuevas derechas, Estados Unidos va contando con el mayor apoyo regional desde inicios del siglo XXI, cuando la primera marea rosa puso un alto a Washington”.

Por lo que respecta a la posición de México sobre las elecciones presdidenciales de Honduras, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, usó una de sus respuestas preferidas: esperar al final del conteo para presentar una postura “a la altura de las circunstancias”. Cuando las autoridades electorales hondureñas reportaban “empate técnico” en dichos comicios, la titular del Ejecutivo mexicano pontificó:

“Nuestra posición siempre es la autodeterminación de los pueblos, que solo el pueblo decida en cualquier país. Esa es la democracia: el poder del pueblo. Entonces nuestro llamado siempre es a la autodeterminación de los pueblos. Vamos a esperar ahora que termine el conteo y ya poder tomar una posición”. Ni media palabra sobre el hecho de que la izquierda del país centroamericano quedó en esos comicios en tercer lugar. Valiente postura.

Como sea, lo seguro es que el próximo presidente de Honduras no es de izquierda. VALE.