Fue la primer gobernadora y ferviente impulsora de la mujer

Jacquelín Ramos

La elección de Griselda Álvarez Ponce de León como gobernadora de Colima —hace un poco más de treinta años—, representó un parteaguas para las mujeres en México. Se dio en uno de esos momentos excepcionales en que se abrieron nuevos caminos para la política en un escenario dominado en ese entonces por el PRI, ya que por primera vez en la historia de México una mujer ganaba la gubernatura de un estado del país.

En el campo de la literatura, llegó a ser una de las grandes autoras mexicanas del siglo XX. Griselda Álvarez escribió de todo, poesía, prosa, discursos y miles de sonetos que se publicaban en periódicos y revistas. Sus poemas fueron pioneros de la escritura femenina del erotismo, además de atreverse, en ponerle un toque de poesía a la Constitución Política de la Estados Unidos Mexicanos.

Con motivo del centenario de su natalicio, recordemos la vida y obra de la maestra Griselda Álvarez, resaltando la importancia de su legado literario, quien curiosamente se esforzó mucho más en pasar a la historia como escritora que como política.

 

Nace una guerrera

Se dice que por regla general, los primogénitos nacen en la posición occípito ilíaco izquierdo anterior, sin embargo, Griselda Álvarez fue original hasta en el parto, pues como ella misma dijo “nací a la brava” por venir atravesada, ceñida entre el soneto y el poder.

Premonición, destino y contradicción, la niña vio la luz en Guadalajara el 5 de abril de 1913, mas siempre se asumió colimense, pues a esta tierra se aferró desde los diez días de nacida, pues ahí la llevaron sus padres, doña Dolores Ponce de León y don Miguel Álvarez.

Dos personalidades se asomaron en Griselda desde niña, por un lado el carácter recio, indeleble a su estampa colimense, y por el otro, aquella mano que, de vez en vez, dejaba asomar la flor de la ternura.

Griselda Álvarez Ponce de León arraigó en sus genes el ambivalente capricho del drama shakesperiano, por parte de la madre los Ponce de León, soñadores, ilusos, adinerados, y por el lado de su padre, los Álvarez, de estirpe política, hacendados y por supuesto juaristas reformistas.

 

Primeras lecciones de política

Marcada con el hierro de la política, Griselda se asomó a ésta cuando su padre tomó la gubernatura de Colima, en el periodo de 1919 a 1923. De don Miguel Álvarez, la niña Griselda obtuvo sus primeras lecciones de civismo y algo más, el carácter para sostener sus primeras batallas a favor de la causa feminista.

Al estilo de la época, Griselda se graduó de maestra en la ciudad de México, y más tarde continuó sus estudios en la escuela normal de especialización; sin embargo, como ella misma refirió en sus memorias, ya antes había sido aguijonada por ese virus de la política que llama a servir en enorme escala, una voz que convoca a la lucha por el poder y para el cual no se ha creado aún un antibiótico que lo detenga.

Griselda Álvarez creía que quien no simpatizaba con un partido político, era una persona sin definición, que se dejaba llevar por la soberanía del instante. Sus convicciones la llevaron a las filas del Partido Revolucionario Institucional y el impulso la arrastró a los terrenos de la política con fuerza genética.

 

Derechos de la mujer

Por azares del destino en su primer empleo, Griselda Álvarez firmaba la nomina como laboratorista, pero pronto pasó a formar parte del servicio público, cuando fue propuesta como profesor orientador profesional en el Museo Pedagógico Nacional por su brillante labor; cinco años después, fue nombrada subdirectora y luego directoral general de Acción Social Educativa en la SEP, bajo el liderazgo de Jaime Torres Bodet; su misión: elevar el nivel moral, económico y cultural de las mujeres.

Con una trayectoria ya impecable, Griselda Álvarez es nombrada por Luis Echeverría como directora de Prestaciones Sociales del IMSS, desde donde impulsó el teatro y el deporte, además de desarrollar programas de capacitación para mujeres inscritas en talleres de plomería, carpintería, electricidad y tapicería. “Había llegado el momento de cambiar la cacerola por el martillo”, decía.

Como parte de varias comisiones en el Senado, entre ellas la de Asistencia Pública, Relaciones Exteriores y Condecoraciones, Griselda Álvarez —destacó en sus memorias— su paso por la Cámara alta, reivindicando el lugar de las mujeres.

La senadora con “a”, decía, es “friolera”, es minucia de vocal que significa una lucha de esfuerzos, de tropiezos, o de triunfos, donde la mujer ha conquistado por medio del estudio un titulo.

 

Toma de protesta

Si había que rematar el búfalo a pellizcos, Griselda Álvarez era la indicada para hacerlo, así que el siguiente paso era la gubernatura de Colima. Cabildeó en la clase política, y obtuvo el apoyo, incluso de quienes pensaban que aún no era el tiempo de una mujer en el poder ejecutivo. El partido se disciplinó y aceptó la primera candidata a gobernadora, entonces, el búfalo exhaló su último aliento.

El 1 de noviembre de 1979, para tomar protesta como gobernadora, Griselda Álvarez repasó hasta el último detalle; no se perdonaría ninguna debilidad ante la clase política reunida en este momento histórico, “prometo no prometer nada”, había dicho en campaña, y ahora, era tiempo de cumplir.

Como caso excepcional, el estado de Colima tuvo en los tres poderes a tres mujeres, y al estado no le pasó nada; advirtió la gobernadora: “Ahí estuvo floreciendo, tranquilo, hombres y mujeres, viviendo la cosa en forma natural”.

Sus logros aún son comentados en Colima, y la patria se lo reconoció con la medalla Belisario Domínguez.

 

Obsesión por el soneto

En ese ámbito político y rodeada generalmente por hombres, Griselda Álvarez se supo acercar a aquellos que la impulsaron a esferas cada vez más elevadas, donde el soneto se convertiría en obsesión.

Del mismo Torres Bodet, de Abate de Mendoza, de Francisco Monteverde y de Salvador Novo, recibió el aliento para escribir poesía y poco más adelante sintió la necesidad de apuntalar sus pretensiones literarias como alumna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; así, por las mañanas, Griselda Álvarez era directora de Salubridad y por las tardes dejaba chofer y vestido para convertirse en estudiante universitaria de la convulsa generación 1966-1970.

Durante sus 6 años como gobernadora, Griselda Álvarez se apartó de la poesía, pero ésta nunca se desprendió de ella, tras cumplir su mandato se cobijó nuevamente en el soneto, y entre versos suspiró sus últimas palabras el 27 de marzo de 2009.

Sin duda alguna, entre la poesía y el poder existe quizá un mar de diferencia del cual abrevan muy pocos, entre ellos la primera gobernadora, Griselda Álvarez Ponce de León, quien cuesta arriba supo ganarse las voluntades masculinas; es por esto y por su empeño que bien merece un sitio entre nuestros personajes históricos.

 

 

Fragmento del poema “Letanía erótica para la paz”

 

Amado, ven, asómate al principio del mundo.

Somos los mismos, mismos de hace cincuenta mil años.

Somos aquellos, estos, los de allá, los de siempre

y los que han de seguirnos y los que vendrán luego.

 

Eras solo. Eras entonces solo.

En el pecho llevabas un hueco.

Las auroras eran amargas

como niños ciegos que quieren saber de qué color es el viento.

Eras entonces solo.

A veces la arena te subía hasta los ojos.

En cambio el agua te daba en los pies imágenes truncas.

Corrías por las orillas de todos los horizontes

y sobre el filo de las tardes

le gritabas al abismo.

Él recogía tu voz, la adornaba con matices raros

y la maduraba en ecos para que no te sintieras solo.

El abismo era tu amigo.