Margaret Thatcher (1925-2013)
Bernardo González Solano
Una vez conocida la triste noticia, empezaron a llegar mortuorias coronas de flores a su domicilio londinense de Belgravia. En la tarjeta de un británico doliente, se leían las siguientes palabras: “RIP Maggie Thatcher. The greatest British leader and a true lady… You make British what it is… Rest in peace”.*
Muy a la moderna costumbre de comunicarse, niños, jóvenes y viejos en 140 caracteres, el admirador de la señora Thatcher no pudo caracterizar mejor la existencia de esta singular inglesa: líder, dama y estadista. Requiescat in pace, dice al principio la tarjeta. Para sus admiradores quizás no sea suficiente; para sus adversarios, demasiado. Durante su vida pública, siempre concitó toda la admiración y respeto o el rencor y hasta el odio.
Orígenes modestos
Margaret Hilda Thatcher (née Margaret Hilda Roberts, nació el 13 de octubre de 1925, en Grantham, Lincolnshire, pequeña ciudad al noroeste de Inglaterra), y murió el lunes 8 de abril en Londres, a los 87 años de edad, víctima de un derrame cerebral.
La baronesa Thatcher de Kesteven procreó con su esposo Denis Thatcher —fallecido en 2003—, dos hijos: Carol y Mark, que a través de su portavoz, lord Bell, dieron a conocer el fallecimiento de su madre.
Maggie, como popularmente solía llamársele, fue una mujer de orígenes modestos (su padre era tendero de un villorrio de provincia), que alcanzó el cargo electivo más importante del Reino Unido de la Gran Bretaña gracias a su inteligencia, su tesón y su valentía. Era una mujer lo suficientemente dura como para no ceder superficialmente a los grupos de presión feministas, y lo bastante femenina como para ir siempre vestida con toda propiedad, con esmero. Hasta en los detalles, su bolso se volvió parte de su imagen, de la marca Thatcher.
Se sabe que los piratas de la moda copiaron el modelo y lo reprodujeron por miles de ejemplares. Tras el icono, hay que recordar que había un ser humano cuyas decisiones gubernamentales afectaron o beneficiaron a millones de personas.
En gran medida, la política es asunto de saber hacer las pequeñas concesiones que impiden que la sociedad caiga en un estado de tensión permanente. Lo que distingue a un gran dirigente del politicastro común y corriente —como abundan en nuestros lares, de todos los bandos posibles— es la capacidad de apostar por aquello en lo que no se admiten concesiones. De acuerdo a este baremo, Maggie fue una gran líder (con perdón de las feministas).
Vida pública
Una síntesis de su trayectoria política puede ilustrar al lector. Secretaria de Educación y Ciencia en el gabinete de Edward Heath (1970-1974), Maggie se convirtió en presidenta del Partido Conservador en 1975 y superó al laborista James Callaghan en las elecciones de 1979, lo que hizo que el círculo fatal inglés mantuviera en un desierto de poder al laborismo durante once años.
Primera mujer de Europa en dirigir un gobierno democrático (1979-1990), persuadida de la necesidad de regresar a las fuentes del conservadurismo, abrió la Gran Bretaña al liberalismo económico.
En sus Memorias, Maggie escribió: “Por intuición y por educación siempre he sido pura conservadora”. Por cierto, una vez que se realicen sus funerales, aparecerá en Inglaterra el primer tomo de su biografía autorizada, mismo que ya vendió los derechos para la traducción a varios idiomas. Dadas la personalidad de la biografiada valdrá la pena leer este libro.
Como primera ministra, Maggie, la hija del predicador metodista, era menos ideóloga que creyente. Tenía por la teoría monetarista una fe de carbonero, y sobre cada expediente una clara visión del bien y del mal.
Más que otros, el abogado y político inglés, el barón Keith Sinjohn Joseph (1918-1994) —considerado el poder tras el trono en la creación del llamado thatcherismo—, ayudó a Maggie a forjarse un corpus ideológico.
Intelectual, consejero a la sombra, más tarde ministro, Joseph acota que su amiga “comprendía por instinto lo que muchos, incluyendo a mí, no comprenden más que por laboriosos análisis”.
En 1974, el año en que Milton Friedman recibió su Nobel de Economía, Joseph instala el Center for Policy Studies en Gran Bretaña. Este think-tank va a regar al partido Tory del que Maggie tomaría las riendas. La revolución conservadora estaba en marcha en Inglaterra.
Contexto internacional
Hay que decir que Maggie fue ayudada en su propósito de restablecimiento económico, por el aumento de la producción petrolera en el Mar del Norte. La crisis internacional, provocada por la intervención argentina en las islas Malvinas (Falkland según los británicos) en 1982, le granjeó capitalizar en su provecho el patriotismo británico. Esta guerra la salvaría. A la Gran Bretaña le costaría la vida de 265 soldados ingleses, y en su cuenta se inscribiría como su gran obra.
Esa fue su victoria, la que le representó la reelección y que le autorizó todas sus audacias. La “dama de hierro” —bautizada así por el periódico Estrella Roja del ejército soviético por su decisión inquebrantable a la hora de negociar—, rindió su valentía al reino británico.
Su firmeza se demostró igualmente con éxito contra los militantes del Ejército Republicano Irlandés; pudo lograr con el gobierno de Eire un compromiso (1985) que preservaría la soberanía británica sobre Ulster.
También jugó un papel importante en favor de la reducción de la tensión mundial, acercando a los Estados Unidos de Ronald Reagan con la URSS de Mijail Gorvachov.
Estos triunfos contribuyeron a desarmar la oposición laborista (derrotada en las elecciones de 1983 y de 1987), mientras que la autoridad de Maggie hacía saltar los bastiones sindicales, otrora poderosísimos.
Sin embargo, después de ejercer el poder durante diez años, el liberalismo thatcheriano había agravado la crisis social inglesa (las elecciones europeas de junio de 1989 demostraron que la audiencia de los conservadores bajaba).
Opiniones
La intransigencia de la primera ministra en las relaciones europeas provoca, a fines de 1989, una grave crisis entre sus partidarios. En los comicios de partido en noviembre de 1990, su exministro del Medio Ambiente, Michael Heseltine, la puso en minoría. Ahí fue la debacle. Maggie renunció y favoreció la elección de su delfín del momento, el ministro de Hacienda, John Major. Esa ya es otra historia.
En el artículo “Thatcher y la crisis de la izquierda”, José Luis Alvarez dice: “Los grandes políticos se caracterizan, primero, por ser capaces de resumir en una idea fuerza electoral con los tiempos ideológicos; segundo, por anclar esa idea en una clase social que le proporciones sostenibilidad; y, tercero, por tácticas que no permitan la indiferencia que hegemonicen el debate político… En el caso de Margaret Thatcher el cogollo ideológico fue, por decirlo en palabras de su colega conservador Ronald Reagan, el Estado como problema y no como solución”.
A su vez, lord Tristán Garel-Jones, exministro de Asuntos Europeos del gobierno británico, escribió que Maggie “se mantuvo implacable en su rechazo al socialismo totalitario, e incluso la versión light de ese dogma. Fue una ferviente defensora de la libertad individual. Inamovible en su creencia en la economía de mercado. Patriota visceral y creyente en el Estado nación. Los tres primeros temas la llevaron a tomar decisiones cuyas consecuencias serán duraderas. Por otro lado, su patriotismo se basaba en una visión un tanto romántica (e incluso anticuada) del Reino Unido. Al final, esto tuvo cierta influencia en su caída del poder… Ahora es difícil recordar que en las décadas de 1960 y 1970 la derecha aceptaba de mala gana el bloque soviético por razones de realpolitik, y la izquierda por razones de quasi solidaridad. Thatcher se enfrentó al Partido Laborista británico y apoyó a los Estados Unidos en el despliegue de los misiles nucleares Cruise en Europa. Se ganó el calificativo de «Dama de Hierro» y lo exhibía como timbre de gloria”.
Por último, dice Garel-Jones: “La cuestión más difícil para ella fue la Unión Europea. Ciertamente, obtuvo el reembolso británico sin el cual la permanencia británica en la Unión habría resultado difícil de defender, y cuya validez continuada es un recordatorio permanente de la necesidad de reformar la política agrícola común. Ciertamente, negoció el Acta Unica Europea y estuvo entre los primeros promotores del Mercado Unico. Pero también es cierto que todo el proceso de compartir la soberanía con otras naciones le resultaba difícil, y esto, junto con los procesos oscurantistas de la Unión Europea, la convirtió en un socio incómodo”.
De acuerdo al portavoz de Downing Street, la exprimera ministra británica recibiría un funeral similar al de la Reina Madre y al de la princesa Diana de Gales. Todos los gobiernos del mundo enviaron a Londres sus condolencias.
Después de Winston Churchill, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte tuvo con Maggie una gran primera ministra.
RIP decía la tarjeta de la corona de flores.
*Maggie Thatcher. El mayor líder británico y una verdadera dama…
Usted representa lo que es un británico… Descanse en paz.


