Sheinbaum se despertó la mañana del miércoles como Presidenta de Venezuela. No como presidenta de México. Exigió a Estados Unidos que no intervenga en ese país y pidió al “mundo entero” “velar” para que eso no suceda.
A Sheinbaum le urgía que amaneciera para fijar la posición de su gobierno ante la posible caída de Maduro. Una urgencia que no tuvo ante el asesinato de Carlos Manzo y que no ha tenido para desmantelar la red criminal que dejó su antecesor y calificar a los cárteles como narcoterroristas.
A Sheinbaum le preocupa el destino de la tiranía venezolana porque el futuro de Maduro está atado a lo que pueda suceder con ella y con la 4T.
No se trata sólo de tener simpatías ideológicas con uno de los regímenes totalitarios más represores y sanguinarios, sino de sobrevivencia política. La muerte de la “revolución bolivariana” apresuraría también la muerte de la “Cuarta Transformación”.
Por eso Sheinbaum no puede hacer lo que le pide María Salazar, Presidenta del Comité del Hemisferio Occidental en la Cámara de Representantes: Asumir su liderazgo para defender la democracia y “dejar de apoyar a las dictaduras de Cuba y Venezuela”.
Donald Trump está decidido a cumplir con su objetivo: “rodear” al gobierno venezolano para que Maduro caiga lo más pronto posible. Con ello Washington detonaría un misil en el corazón de la izquierda autoritaria, corrupta y depredadora que se ha instalado en países como Nicaragua, México, Cuba, Colombia, Honduras y en la misma Venezuela.
No sólo se trata de sacar del poder a un Presidente ilegítimo que se robó las elecciones. La misión tiene más fondo: desmembrar una red de narco dictaduras que se han apoderado de América Latina, que han utilizado el dinero del petróleo y las drogas para comprar votos y garantizar su permanencia vitalicia en el poder.
Es imprescindible la caída de Maduro como punto de partida para arrinconar a gobiernos que, como el AMLO y el de Sheinbaum, han destruido el Estado de Derecho, las instituciones democráticas y las libertades.
Claudia Sheinbaum y su jefe político están preocupados por el fracaso de los partidos políticos de izquierda en la región. Por eso, Sheinbaum salió a decir que en México como en Chile, Bolivia, Argentina, Honduras, Uruguay, no ocurrirá la derrota de Morena. “No pasará”, dijo, para calmar a los suyos.
Desesperada y confundida pidió ayuda a los países de América Latina para evitar que Estados Unidos invada Venezuela. Se le olvidó que su gobierno —salvo las dictaduras— ya no tiene aliados en la región. Ella y su “padre político” han ofendido y se han entrometido en la vida interna de gobiernos latinoamericanos que consideran enemigos ideológicos.
La caída de Maduro llegaría en el peor momento para la 4T. Cuando busca aprobar una reforma electoral inspirada en la dictadura electoral chavista y necesita de aliados nacionales e internacionales para legitimarla.
La señora Presidenta es muy buena para defender a dictadores, pero muy mala para condenar los abusos de poder y reconocer a quienes defienden causas democráticas en el mundo.
Así como se negó a felicitar a María Corina Machado, también ha pasado por alto que la ONU ya condenó el fraude electoral en Venezuela. Para Naciones Unidas y las democracias del mundo, Nicolás Maduro es un usurpador, un narco político que debería estar en prisión.
Sheinbaum contestó a Estados Unidos que su gobierno seguirá apoyando a la dictadura cubana y por ende a la venezolana. Ya no hay duda, la Presidenta mexicana debió ser la Presidenta de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Aquí, en México, es una extraña.
@PagesBeatriz
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