El pasado 27 de noviembre, durante una de sus conferencias mañaneras, la presidenta Claudia Sheinbaum, al responder una pregunta sobre la intención de la ministra Lenia Batres de revisar casos con sentencias definitivas, señaló: “Lo que ya fue juzgado, fue juzgado. Mejor que le entren a otros temas, que hay un montón”.

Un día después, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en un comunicado, reaccionó a las palabras de la presidenta. El Alto Tribunal reafirmó su compromiso con la cosa juzgada: “La SCJN reafirma su compromiso con el respeto absoluto a la cosa juzgada, ya que forma parte esencial de la certeza en nuestro país”.

No se trata de algo anecdótico, sino de una tendencia que consolida la concentración de poder en manos del titular del Ejecutivo Federal, una situación que se arrastra desde el sexenio pasado.

De hecho, el Ejecutivo Federal es el legislador más productivo en México, con 52 iniciativas aprobadas (de 65 presentadas) y publicadas en el Diario Oficial de la Federación. En contraste, los grupos parlamentarios en conjunto han visto aprobarse solo 60 de las poco más de 4 900 iniciativas que presentaron.

La influencia de la presidenta en el Poder Judicial es real, propiciada por la reforma que promueve la elección popular de jueces y magistrados. Dicho proceso se caracterizó por una baja participación y el uso de los llamados «acordeones», lo que permitió que personajes vinculados a Morena llegaran a la Corte y los juzgados. «La transformación del Poder Judicial es muy profunda y tiene que consolidarse», comentó recientemente la presidenta Sheinbaum.

 

Concentración histórica

Desde la llegada al poder de Morena, la concentración de poder se ha consolidado en México. Este fenómeno se manifiesta en la desaparición de organismos autónomos; la presencia de gabinetes desapercibidos en situaciones clave del país (desde desastres naturales o eventos de seguridad pública hasta temas de interés ciudadano); mayorías legislativas que no modifican «ni una coma» a las iniciativas presidenciales; la mayoría de gubernaturas; y, ahora, un Poder Judicial que atiende los señalamientos desde Palacio Nacional. La única pieza que parecía faltar era la Fiscalía General de la República, pero la remoción de Alejandro Gertz Manero completó el cuadro.

Analistas han observado cómo esta concentración de poder ha debilitado los contrapesos institucionales y llevado a prácticas de control que recuerdan a las del antiguo régimen del PRI en el siglo XX.

Estos mismos analistas han descrito el actual escenario político mexicano de concentración de poder, destacando las siguientes características:

  • Supermayoría Legislativa: Morena y sus aliados (PT y PVEM) obtuvieron una supermayoría en ambas cámaras del Congreso, a pesar de recibir aproximadamente el 54% del voto popular, lo que les otorga la capacidad de aprobar reformas constitucionales sin necesitar el apoyo de la oposición.
  • Control del Poder Judicial: Una de las reformas más polémicas impulsadas por Morena es la del Poder Judicial, que plantea la elección popular de ministros, jueces y magistrados. Los críticos argumentan que esto, sumado al control legislativo, busca eliminar los contrapesos institucionales y consolidar el poder en el Ejecutivo.
  • Debilitamiento de Órganos Autónomos: Se argumenta que ha habido un debilitamiento o desmantelamiento sistemático de organismos reguladores y autónomos (como el INAI y Cofece) durante la administración anterior y que continúa en la actual, lo que reduce la supervisión independiente sobre las operaciones del gobierno.
  • Hiperpresidencialismo: La combinación de la fuerza legislativa y el control sobre otras instituciones ha llevado a hablar de un “hiperpresidencialismo” o un sistema de partido predominante, donde la figura presidencial y el partido tienen una influencia dominante sobre la agenda política y la toma de decisiones.

Existe una curiosa paradoja en esta historia. A pesar de ser la presidenta con más votos obtenidos en una elección, de contar con el respaldo de su partido en el Congreso y en las gubernaturas, y de tener un Poder Judicial que atiende sus señalamientos, Claudia Sheinbaum se describe a sí misma como la más atacada en la historia, incluso más que su antecesor, y acusa campañas en su contra en redes sociales.

El pasado 29 de noviembre, durante su conferencia mañanera, denunció una campaña de «bots» y «troles», por lo que anunció un informe sobre el origen de dichos ataques. Además, en el marco de la marcha convocada por la Generación Z, también se declaró víctima de más ataques, señalando a la ultraderecha, incluso extranjera, como parte de los intentos por golpear su presidencia.

La realidad es que su aprobación ciudadana ha disminuido, el crecimiento del PIB nacional no superará el 1% este año, y los mexicanos siguen teniendo como dos de sus principales preocupaciones la salud y la seguridad.

De ahí la pregunta: ¿para qué quieren tanto poder si no pueden sacar adelante al país? La letra de la canción de Molotov, Gimme the Power, lo resume muy bien: «Porque fuimos potencia mundial. Somos pobres, nos manejan mal».