Nueva etapa en la relación México-Estados Unidos

Mireille Roccatti

La próxima visita del presidente Barack Obama a nuestro país tiene un gran significado y será sin duda alguna importante para el devenir inmediato de México. Los dos presidentes están iniciado su mandato, en el caso de Obama su segundo periodo presidencial tras obtener su reelección, y la coyuntura se vislumbra favorable para replantear algunos puntos de la agenda bilateral.

Hay temas que necesariamente deben abordarse por los dos mandatarios, sólo que el énfasis, las prioridades y los enfoques se han modificado por muchas y diversas razones. En principio un gran logro es desnarcotizar la agenda, y no es que el tema de seguridad y de lucha contra la delincuencia organizada, en especial del narcotráfico, no afecte a ambas naciones, sólo que no puede y no debe ser el único tema —como en el pasado reciente—  que ocupe el tiempo de los mandatarios y permee el resto de la agenda.

A  nivel global seguramente habrán de comentarse temas como los conflictos en Medio Oriente;  el posible conflicto nuclear entre las dos Coreas; el de una nueva era en la integración regional de América del Norte; el de la posible alianza entre Estados Unidos y la Comunidad Europea y cómo habrá de acompañarlos Canadá y nuestro país; la geopolítica de Centro América y del Caribe, en especial la relación con Cuba, todo esto, en el contexto de la recuperación del liderazgo diplomático de México en el concierto internacional.

Habrán de revisarse seguramente los flujos comerciales entre los países, dado la asimetría de las economías, la interdependencia comercial ha crecido y los nuevos esquemas que está explorando Estados Unidos en busca de recuperar crecimiento y de relanzar su industria, pasa también por la reindustrialización de México. La creciente importación de granos y el rediseño de la política agroalimentaria para recuperar la autosuficiencia alimentaria por parte de nuestro país deben también abordarse en términos de economías complementarias.

El tema que nuevamente podría convertirse en central es el de la regularización migratoria de los mexicanos indocumentados que representan una importante fuerza laboral, en el campo, la industria, en la construcción, los servicios y las labores domesticas de casi todos los estados de la Unión Americana. Al respecto está en curso una reforma impulsada por Obama y que está siendo procesada por republicanos y demócratas en el Congreso Norteamericano, y cuyos alcances —sin ser, como se pretendió, la enchilada completa, esto es, una amnistía migratoria total— pueden significar la regularización de la estancia legal de millones de nuestros compatriotas y abrir además una ventana para migraciones temporales reguladas por la demanda laboral de nuestro vecino.

El otro tema que podría ocupar tiempo significativo en la agenda de los presidentes Obama y Enrique Peña Nieto es el energético, en especial, el petróleo y el gas. La anunciada reforma jurídica en este tema, que estamos por emprender en nuestro país, debe replantear y rediseñar tanto la organización de nuestra industria petrolera, la modernización de la planta productiva y de la red de ductos, como el ritmo y volumen de extracción de crudo y, en especial, la reconversión industrial energética a gas, de igual forma la explotación en aguas profundas en el golfo de México en el conocido como el “hoyo de dona”.

Lo sustancial en nuestro entender consiste en que estamos en una coyuntura favorable para construir una nueva etapa en la relación bilateral, que el  “espíritu de Houston” de 1988 se ha agotado y que ahora ha llegado el momento en que un nuevo espíritu anime la relación bilateral, esperemos que sea el “espíritu de Tenochtitlán”. Que así sea.