No aislarse ante las opiniones críticas
Criticar es hacer creíble un prejuicio.
H. L. Mencken
José Fonseca
Son muchos quienes afirman que empieza el fin de lo que se ha dado en llamar la luna de miel del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
Hay en la opinión informada e ilustrada una corriente crítica. Hay los provocadores, quienes, como se dice coloquialmente, amarran navajas.
Están aquéllos convencidos de que sus peores pesadillas se hacen realidad: la restauración del PRI. A éstos difícilmente habrá razones que les hagan reconsiderar.
Y existe una corriente crítica, sensata, pero también seguros de que no pueden registrar reconocimientos al gobierno peñista. Tienen miedo de que, si las cosas no marchan bien para la nueva administración, se les reproche haberse alineado con el oficialismo.
La crítica, cualesquiera que sean sus características y sus motivaciones, no puede ignorarse ni descalificarse per se.
Si bien el gobierno del presidente Peña Nieto ha mostrado habilidad política para manejar las inconformidades, debe cuidarse de no aislarse de las corrientes de opinión que dinámicas y cambiantes circulan en la sociedad mexicana.
No debe caer en una trampa que comparten casi todos los jefes de Estado y de gobierno. Se dejan encapsular en un capullo informativo. Esto ocurre en cualquier sistema político, afecta lo mismo a los políticos de una democracia que a los de un régimen autoritario.
La información se filtra de tal manera que sólo llegan a él los asuntos bajo la luz más favorable posible. Por eso tantas veces los gobernantes toman decisiones a partir de un proceso racional, pero que, cotejadas con la realidad, son todo, menos racionales.
Los más exitosos son aquéllos que consciente e intencionalmente buscan fuera del capullo informativo otras opiniones, incluso las más violentamente opositoras, para disponer de elementos que les permitan afinar su proceso de decisiones.
Escuchar a los críticos, aun a los más rijosos, por supuesto, implica meterse en el mundo de la sinrazón y la mala fe.
Pero es el único método para que los objetivos de los gobernantes sean revisados y evaluados más rigurosamente, lo cual les permite asimilar o adaptar algunas de las ideas planteadas por sus críticos a sus propias políticas públicas y tener una gestión más exitosa.
Sin claudicar en sus objetivos y convicciones, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no puede encapsularse en un capullo informativo. Luego se descubre que al final se está en el peor de los mundos.
jfonseca@cafepolitico.com
