A estas alturas del partido, no es indispensable ser experto en cuestiones internacionales ni adivino para estar consciente de que la delicada situación que priva en la zona del Caribe —en la que se ubica Venezuela, donde desde el pasado mes de agosto el presidente Donald Trump John Trump envió lo más selecto de su marina de guerra, el portaviones USS Gerald R. Ford y sus buques de apoyo con avanzada tecnología y suficiente marinería—, al paso de los días es más peliaguda. El quid del asunto no es que pueda estallar en cualquier momento, eso es seguro, sino cuando y de qué envergadura.

Ante esta certidumbre, y dada la disparidad armamentística de los países en pugna —Estados Unidos de América (EUA) vs. Venezuela—, son pocas (en realidad) las capitales que apostarían su futuro alineándose con Caracas, aunque en una probable Asamblea General sobre el futuro del régimen (bolivariano) en el pleno de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), las declaraciones diplomáticas a favor del régimen del heredero de Hugo Chávez Frías servirían para adornar las primeras planas de los medios de comunicación y los titulares de todos los noticiarios vía TV, así como en las “benditas fuentes” electrónicas de los celulares. Los oportunistas de siempre. La izquierda a favor del dictador venezolano y la derecha en su contra.

Como dice Carlos Fazio en su artículo “Elliot Abrams presiona a Trump”: “según el super halcón Elliot Abrams, quien se desempeñó como representante especial para Venezuela durante la primera administración Trump, el actual inquilino de la Casa Blanca carece de “claridad” acerca de qué hacer en Venezuela, pero debe “eliminar” sus “dudas” y “ambigüedades”, y atacar militarmente dentro de su territorio al régimen del “dictador” Maduro”.

El citado autor de origen uruguayo (Montevideo 1948), a su vez cita al ex subsecretario de Estado para América Latina de EUA, y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) en Washington, D.C., formado en la London School of Economics y en la Harvard Law School, en su artículo publicado en la conocida revista Foreign Affairs (20/11/25). En dicha colaboración, Abrams afirma que los asesores del magnate en su segundo periodo presidencial deberían convencerlo de que “ya pasó el punto de no retorno: el juego esta marcha, y o gana él o gana Maduro”.  Además, el referido político y diplomático estadounidense, originario de Nueva York como el actual mandatario de EUA, concedió una larga entrevista a la cadena BBC, en la que ahonda sus deducciones sobre la actuación diplomática de Trump sobre Maduro y la dictadura venezolana.

En dicha entrevista, se desprende la posibilidad de que “después de muchos golpes de pecho” y una desmesurada demostración de fuerza naval —que no puede mantener indefinidamente—, se termine dejando al heredero de Hugo Chávez en el poder, lo que demostraría que la Influencia de la Unión Americana en el subcontinente americano es limitada”, lo que favorecería, en desmedro de la seguridad nacional estadounidense, al propio régimen venezolano y a los países de la competencia de Washington: China, Rusia, Cuba e Irán. De tal suerte, la nación bolivariana podría pasar a una fase de existencia prolongada con tácticas de guerrilla y acciones de sabotaje, con el indeseable saldo de que no pocos infantes de marina podrían regresar al territorio del Tío Sam en bolsas negras de plástico, rememorando lo sucedido en Vietnam, lo que ni Trump, ni ningún político republicano o demócrata quieren que suceda.

Mientras el panorama se aclara, Trump y Maduro aprovechan la incertidumbre para mantener a sus seguidores en la creencia de que ambos son la esperanza de sus respectivos pueblos. Y cada quien le agrega el aderezo a sus desplazamientos. Por ejemplo, el magnate insistió el martes 25 de noviembre en Washington en la posibilidad de que “podría hablar” con el venezolano “para salvar muchas vidas”, claro, advirtiendo que se pueden “hacer las cosas por las buenas”, pero también “por las malas”, si no lo dice deja de ser el personaje bravucón que tiene hipnotizado a sus seguidores.

Durante un vuelo del avión presidencial Air Force One, una reportera le preguntó al mandatario por qué dialogar con Nicolás Maduro si lo ha denunciado como supuesto líder de una organización terrorista extranjera, a lo que el presidente contestó defendiendo su decisión de hacerlo: “podría hablar con él ya veremos”. “Es el líder y podemos salvar vidas”, dijoTrump, aunque volvió a responsabilizar al mandatario venezolano de “enviar a millones de personas a Estados Unidos”, sin agregar ninguna prueba, pero reiteró que no está “contento”” con el tema. Aparte de la pregunta de la periodista, la posibilidad de que Trump hable” con Maduro ha circulado por otros medios, como la popular Axios, en la que se dice que la probable plática está en “fase de planificación” y que “nadie planea entrar y dispararle o secuestrarlo (a Maduro) en este momento. No diría que nunca vaya a ser así, pero ése no es el plan ahora”, aseguró un funcionario relacionado con las negociaciones con Caracas. El asunto es que nadie de la administración actual confirmó o desmintió la versión aparecida en Axios.

Lo que sí es verdad es la insistencia del gobierno estadounidense en afirmar que “el régimen del mandatario Nicolás Maduro es ilegitimo”, sobre todo después de que Trump calificó al “supuesto” Cártel de los Soles como organización terrorista extranjera (FTO), dirigido, según la Casa Blanca, por el presidente venezolano y otros dirigentes chavistas, aunque como de costumbre, no se aportan pruebas en el aserto.

En este rejuego de dimes y diretes, en el que a final de cuentas lo único que importa es la salvaguarda de la vida de millones de venezolanos —razón por la cual muchos gobiernos, iberoamericanos y de otras partes del mundo,  se oponen a una posible invasión estadounidense en la nación boliviana—, no debe olvidarse que el referido Cártel de los Soles es la decimotercera organización latinoamericana designada como Foreign Terrorist Organization (FTO: Organización Terrorista Extranjera) en lo que va del segundo mandato de Trump que comenzó en enero pasado. La caracterización del Cártel de los Soles implica intensificar sanciones económicas, facilitar la interdicción o justificar legalmente bombardeos selectivos y operaciones militares más agresivas dentro de la estrategia antidrogas del gobierno de EUA.

Según Mario Rubio, secretario de Estado de EUA, dichas organizaciones “son responsables de la violencia terrorista en todo nuestro hemisferio”. El funcionario, descendiente de cubanos, encabeza el ala dentro de la administración Trump que llama al uso de la fuerza contra Venezuela. La lista de organizaciones terroristas elaborada por la administración Trump, en la que se incluyen grupos islamistas, separatistas, guerrillas y pandillas y grupos narcotraficantes de México y de Colombia, la elabora el Departamento de Estado y se supone que “otorga” al gobierno del magnate facultades jurídicas para sancionar, congelar activos y perseguir judicialmente a toda persona o entidad que colabore con quien aparezca en él.

Inmediatamente el gobierno bolivariano rechazó la designación de la Unión Americana hecha efectiva el lunes 24 de noviembre, del “inexistente Cártel de los Soles” como organización terrorista. “Esta nueva maniobra seguirá la suerte de las anteriores y recurrentes agresiones contra de nuestro país: fracasar” reza un comunicado de la secretaría de relaciones exteriores de Venezuela.

La negativa venezolana insta a la Casa Blanca, a “rectificar esta errática política de agresiones, rechazadas contundentemente por el propio pueblo de EUA”, ya que afectan a todo el Caribe y, además, “en nada contribuyen a un verdadero y genuino combate contra el tráfico ilícito de drogas”.

Para apoyar su rechazo a las acusaciones del Tío Sam en funciones, Maduro rescató, el martes 25 de noviembre, la oratoria bélica del mítico Hugo Rafael Chávez Frías —el ex presidente venezolano fallecido en el año 2013 víctima de un cáncer de colon, después de haber sido operado en varias ocasiones por médicos cubanos—, durante una de las más multitudinaria marchas chavistas desde que Donald Trump ordenó, a mediados del mes de agosto último, el despliegue naval y aéreo en al Caribe, el mayor desde la legendaria manifestación que tuvo lugar durante la crisis de los misiles nucleares en Cuba en 1962.

Para los lectores que no recuerden la repercusión de la crisis de los misiles hace 63 años, se anota que ese ríspido episodio diplomático fue una confrontación directa y peligrosa entre EUA y la URSS durante la Guerra Fría, en el momento en que las dos superpotencias estuvieron más cerca que nunca de un conflicto nuclear. Los personajes comprometidos fueron el presidente John Fitzgerald Kennedy y el líder soviético, Nikita Jruschov.

Ataviado para la ocasión, con el uniforme de camuflaje del ejército bolivariano blandiendo con la mano derecha la espada del libertador caraqueño Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, mejor conocido como Simón Bolívar, Maduro exhibió en la marcha contra el “imperialismo” la reliquia bolivariana —también llamada la Espada del Perú—, precisamente un día después de que el presidente Trump expusiera al Cártel de los Soles como organización terrorista extranjera. La historia registrará su imagen de fantoche.

Con tono prosopopéyico el antiguo conductor de camiones y fiel alumno de Chávez declaró: “Juro frente a este cielo, juro frente a nuestro señor Jesucristo (sic), que daré todo mi esfuerzo por la victoria de Venezuela contra las amenazas y agresiones del imperialismo…No hay excusas para nadie, sea civil, político, militar o policía (en un momento) en “que la patria reclama el mayor esfuerzo y sacrificio”… ”Si la patria reclama, la patria tendrá nuestra vida si es necesario”.

En plena vena patriótica, Maduro pidió a las fuerzas armadas, a los cuerpos policiales y a la ciudadanía en general a exigirse “diez veces más” para “ser capaces de defender cada palmo” del territorio venezolano “de cualquier amenaza o agresión imperialista venga de donde venga y cuando venga”. En compañía de Vladimir Padrino López, secretario de la Defensa el mandatario pidió al país “estar a la altura de defender esta tierra”.

Al celebrar el bicentenario de la entrega de la espada del Perú —de ahí el nombre de la histórica arma blanca— a Bolívar, otro orador, Diosdado Cabello (hombre de las confianzas de Maduro), ministro del Interior y de Justicia, con tono agresivo denunció que EUA pretende “robarse los recursos naturales” de país y acusó a la administración Trump de tener vínculos con el narcotráfico, como repuesta al secretario de Estado Marco Rubio que confirmó la designación del Cártel de los Soles como grupo terrorista extranjero.

En fin, el gobierno bolivariano de Venezuela advirtió el martes 25 de noviembre, a las aerolíneas que cancelaron sus vuelos con origen y destino a Caracas —las españolas Air Europa, Plus Ultra e Iberia, la portuguesa, TAP, la colombiana Avianca, la brasileña Gol, la jamaicana Latam y la turca Turkish Airlines—,  que tenían hasta las 12 horas del miércoles 26 para reanudar sus operaciones, en caso contrario serían revocados sus permisos de “vuelo permanente”. Pese a que el ultimátum se extendió también a las compañías nacionales, las venezolanas Láser y Estelar informaron el martes la suspensión de sus vuelos con destino a Madrid hasta el 1 de diciembre próximo.

Con este panorama tan agitado, se espera en los próximos días un movimiento especial de parte de la flota estadounidense en la zona: aparte del gigantesco portaviones USS Gerald Ford, ocho buques de guerra, un submarino nuclear, y los aviones F35 que no pueden permanecer indefinidamente en el Caribe, dedicándose solamente a hundir supuestas lanchas de narcotraficantes. Ni Trump, ni ningún otro presidente estadounidense pueden darse esos lujos. Los barcos de guerra y los soldados tienen que justificar su existencia, desgraciadamente.

Alea iacta est (la suerte está echada), Trump ya cruzó el Rubicón. Ya se verá la de Nicolás Maduro. Vale.