“El Partido Laborista no estuvo de acuerdo con mucho de lo que hizo, pero respetamos mucho sus logros políticos y su fuerza personal”, comentó el actual líder laborista, Ed Miliband, de la ex primera ministra Margaret Thatcher, elogiando a su vez las políticas claves que llevó a cabo.

La Dama de Hierro, apodo originalmente creado por la prensa soviética debido a sus políticas inflexibles y su forma de gobernar, nació en Lincolnshire, Reino Unido, el 13 de octubre de 1925. Su padre, Alfred Roberts, quien participaba en la política local era también predicador de la Iglesia Metodista, y Margaret fue educada estrictamente dentro de esta denominación religiosa.

Gobernó de 1979 a1990  y llevó adelante una férrea política exterior caracterizada por su oposición a la formación de la Unión Europea, que establecía formalmente el mercado único y una cooperación más estrecha con los países europeos. Introdujo un cambio socioeconómico radical en el Reino Unido, aunque fue criticada por la venta de bienes del Estado y el debilitamiento de los sindicatos.

Su carácter firme y su determinación quedaron demostrados en cumbres internacionales o en enfrentamientos y oposiciones con otros políticos de  relevancia.

Su amigo Lord Michael Spicer comentó en su libro The Spicer Diaries que durante un encuentro en abril de 1995 en el distrito de Chelsea en el Reino Unido, Thatcher reconoció que si pudiera volver atrás el tiempo, no elegiría dedicarse a la política. Y en febrero de 1991, admitió en la Cámara de los Comunes: “ahora odio venir a este lugar”, debido a la desilusión que le había ocasionado abandonar su cargo de primera ministra en 1990.

La salud de Thatcher declinó notablemente durante la década de 2000. Sufrió varios accidentes cerebrovasculares pequeños en 2002 y sus  médicos le aconsejaron no volver a ofrecer discursos públicos. Finalmente, falleció el pasado 8 de abril a la edad de 87 años.

La baronesa Margaret Thatcher  tal vez ya no recordó al final de sus días la paráfrasis de la “Oración de San Francisco”, que dijo al comenzar su vida política en Downing Street al servicio de Su Majestad y de los británicos: “Donde haya discordia, —dijo— llevemos la armonía. Donde haya error, llevemos la verdad. Donde haya duda, llevemos la fe. Y donde haya desesperación, llevemos la esperanza.”