Se acerca la hora de la verdad

Noche, no eres eterna.

Volverá el día.

Luis G. Urbina

José Elías Romero Apis

Nos están tanteando en muchos frentes para saber de lo que somos capaces o si no somos capaces de nada. Para caminar en firme durante varios años por venir. Michoacán, Guerrero, cuatro estados más donde amenaza la rebelión y, por si fuera poco, la ocupación de la Rectoría de la UNAM. El rector universitario se ve muy solitario

Pero los universitarios estamos con él. Aunque todos estemos solos, pero todos estamos juntos. Si no nos duele la UNAM significa que ya no nos duele nada. Por eso nos tantean con ella. Para saber si algo todavía nos duele. Es bueno recordar las palabras de John Jacob Astor en el sentido de que “a pesar de todo, la verdad es mejor que la victoria”.

El affaire ha tenido una semana de alto rating. No ha sido la única y no hay signos de que sea la última. Es un asunto demasiado complejo, así se le tratara con la mayor pulcritud quirúrgica y con las más nobles intenciones. Pero, para mal, adquiere factores de agravamiento al ser tratado en condiciones que deliberadamente lo contaminan de muchas maneras y las intenciones no siempre y no en todos son las confesables.

Por ello, el tema lo vemos envuelto en una bruma de confusión, de contradicción y de desorientación. También, por ello, es necesario hacer   un esfuerzo de reflexión y de análisis de lo que implica este importante asunto, de lo que está en juego y de las opciones y posiciones que, frente a ello, habremos de tomar los ciudadanos y habrán de resolver y decidir las autoridades.

Es prudente que no usemos la confusión para favorecernos en el debate político al precio de introducir en los confundidos, que son los más, la desconfianza, el desencanto, el temor, la angustia, el resentimiento, la ira y, al final, el odio entre los mexicanos.

Demos espacio a la responsabilidad y no hagamos un batidillo de nuestros problemas, para que no hagamos un batidillo de nuestras vidas.

La equivocación acarrea riesgos para las sociedades.  No me refiero  el yerro menor que sucede a cotidiano y que puede repararse a voluntad o refrendarse a capricho, sin mayor costo ni mayor pena. Nada de eso. Me refiero al error que no tiene remedio y que cuesta a sus autores y a las generaciones que los suceden, mucho tiempo de sufrimiento y, en ocasiones, hasta de vergüenza.

De todas las formas de gran error de Estado mencionaré tres: cuando las sociedades se equivocan en el método, cuando desbarran en el proyecto y cuando desaciertan en el destino.

Por eso dijo Charles C. Colton que la verdad tiene un amigo, el tiempo. Tiene un enemigo, el miedo. Y tiene una hermana, la libertad.

 

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